Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 5 de julio de 2012
Este artículo critica muchas de las aseveraciones que se están haciendo en los fórums financieros y económicos del país y que se reproducen en la mayoría de medios que señalan que el euro está en crisis como resultado de los comportamientos irresponsables de los países periféricos de la Eurozona. El artículo cuestiona tales supuestos señalando que el euro no está en crisis y que habrá euro para mucho tiempo puesto que su existencia ha beneficiado primordialmente al capital financiero alemán que tiene enrome influencia en el Banco Central Europeo y en la Comisión Europea.
El euro, sin embargo, nunca ha estado en peligro de desaparecer, y continúa con buena salud, sin ningún peligro de fallecer. Veamos los datos. Cuando fue establecido, un euro valía un dólar. Hoy el euro está sobrevalorado, siendo su valor monetario superior al del dólar. El hecho de que haya bajado algo durante estos últimos tres años no quiere decir que esté desapareciendo. En realidad, no les iría mal a los sectores exportadores que hoy están teniendo dificultades, que el euro bajara más. Las exageraciones (parte del lenguaje sensacionalista que caracteriza a la mayoría de los medios) que acentúan que el euro está en peligro de desaparecer no tienen ninguna base real. Miren la evolución del precio del euro en los últimos cuatro años y lo verán. El euro no está en peligro. Ahora bien, les aseguro que este mensaje de que el euro está en peligro continuará promoviéndose, pues tiene como objetivo promover un miedo que haga más fácil aceptar las medidas altamente impopulares que se están imponiendo a la población.
Otra aseveración que carece de credibilidad es que puede llegar un momento en que Alemania presione para que se expulse a Grecia. Lo último que el capital financiero alemán desea, es que este país deje el euro, por la sencilla razón de que el impacto contaminante que tal salida tendría en los países GIPSI sería devastador para el sistema financiero alemán. La banca alemana tiene invertido, por ejemplo, en España, 146.000 millones de euros, y en Italia 134.000 millones. La salida de cualquiera de estos países GIPSI del euro afectaría muy negativamente el pago de tal deuda a Alemania y la banca alemana y su gobierno son plenamente conscientes de ello. En realidad, es sorprendente que los gobiernos de estos países periféricos no hayan utilizado la amenaza de salirse del euro como medida negociadora con el gobierno Merkel. Sea como sea, pueden estar seguros que para bien o para mal (según usted valore los beneficios o perjuicios que el euro haya tenido) ningún país será expulsado del euro.
Alemania es el país de la Eurozona que se ha beneficiado más de la existencia del euro
Pero lo que hace incluso más inverosímil la observación de que Alemania deje el euro es que este país, es el que más se ha beneficiado de la existencia del euro, beneficio que se ha centrado primordialmente en su banca y en su sector exportador. Como reconoció el dirigente socialdemócrata alemán, el Sr. Sigmar Gabriel, en su crítica al comportamiento del gobierno Merkel, Alemania, desde que se estableció el euro, ha ganado la friolera cantidad de 556.000 millones de euros más de lo que se ha gastado en lo que se conoce como “ayuda financiera”. En realidad, Alemania no ha gastado en este último capítulo, “ayuda financiera”, lo que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene. Paga incluso menos, proporcionalmente, de lo que paga España. Alemania da un porcentaje a los fondos de rescate financiero MEDE menor que España (un 27% versus un 29.8%).
Esta percepción de Alemania como la gran pagadora de los gastos de ayuda (promoviendo un “victimismo” muy rentable políticamente en su propio país) no se corresponde con la realidad. Toda la evidencia científica muestra que Alemania es el país más beneficiado por la existencia del euro. Y, siendo el país que tiene mayor capacidad decisoria en la Eurozona (en gran parte debido al dominio del capital financiero alemán en el BCE y en la Comisión Europea), les garantizo que habrá euro para años, y los países periféricos continuarán sufriendo las políticas de austeridad que se les imponen, no para salvar al euro, que tiene buena salud, sino para pagar la deuda a la banca alemana, todo ello presentado con una narrativa de que el sufrimiento de la población les hará mejores y más competitivos, ignorando con ello un hecho evidente: el euro ha sido un enorme obstáculo para que estos países GIPSI puedan competir con los productos alemanes, pues no pueden devaluar su moneda para abaratar sus exportaciones y competir así con Alemania.
Y por si ello no fuera suficiente, la banca alemana, que controla el BCE, utiliza este banco (que como he señalado repetidamente, no es un banco central sino un lobby de la banca alemana) y chantajea a los estados GIPSI condicionando la compra de su deuda pública a que se hagan más competitivos bajando los salarios y reduciendo su Estado del Bienestar, conduciendo a estos países a marchas forzadas hacia la Gran Recesión, camino de la Gran Depresión. Y todo ello, en teoría, “para salvar el euro”, todo ello dicho y hecho con la gran complicidad de los mayores medios de información y persuasión, influenciados por (o endeudados con) el capital financiero.
Una última observación. Cuando digo Alemania me estoy refiriendo a la estructura de poder de aquel país, es decir, a los establishments financieros, empresariales del sector exportador, mediáticos y políticos del país. Este establishment es responsable, no sólo de la austeridad impuesta (con la complicidad de los mismos establishments de los países GIPSI) a las clases populares de los países periféricos, sino también a la clase trabajadora alemana, cuyo standard de vida, nivel y masa salarial y protección social ha ido descendiendo en los últimos años de gobiernos socialdemócratas-verdes y gobiernos cristianodemócratas-liberales. Fue Oskar Lafontaine, una de las mentes más lúcidas hoy en Europa, quien, siendo Ministro de Finanzas durante el gobierno del canciller Schröder, propuso aumentar los salarios y la protección social como medida de estimular la economía alemana y europea, lo cual no se hizo, escogiéndose, en su lugar, imponer las políticas de austeridad que han beneficiado al sector exportador y a la banca alemana. Si Oskar Lafontaine hubiera ganado aquel pulso, Alemania y Europa estarían hoy en otra situación.
El trabajador alemán tiene mucho en común con el trabajador griego, español, italiano, portugués e irlandés, aunque al establishment alemán le aterra la idea de que esta coincidencia de intereses se traduzca en un movimiento opositor a nivel europeo, trabajando cuarenta y ocho horas al día, a través de los medios, para evitar el desarrollo de esta concienciación de intereses colectivos, utilizando el nacionalismo (refiriéndose a Alemania como “victima”) y el racismo (refiriéndose a los trabajadores griegos como “vagos”) para evitar esta coalición de intereses. Así de claro.