Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 3 de febrero de 2014
Este artículo denuncia la cultura de insultos y manipulaciones ámpliamente extendida en España, predominantemente entre las derechas (carentes de sensibilidad democrática), incluyendo en ocasiones también a personajes y fórums de izquierdas.
A lo largo de mis años de vida fuera de España, he desarrollado mis tareas académicas en muchas partes del mundo. He vivido y trabajado en Suecia, Reino Unido y EEEU y también, como asesor y/o profesor visitante, en muchos otros países desde que tuve que irme de España por razones políticas a principios de los años sesenta. Cuando la democracia se estableció en nuestro país intenté volver, lo cual no fue fácil. La oposición de las derechas, tanto en Catalunya como en España, fue muy fuerte. Pero, por fin, lo conseguí, incorporándome de nuevo al mundo académico de este país. Tengo que admitir que mis planes se centraban en formar a científicos en las ciencias sociales, que pudieran ayudar a resolver algunos de los mayores problemas que tiene España (que eran, y continúan siendo, muchos).
Pero al integrarme de nuevo vi bastantes cosas y situaciones que no me esperaba. La vuelta de un exiliado a su país no es fácil. Y entre las cosas que no me esperaba estaba el enorme dominio que el pensamiento conservador y neoliberal tenía en la cultura política y mediática del país. Debido a la escasísima diversidad ideológica de los medios de mayor difusión, este dominio era casi absoluto. En ninguno de los países en los que había vivido había tan poca diversidad ideológica en sus instituciones, incluyendo las mediáticas. La transición de la dictadura a la democracia se había hecho bajo tal control del proceso por parte de las derechas (ultraderechas en el panorama político europeo) que las voces críticas apenas tenían espacio en aquella cultura mediática, situación que continúa ahora, cuando España sigue siendo uno de los pocos países de la UE-15 que no tiene, por ejemplo, prensa escrita de izquierdas. Y a ello ha contribuido la escasa concienciación de la existencia de este problema (o su falta de respuesta) por parte de los grupos dirigentes de los partidos de izquierda. Por lo visto, estos dirigentes no se han dado cuenta de que el debate político en España constantemente tiene lugar en el terreno definido por las fuerzas conservadoras y neoliberales que controlan los medios de información y persuasión. En realidad, el mayor problema que tiene la democracia española es precisamente esta falta de diversidad ideológica en los medios, con una práctica exclusión de las voces de izquierda (excepto, naturalmente, en números reducidos para ofrecer una imagen de diversidad, que en la práctica es inexistente).
De ahí que el dominio conservador y neoliberal sea tan absoluto. Y lo ha sido por mucho tiempo. Ello motivó que, además de los objetivos que me había marcado en mi vuelta a España, añadiera el de intentar ayudar en la desmitificación de la avalancha ideológica que se presenta como “científica”, “razonable”, “rigurosa”, “objetiva”, “no ideológica” y adjetivos semejantes, cuando, en realidad, carece de credibilidad empírica, siendo profundamente ideológica. Me sorprendió también el número tan limitado de académicos que intentaban desmitificar y desmontar, a través de los medios, este edificio ideológico tan dominante. Y aun cuando una explicación válida era que su ausencia se debía precisamente a la falta de fórums donde expresarse con amplio acceso a la población, esta no era la única causa. Había otras, tales como el miedo a antagonizar a los poderes fácticos, que podían tomar represalias o cerrar oportunidades. Y otra era la mera cobardía.
Fuese lo que fuese, lo cierto es que, por desgracia, poca gente lo hacía, y tenía que hacerse. Popularizar las ciencias económicas y sociales, denunciando lo que se presenta como científico para promover el dominio de unas minorías en contra de la mayoría de la población, era y continúa siendo urgente y necesario. Y esto es lo que he intentando hacer, sabiendo que crearía grandes resistencias.
