Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 9 de julio de 2010
Este artículo está dividido en tres partes. En la primera se indica qué es lo que debiera hacerse para salir de la crisis en la UE. La segunda parte incluye una descripción de lo que está ocurriendo en la UE, y en el tercera parte, un análisis del porqué lo que debiera hacerse no se está haciendo.
LO QUE DEBERÍA HACERSE
Existe hoy en el mundo un grave problema. La tasa de crecimiento económico de EEUU y de la Unión Europea (UE) -que representan la mitad de la economía mundial- ha descendido de una manera muy notable. En realidad, ambos continentes tuvieron, incluso, un crecimiento negativo del cual se están recuperando muy lentamente, primero EEUU y ahora los países de la UE-15. El crecimiento en este último grupo de países es muy bajo, bastante menor que el de EEUU, aunque éste tampoco puede echar campanas al vuelo todavía. En Mayo se crearon sólo 20.000 nuevos puestos de trabajo en EE.UU., comparados con los 217.000 del mes anterior. En cambio, varios países en vías de desarrollo están creciendo de una manera muy acentuada, y el que más crece es China, nada menos que un 8,7% al año (en 2009). China, pues, es el que crece más y muy por detrás está EEUU, y bastante más atrás está la UE. ¿Por qué este gradiente de crecimiento? La respuesta es fácil de ver y tiene dos componentes. Uno es el estímulo económico y la forma en que se está realizando tal estímulo. China se gastó el 8% del PIB en inversiones públicas encaminadas a crear empleo. EEUU un 5%, con un tipo de estímulo que favoreció la creación de empleo público y privado. En cambio, en la UE el estímulo fue mucho menor (2,3% del PIB) y consistió predominantemente en rebajas de impuestos que tienen escaso impacto en la creación de empleo. En EEUU, voces influyentes como la del consejero económico del presidente Obama, el Sr. Larry Summers, están pidiendo ahora un segundo estímulo de 200.000 millones de dólares (los sindicatos –AFL.CIO- están pidiendo 400.000 millones de dólares). En la UE, en cambio (aunque sea difícil de creer), se está reduciendo el gasto público, lo cual es una larga nota de suicidio económico. Pero como las economías no mueren (es decir, no se colapsan), a no ser que alguna fuerza las empuje para que se caigan y sean sustituidas por otro sistema (lo cual no es probable que suceda), entonces lo que probablemente ocurrirá es que crecerán muy poco con un sacrificio generalizado entre las clases populares. Por cierto, es posible que esto ocurra también en muchos países presionados por el FMI, el mayor portavoz neoliberal, que está imponiendo recortes muy sustanciales de los gastos públicos, condenando –como lo denuncia un informe reciente de UNICEF- a la miseria a aquellos países (ver la segunda parte de este artículo).
El otro componente de la respuesta es que el grado de recuperación de un país depende del grado de control que el estado tenga sobre el capital financiero. A mayor control, mayor recuperación. El estado chino controla el sector financiero, mientras que en la UE, es al revés, el sector financiero parece controlar los estados. Lo que debiera hacerse es que el estado controlara al sector financiero. Sin que ello ocurra, es difícil predecir una rápida recuperación.
Lo que estoy diciendo es obvio, pero que sea obvio no es garantía de que se haga, pues hacerlo implica una voluntad política de enfrentarse al capital financiero, que es a lo que los políticos de la UE no se atreven. En su lugar, sacan agallas y se enfrentan con los más débiles. Lo que Joseph Stiglitz ha definido como enfermiza obsesión europea con los mercados laborales, quiere decir que el capital financiero continúa muy fuerte y el mundo del trabajo continúa muy débil en los países de la UE. Ahora bien, tales reformas no tendrán ningún impacto sobre la disminución del empleo -el mayor problema de la UE-. Todo lo contrario, lo perjudicarán.
LO QUE REALMENTE ESTÁ OCURRIENDO EN LA UE
Estamos viendo que en España y en la Unión Europea se están desarrollando las políticas neoliberales que los grandes grupos empresariales y financieros han deseado que se realizaran durante muchos años y que, ahora, aprovechando la crisis (que las empresas financieras crearon), están presionando a los estados para que éstos las impongan a las clases populares. La “crisis” es la excusa para, por fin, poder reducir el estado del bienestar y desregular los mercados de trabajo y, con ello, debilitar a los sindicatos, y así conseguir una disminución de los salarios. Para alcanzar lo primero –la reducción del estado del bienestar- se está utilizando el argumento de la disciplina fiscal, que para ellos significa la eliminación del déficit fiscal del estado y la disminución de su deuda pública a base de reducir el gasto público (incluyendo el gasto público social). Para alcanzar lo segundo (debilitar los sindicatos y bajar los salarios), se subraya la necesidad de aumentar la competitividad a fin de poder estimular la economía mediante las exportaciones de los productos nacionales. En este esquema, las voces neoliberales –que solían utilizar a Estados Unidos como su punto de referencia- ahora toman a Alemania como modelo, presionando para que los países de la UE copien sus medidas. En aquel país, las rentas del trabajo han disminuido muy acentuadamente a costa de un exuberante crecimiento de las rentas del capital, basadas en la banca y en las empresas exportadoras.
