Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 16 de agosto de 2011
Este artículo analiza las causas de las revueltas en barrios populares de Londres y otras ciudades inglesas, enfatizando el deterioro de tales comunidades como resultado de las políticas neoliberales iniciadas por los gobiernos Thatcher y Major, mantenidas por los gobiernos Blair y Brown y exacerbadas por el gobierno Cameron. El artículo señala también que la polarización social junto con el enorme descrédito del establishment político-mediático de aquel país ha creado una protesta generalizada en sectores de la clase trabajadora inglesa.
La rebelión de los jóvenes que viven en algunos de los barrios más marginales del Reino Unido ha sorprendido al establishment político y mediático de aquel país. Parece que no lo esperaban. Tengo que admitir que me sorprende que se sorprendieran, pues lo que está ocurriendo era fácilmente predecible. Está ocurriendo en varios países de la Unión Europea (UE). El establishment (la red de instituciones políticas y mediática próximas a los grandes grupos de presión financieros y económicos) que gobierna cada uno de los países de la UE ha estado mostrando una enorme complacencia basada en una gran ignorancia e insensibilidad de las consecuencias negativas que las políticas neoliberales que han ido desarrollando durante los últimos treinta años han tenido en las clases populares de sus países dañando significativamente su bienestar. Dentro de estas clases populares los sectores más afectados negativamente han sido jóvenes, y muy en particular los que carecen de cualificación laboral que les facilitaría su integración en el mercado de trabajo.
Esta situación no ha sido creada por el gobierno Cameron. Las enormes desigualdades sociales existentes en la Gran Bretaña (las mayores de la UE) han sido resultado de las políticas llevadas a cabo por los sucesivos gobiernos que han dirigido el Reino Unido, desde el de la Sra. Thatcher hasta los de los Sres. Blair y Brown. Ahora bien, las políticas propuestas y aprobadas por el gobierno David Cameron, una coalición de un partido conservador con un partido liberal, han empeorado la situación de una manera muy notable. El gobierno Cameron ha creado una cultura de darwinismo social en la que el Estado deja de tener una función protectora y generadora de bienestar. Tal gobierno ha propuesto y llevado a cabo toda una serie de políticas que están causando una gran inseguridad social que ha conllevado una inseguridad civil. Hoy, según las cifras de las oficinas de empleo de Londres, por cada nuevo puesto de trabajo que aparece en el mercado laboral en la ciudad de Londres hay como promedio veinte personas que solicitan ser escogidas para aquel puesto, siendo este número mucho mayor (50 personas) en los barrios Peckham y Hackney donde la revuelta juvenil ha alcanzado niveles auténticamente amenazantes para el establishment de la ciudad. Estos números reflejan cifras oficiales. Es más que probable que los números sean incluso mayores. Tal situación laboral caracteriza el mercado de trabajo en 22 de los 73 distritos parlamentarios que existen en Londres. Datos semejantes existen en el resto de centros urbanos del país. En realidad casi el 25% de la población adulta trabajadora está inactiva en Londres y en las mayores ciudades del Reino Unido.
Los responsables de los hechos
Los responsables de esta situación son los distintos gobiernos que han desarrollado desde la época Thatcher las políticas neoliberales, incluyendo los gobiernos neolaboristas que no solo no consiguieron sino que incluso aumentaron la polarización social en el Reino Unido donde una parte importante de la juventud se encuentra sin presente, y lo que es incluso peor, sin futuro. La aceptación por parte de los gobiernos del New Labour de muchas de las políticas neoliberales de los gobiernos conservadores anteriores, con su abandono de las políticas redistributivas que habían caracterizado al laborismo británico, contribuyeron a la polarización de la estructura social.
Ahora bien, el gobierno Cameron tiene responsabilidad directa por haber exacerbado esta situación, al haber acentuado tanto el número como la intensidad de las medidas neoliberales iniciadas por la Sra. Tatcher y el Sr. Major y mantenidas por el nuevo laborismo de los Sres. Blair y Brown. El gobierno David Cameron ha recortado sustancialmente los servicios del Estado del Bienestar, incluido los servicios de formación profesional, política que no estaba en su programa electoral, y que en cambio implementó a los pocos días de salir elegido, lo cual fue motivo de una protesta del Arzobispo de Canterbury, el sr. Rowan Williams, jefe de la Iglesia Anglicana (ver mi artículo El arzobispo de Canterbury de Gran Bretaña y el presidente Mas de la Generalitat de Catalunya, El Plural, 27/06/11) el cual indicó que “estas políticas que Cameron impone, y que no estaban anunciadas en su programa electoral, deslegitiman su gobierno y rompe con la cohesión social”. Dos meses después de haber hecho estas declaraciones hemos visto las consecuencias de esta ruptura de la cohesión social. En realidad, los recortes del gobierno Cameron muestran la falsedad del slogan promocionado en su campaña, de desear crear–lo que él llamaba- la Big Society una sociedad que abarcara a toda la población y a toda la ciudadanía, basada en el voluntarismo, disminuyendo la función social del Estado. Una semana después de salir elegido, el gobierno recortó espectacularmente la financiación para los programas de formación y servicios a los jóvenes de los barrios donde se están ahora manifestando tales jóvenes. En Tottenham, uno de los barrios que ha visto mayores protestas, el gobierno Cameron ha cortado el 75% de los programas de ayuda a la juventud. En realidad muchos de estos programas, proveídos por los ayuntamientos pero financiados por el Estado central, han sido eliminados.