Ahora bien, no esperaba el nivel de hostilidad que he encontrado por parte de las derechas (y, lamentablemente, en algunos personajes de izquierdas). La cantidad de insultos, sarcasmos, ofensas, vulgaridades y manipulaciones es enorme. En ningún otro país en los que he vivido he encontrado tanta vulgaridad, mezquindad y mala leche, sin que haya límites para ello. La falta de argumentos se sustituye con el insulto. Y a medida que mis escritos, la mayoría en medios digitales, se han ido expandiendo, el nivel de agresividad ha alcanzado un punto que considero intolerable. Lamento que así sea. Recordaré lo que mi padre me dijo en una ocasión: “Hijo, el gran problema de España es que la derecha española siempre ha mandado basándose en la fuerza y no en la convicción. No tiene talante democrático y no sabe debatir y dialogar. Necesitamos –decía él, una persona de izquierdas profundamente democrática- otra derecha si queremos que haya democracia”.
Pero este insulto y manipulación aparece también, supongo que por contaminación, en círculos de izquierda. Me pasó recientemente en una revista digital de izquierdas en la que, al criticar el hecho de que hubieran publicado un artículo deleznable insultando a Teresa Forcades, monja benedictina de Montserrat, persona claramente de izquierdas, llamándola “bruja”, “delirante” y otros insultos, tal revista me contestó por medio de otro artículo que intentaba desacreditarme a mí, utilizando como única información sobre mi persona la de ser “publicista y asesor de la Sra. Clinton” (lo cual, por cierto, no tenía nada que ver con el tema tratado). El objetivo de definirme así era insinuar una complicidad y trabajo con la que fue Secretaria de Estado de EEUU. El autor del artículo no citó que fui asesor, no de la Sra. Clinton cuando fue Secretaria de Estado, sino de la Sra. Clinton como presidenta del grupo de trabajo establecido para garantizar el derecho de acceso por parte del pueblo estadounidense a los servicios sanitarios, siendo propuesto para este grupo de trabajo por el reverendo Jackson y la Rainbow Coalition que este dirigía (que incluía desde los sindicatos hasta el movimiento de derechos civiles y el movimiento feminista –Now, el más grande de EEUU-) y que contaba con el apoyo del Partido Socialista y del Partido Comunista de EEUU. La Rainbow Coalition indicó que yo era el académico que ellos deseaban que estuviera en aquel grupo de trabajo.
El manipulador de la revista de izquierdas no explicó todo esto –que es ampliamente conocido-, como tampoco explicó que fui asesor de la Unidad Popular de Chile, del gobierno cubano en su reforma sanitaria, y de muchos otros gobiernos y partidos progresistas. Nada de esto dijo, limitándose a referirse a mí como asesor de la Sra. Clinton, y punto, sin más. Su intento no era el de informar, sino manipular para desacreditarme. La mezquindad, falta de ética y mínima decencia no se limitan a los Sala i Martín de este país. También incluyen a personajes y revistas que se consideran de izquierdas. Ni que decir tiene que la revista nunca pidió disculpas ni publicó ninguna corrección. Todos estos son síntomas de una enorme ausencia de cultura democrática. El insulto y la manipulación son constantes, sustituyendo a los argumentos.
Creo que las izquierdas no deberían tener ninguna tolerancia hacia este comportamiento. Es una lacra que debilita a la democracia. En ningún otro país mis escritos generan tanta hostilidad, grosería y mala educación. De ahí que he pedido a Público que deje de publicar la sección “comentarios” donde aparecen frecuentemente comentarios insultantes. Entiendo que no tienen los recursos para impedir y cribar las entradas. Por lo tanto, y a fin de no dar espacio a los comentarios soeces, mi blog “Pensamiento Crítico” no publicará comentarios. A aquellos que deseen hacer comentarios, incluyendo, naturalmente, comentarios críticos, los animo a que me escriban en mi blog www.vnavarro.org, e intentaré responderles. Sí que continuarán habiendo comentarios en mi columna semanal en “Dominio Público”, pues Público sí que tendrá personal para eliminar los insultos. Mientras, me permito aconsejar a los lectores, la gran mayoría de sensibilidad democrática, que se opongan y denuncien por todos los medios esta cultura del insulto y de la manipulación.
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