Estas medidas neoliberales se presentan como necesarias para salir de la crisis. Sin ellas, supuestamente, los países de la UE –incluyendo España- no saldrán de la crisis en la que se encuentran. Es importante ser consciente de que las mismas voces neoliberales utilizaron los mismos argumentos antes de que se presentara la crisis. Si leen, como yo hago, los documentos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y del Banco de España, así como los informes de la OCDE y de la patronal española, verán que estas recetas neoliberales se han estado implementando desde los años ochenta. Sus documentos son extremadamente previsibles. Leído uno, leídos todos. Todos han estado diciendo lo mismo. El último documento es un informe del Deutsche Bundesbank que no tiene desperdicio. Dice que, a no ser que tales políticas se apliquen, la economía europea se hundirá. Y promueven, una vez más, las políticas neoliberales, con el respaldo del FMI. Parece que, por fin, lo han conseguido.
LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL FMI Y DE LA UE
La Unión Europea –dominada por la banca alemana y la banca de los otros países del centro de la UE-15-, asistida por el Fondo Monetario Internacional, ya ha estado aplicando estas políticas desde hace años en los países bálticos como condición para ser admitidos en la eurozona. Los resultados han sido desastrosos. Se calcula que el PIB de estos países se reducirá un 20% desde que tales reformas se iniciaron en 2007. Ningún país (desde que EEUU perdió el 25% de su PIB durante la Gran Depresión) ha experimentado una situación semejante. El FMI asume con excesivo optimismo y falta de realismo que tales economías se recuperarán. Pero incluso utilizando sus proyecciones, reconocen que en Lituania el PIB será en 2014 un 7,1% más bajo que el del año 2007; en Estonia un 9,1%; y en Letonia un 14%. Mientras, en todos ellos el desempleo se ha disparado y está entre el 15% y el 20%. Estas recetas, por cierto, han dado siempre los mismos resultados en todos los países en que se han llevado a cabo. Latinoamérica es el continente que más las ha sufrido como consecuencia de que el FMI impuso sus recetas a un gran número de países, siendo los casos más conocidos los de Argentina y Bolivia. En aquellos países la intervención del FMI determinó un descenso del PIB y un aumento espectacular de la pobreza. En realidad, estos casos son ejemplo de políticas enormemente impopulares, por ser dañinas para los intereses de las clases populares, siendo a la vez, sumamente ineficientes. De ahí el enorme desprestigio del FMI (que llegó a cuestionarse incluso el valor de su permanencia) y el surgimiento de gobiernos de izquierda, que prácticamente expulsaron al FMI de sus países. Argentina, con el gobierno Kirchner en 2001, cambió radicalmente sus políticas económicas, abandonando las políticas neoliberales del FMI, y en lugar del desastre que el FMI había vaticinado, después de seis meses desde el inicio de políticas keynesianas, creció un 9% durante los siguientes seis años. En 2008 la economía argentina había crecido enormemente, habiendo aumentado su tamaño un tercio de su volumen.
Una situación semejante ocurrió en Bolivia, donde el gobierno Morales cambió radicalmente de políticas, pasando de políticas neoliberales a políticas tradicionalmente expansivas de gasto público, nacionalizando a la vez el gas y el petróleo. Bolivia es hoy uno de los países con mayor crecimiento en América Latina.
¿Por qué estas políticas neoliberales tan nocivas continúan proponiéndose? La explicación que se ha dado con mayor frecuencia es la persistencia de un dogma –el dogma neoliberal reproducido en el Consenso de Washington y su versión europea, el Consenso de Bruselas- en los forums financieros y las instituciones políticas que influencia. Pero la pregunta que debe hacerse es por qué esta ideología continúa promoviéndose. Y la respuesta es obvia. Estas políticas se continúan implementando porque sirven a los intereses de las clases financieras y empresariales. El hecho de que consideren que la reducción del déficit y de la deuda es el objetivo más importante de sus políticas es porque la reducción de la protección social y el elevado desempleo debilita enormemente a la clase trabajadora, y les refuerza a ellos, aumentando sus beneficios. Como consecuencia de las políticas neoliberales, las rentas del capital han aumentado alcanzando niveles sin precedentes y las rentas del trabajo han descendido. Y esto es lo que cuenta para ellos. Todo lo demás es secundario.
Pero para poder hacerlo, necesitan presentar tal práctica como necesaria, siendo asistidos en esta labor por instituciones neoliberales que configuran la sabiduría convencional económica, promovida en la mayoría de medios de información y persuasión, ocultando a la vez realidades bochornosas que muestran no sólo sus incompetencias sino también sus incoherencias. El FMI, que está imponiendo a los países enormes sacrificios salariales y grandes reducciones de los beneficios sociales (tales como retrasar la edad de jubilación) paga a sus funcionarios salarios astronómicos (a pesar de sus claras deficiencias), permitiéndoles que se jubilen a los 51 años (si, lo ha leído correctamente, 51 años) pagándoles pensiones que sobrepasan los 100.000 dólares estadounidenses. No hace falta añadir más comentarios.
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