Por otra parte, la opulencia de las clases más pudiente se está incrementando de una manera muy acentuada y vistosa. La remuneración de los consejeros delegados de las cien empresas más grandes cotizadas en la Bolsa de Londres se incrementaron el 32% en el año 2010. Y la City, el centro bancario de la Gran Bretaña, declaró los beneficios financieros más elevados de los últimos años. Es más, la relación entre poder financiero y empresarial y el mundo político y mediático apareció con toda claridad en el escándalo del grupo mediático de Murdoch, señalando el grado de corrupción existente en el establishment político y mediático de aquel país, en el que el gobierno Cameron estaba claramente involucrado. Este es el contexto político en el que estos hechos han estado ocurriendo, marcado por una polarización social en la que el 10% más rico de aquel país tiene 273 veces más riqueza que el 10% de la población más pobre.
El impacto de esta polarización social y de estas políticas públicas que la acentúan era previsible, y así lo dijo Sir Paul Ennals, Director de los Servicios a Niños y Adolescentes (National Childrens Bureau) que hace meses predijo “que la mezcla de desempleo y eliminación de programas que ayuden a los jóvenes a integrarse al mercado de trabajo es una situación explosiva que no tardará en estallar”. Y el día 2 de agosto, unos días antes que se iniciaran las revueltas, el profesor John Pitts, famoso analista de problemas urbanos, había hecho unas declaraciones anunciando que las políticas del gobierno David Cameron estaban conduciendo a un verano muy caliente, con gran agitación social. Algo se respiraba que iba a ocurrir y ocurrió. Es un indicador, como bien ha indicado Nafeez Mosaddeq Ahmed director del Institute for Policy Research and Development, del enorme fracaso de las políticas neoliberales que están destruyendo la escasa cohesión social existente en el Reino Unido (ver su artículo “Burning Britain: The Economic Driving Riot Fever”, Counterpunch, 10/08/11).
El clasismo es un factor explicativo más importante que el racismo
Los comentarios más frecuentes que han aparecido en los medios españoles han presentado estas revueltas como la protesta de la población de origen inmigrante frente a una sociedad que no les acoge acentuando el aspecto racial como el determinante y definitorio de la rebelión. Esta interpretación es insuficiente pues ignora que, aun cuando no hubieran inmigrantes, estos barrios y comunidades estarían igualmente abandonadas y desprotegidos. Su existencia es parte de la sociedad capitalista salvaje que el neoliberalismo, con sus elevadas dosis de darwinismo social, promueve. El hecho de que gran parte de los que viven en estos barrios sean inmigrantes o hijos de inmigrantes se debe al racismo existente en la sociedad, pero la existencia de los barrios en si no es consecuencia del racismo. Quién vive en tales barrios está determinado por el racismo. La existencia de tales barrios, sin embargo, no se debe al racismo. Existirían, aunque no hubieran inmigrantes. Es importante entender esta distinción pues es erróneo y lleva a no comprender las causas del problema, olvidando la existencia de una enorme polarización social en el Reino Unido. Los enormes y desorbitantes festejos de las bodas reales que vimos hace solo unos meses en el Reino Unido contrasta con la pobreza y deterioro de tales barrios populares. La población que vive en estos barrios es consciente y protesta por tal polarización. No es casualidad que la rebelión que ocurrió en Brixton y Toxteth en 1981, también coincidió con las exuberantes ceremonias de un casamiento real, que tomaban lugar a la vez que se implementaban programas de austeridad y existía un elevado desempleo en aquellos barrios. La ostentación de riqueza frente a la pobreza y desprotección social es una provocación y tiene sus costes, y así lo vimos entonces y lo vemos ahora. Esta polarización, por clase social, es el origen del descontento y alienación de la población hacia un sistema político que reproduce tales enormes desigualdades.
