Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 3 de diciembre de 2010
Este artículo critica la postura extendida en los círculos financieros y empresariales y reproducida en los medios de información y en los partidos mayoritarios de que no hay alternativas a las políticas desarrolladas por gobiernos de los países de la eurozona que están debilitando a sus estados del bienestar. El artículo muestra alternativas factibles que no se consideran debido al excesivo poder que el capital financiero tiene, tanto en el establishment europeo (y muy en particular en el Banco Central Europeo), como en los estados miembros de la eurozona.
Un mensaje que se reproduce constantemente en los mayores círculos económicos y mediáticos del país es que no hay otras políticas alternativas a las de austeridad que se están imponiendo a las clases populares de los países de la Eurozona. La salvación del euro (y ahora se añade la propia existencia de la Eurozona), dependen de las políticas que, en mayor o menor grado, se están llevando a cabo en la mayoría de países de la Unión Europea. Estas políticas incluyen recortes sustanciales del gasto y empleo público, desregulación de los mercados de trabajo, descenso de los salarios, aumento de la regresividad en los impuestos y disminución de la protección social. La necesidad de llevar a cabo tales políticas es el dogma imperante en el establishment europeo y en el Fondo Monetario Internacional. Estas recetas se están ahora imponiendo con toda dureza en Irlanda, el país, por cierto, que había llevado a cabo con mayor intensidad las políticas neoliberales promovidas por aquellas instituciones durante estos últimos años. El modelo irlandés era, para los mayores propagandistas del modelo neoliberal (tales como The Economist, y los partidos conservadores-liberales, como el PP y CiU, en España y en Catalunya) el punto de referencia.
En realidad, tales políticas llevaron a Irlanda al desastre. Triplicó su desempleo, alcanzando la cifra del 14%, consecuencia de las medidas de austeridad. Y lo que es más extraordinario, y por desgracia previsible, es que la Unión Europea y el FMI, frente al desastre, están ahora imponiendo lo mismo como condición de que se le “ayude”. Esta ayuda será muy perjudicial para las clases populares de Irlanda, y por cierto, también de la Unión Europea.
Veamos los datos. El crecimiento del déficit del estado se debe, en gran medida, a las políticas neoliberales que han ido forzando la Unión Europea y el FMI en aquel país. El escaso crecimiento económico desde 2007 (resultado del impacto que las políticas de austeridad han tenido sobre la demanda doméstica), la reducción de los impuestos, el elevado coste de pagar los intereses de la deuda y el pago del estado a los bancos irlandeses (en crisis, como consecuencia de su actividad especulativa que, como la española, generó una burbuja inmobiliaria) para salvarlos, han sido las causas más importantes del crecimiento del déficit.
El Banco Central Europeo no detectó ni la burbuja inmobiliaria (resultado del comportamiento especulativo de la banca irlandesa), ni las consecuencias que su estallido tendría para la economía. Su fracaso como institución supervisora de la salud del sistema bancario irlandés fue mayúsculo. Como también fue mayúsculo el fracaso del Banco de España en su función supervisora de la banca española. La arrogancia e incompetencia del BCE (y del Banco de España) alcanzó niveles exuberantes. Como bien ha escrito recientemente el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, “no sólo los banqueros, sino también sus reguladores debieran haber terminado en la cárcel”. Y mientras, tenemos que soportar al Sr. Trichet, del BCE, y al Sr. Fernández Ordóñez, del Banco de España, pontificando acerca de cómo resolver la crisis que ellos provocaron, a base de proponer políticas de austeridad que están dañando a las clases populares, con la intención de salvar a los bancos. El elevado desempleo en Irlanda y en España se debe, en parte, al comportamiento de la banca y de sus supuestos supervisores.
Pero estas instituciones y el sistema financiero que sostienen están destruyendo las democracias, imponiendo tales medidas, enormemente impopulares, bajo el argumento de que no hay otra manera de responder a los famosos mercados financieros, que con estas medidas de austeridad que supuestamente garantizaran la confianza de los mercados. Pero hay otra manera y otras alternativas para responder a esta situación, las cuales pasan, entre otras medidas, por una redefinición de las funciones del BCE (y del Banco de España). A los mercados financieros se les puede vencer. Y sino, que miren a EEUU. El Banco Central Estadounidense (Federal Reserve Board), tiene como función, no sólo controlar la inflación (el objetivo más deseado por la Banca), sino también estimular la economía. Y un banco central nunca tiene escasez de dinero, pues tiene la imprenta donde se imprime. Con este dinero compra la deuda pública del estado federal y puesto que los intereses se los queda el propio estado, la deuda disminuye. Pero un banco central puede hacer incluso más, tal como garantizar el crédito. El éxito de los países escandinavos se debe, en gran manera, a que, durante muchos años el crédito era un derecho garantizado por el Banco Central de cada país. Hay que recordar que durante la “época dorada del capitalismo”, 1945-1970, la mayoría de países tenían bancas públicas que garantizaron la existencia de crédito. E incluso ahora, en EEUU, los estados de aquel país que han tenido menos problemas en la provisión del crédito, han sido aquellos estados que han tenido un banco público. Fíjense el ahorro que hubiera supuesto para el gobierno de la Generalitat de Catalunya si se hubiera ahorrado el 3% de comisión a los bancos para vender sus bonos, si hubiera tenido una banca pública. De ahí el enorme error del gobierno Zapatero de estimular la privatización de las cajas (medidas apoyadas por el PP y CiU), en lugar de convertirlas en bancas públicas, tal como ATTAC ha propuesto.
Si el Banco Central Europeo fuera un banco central (que hoy no es), podría prevenir fácilmente la especulación de los mercados financieros, comprando deuda pública a los estados, revirtiendo los intereses a los mismos estados. Esta medida sería equivalente a proveer liquidez a los estados para evitar la especulación. Que ello no se haga se debe al excesivo poder que la banca (y muy en especial la alemana) tiene sobre las instituciones europeas. En otras palabras, el problema que tenemos no es financiero, sino político. Es este enorme poder de la banca lo que explica que sean los mercados financieros los que decidan lo que tienen que hacer los estados, y no al revés, que sean los estados los que limiten, regulen y controlen (y desincentiven a que especulen) a los mercados financieros (ver mi artículo “No a los mercados financieros”, Público, 02.12.10)
Como bien decía mi maestro Gunnar Myrdal, detrás de cada problema económico y financiero hay un problema político. El discurso neoliberal es dominante porque ha sido exitoso en reducir temas políticos a temas meramente técnicos y económicos. Debiera ser tarea de las fuerzas progresistas revertir este hecho.
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