La continua concentración de la atención en temas raciales (muchas veces estimulada por el establishment que intenta dividir a las clases populares, presentando los problemas sociales como meramente interraciales) oculta la enorme importancia que la categoría clase social tiene para entender tales realidades. En realidad, en las manifestaciones y rebeliones que hemos visto, existen jóvenes del amplio arcoíris que constituyen las clases populares del Reino Unido, un Reino que está casa vez más dividido por clase social. Es interesante subrayar que existe una diferencia clara en la interpretación de los hechos dada por el establishment y por la población en general. Así, mientras el establishment ha responsabilizado a las familias de los detenidos por haber fallado en sus responsabilidades educativas (y sobre todo, de no haberles enseñado disciplina), las encuestas indican que la mayoría de la población señala que el desempleo, los recortes sociales, y el clima de desprestigio del establishment inglés (que incluye al laborismo del New Labour) como las causas más importantes de que se desencadenaran tales protestas. Por cierto, solo un número muy reducido de encuestados (un 3%) señaló la inmigración y los problemas raciales como variables explicativas de lo ocurrido.
La respuesta del establishment
Tales revueltas (definidas como riots en inglés) se presentan en muchos medios como actos vandálicos y criminales. Así lo ha definido el gobierno Cameron y así hacen la mayoría de medios conservadores tanto en el Reino Unido como en España. No hay duda de que hay componentes de ello en estas manifestaciones, las cuales no son revueltas organizadas por grupos políticos con un objetivo político. Y abundan elementos de situación caótica que en ocasiones dañan incluso la infraestructura de los servicios existentes en tales comunidades, empobreciéndolas. Pero sería un enorme error que tales manifestaciones se percibieran como meras expresiones de criminalidad, tal como David Cameron las cataloga, intentando criminalizarlas. En realidad la criminalidad se debe precisamente a las políticas represivas que eliminaron en éstos y muchos barrios formas organizativas de izquierda que habían intentado mantener culturas de solidaridad, eliminación que dejó espacio para el crecimiento de comportamientos anticiviles, nihilistas e incluso criminales. El debilitamiento de las izquierdas, resultado en parte, de la represión, y en parte de su moderación y adaptación al establishment británico, dejó todo un espacio que lo llenaron grupos (los famosos gangs) que, aun siendo minoritarios en tales revueltas existen y que, predeciblemente ocupan toda la atención mediática. Esta responsabilidad de las revueltas, atribuyéndolas a elementos criminales es poco creíble pues ignora el calendario en que tales revueltas de presentan. ¿Por qué ahora y no antes? Esta respuesta que están dando las fuerzas conservadoras aparece como mera justificación para promover la solución policial a un problema que es mucho más complejo que el de la criminalidad. Es más, y tal como señala Peter Osborne del Daily Telegraph (paradójicamente uno de los diarios más conservadores del Reino Unido) la acusación de criminalidad por parte del gobierno, además de ser insuficiente, no tiene la autoridad moral que debería tener como consecuencia de los hecho, no solo inmorales, sino criminales que el establishment británico ha sido partícipe y/o ha tolerado en los últimos años. La impunidad de los banqueros, en sus prácticas especulativas, la explosión de la burbuja inmobiliaria, los bonos a los responsables de la crisis financiera, el maridaje entre los medios y el poder político y toda una serie de hechos han contribuido a crear un clima de inmoralidad en que todo está permitido y todo queda inmune. La centralidad mediática en la criminalidad de unos y su silencio frente a la criminalidad de otros hace perder la credibilidad de aquellos que han silenciado la criminalidad en sus propios círculos.
La diferencia entre el 15-M y las revueltas del Reino Unido
Una última observación. La derecha española ha intentado identificar el movimiento 15-M con las revueltas callejeras de los barrios londinenses y de otras regiones urbanas, mostrándolo como un elemento violento, agresivo e incluso criminal. Ambos movimientos comparten una actitud de protesta hacia la agresividad intrínseca en las políticas neoliberales. Ahora bien, la manera de expresarse, su comportamiento y modus operandi no pueden ser más diferente. El movimiento 15-M ha presentado múltiples indicadores de su naturaleza no violenta, dentro una cultura de solidaridad democrática que refleja valores predominantemente de izquierdas, que ha merecido que se haya convertido en un referente internacional. Sus propuestas de cambio son concretas y gozan de gran apoyo popular. Ninguna de estas características se presentan en el movimiento de protesta británico.
Si tal movimiento 15-M no consiguiera, sin embargo, mejorar el sistema democrático y cambiar sustancialmente la sociedad española, y encontrara una represión masiva, podría en un par de generaciones dar pie a este otro tipo de movilizaciones que llevarían a derroteros desconocidos. Parecería que la derecha desearía que se siguiera este derrotero a fin de justificar su actitud represiva que siempre les ha caracterizado. En realidad, toda la historia de las derechas ha sido siempre la necesidad de crear movimientos violentos para poder justificar su represión. Esto es lo que está ocurriendo hoy en la Gran Bretaña. La limitaciones de los cauces democráticos lleva siempre a este fin.
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