Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamiento Crítico” al diari PÚBLICO, 15 de juliol de 2015.
Aquest article tracta un tema de gran actualitat, com és el creixement de les desigualtats, presentant un punt de vista diferent al dominant en la cultura política i mediàtica del país pel que fa a les causes, així com les seves conseqüències. També subratlla la importància que tant la tradició basada en Marx com l’arrelada en Keynes, han tingut en l’anàlisi i en l’aplicació d’aquesta interpretació del creixement de les desigualtats, centrant-se en les desigualtats de classe, i molt en primer lloc en les causades pel desequilibri de forces entre el món del capital i el món del treball.
Un elemento clave del conocimiento económico neoliberal (que domina la cultura mediática en temas económicos) es creer que las desigualdades de renta son esenciales para estimular el crecimiento económico, pues constituyen el hilo conductor del estímulo económico, basado en los incentivos que generan las desigualdades. La gente trabajará más y más a fin de subir en la escala social, y a más desigualdad, mayor será el camino para recorrer hacia arriba.
Siguiendo tal creencia, la mayoría de autores de tendencia neoliberal explican el crecimiento económico que ocurrió a los dos lados del Atlántico Norte desde el año 1980 como consecuencia del crecimiento de las desigualdades generadas por la aplicación de políticas liberales (hoy conocidas como neoliberales) a partir de los mandatos del Presidente Reagan en EEUU y de la Sra. Thatcher en el Reino Unido. El problema con tales teorías es que el crecimiento económico fue mucho mayor en el periodo 1945-1980 que en el periodo 1980-2013, siendo las desigualdades de renta más bajas en el primero que en el segundo periodo.
En realidad, el hecho de que las economías de los países a los dos lados del Atlántico Norte hayan tenido un crecimiento menor a partir de 1980 se debe precisamente al crecimiento de las desigualdades, con una gran concentración de las rentas derivadas del capital a costa de un descenso de las rentas derivadas del trabajo. Dicho de otra manera, los aumentos de riqueza –como consecuencia del crecimiento económico- fueron a enriquecer más a las primeras que a las segundas rentas. Y el descenso de estas últimas, las rentas del trabajo, determinó un descenso de la demanda, puesto que la mayor parte de la demanda procede primordialmente de las rentas del trabajo, que constituyen las rentas de la mayoría de la población en cualquier país. Esta tesis, ampliamente y erróneamente definida como keynesiana, fue, en realidad, defendida por Karl Marx, autor que goza de muy mala prensa en la terriblemente conservadora (casi reaccionaria) cultura económica dominante en este país. Fue el mismo Marx el que indicó que la propia lucha de clases, con una victoria del mundo del capital sobre el mundo del trabajo, llevaba a recesiones y depresiones, como resultado del descenso de la masa salarial, y con ello de la demanda. El casi nulo conocimiento en los medios (incluidos los académicos) de información sobre cualquier otra escuela de pensamiento que no sea la dominante, explica que la tesis expuesta anteriormente se defina como keynesiana, cuando Marx definió este fenómeno mucho antes que Keynes. Y fue el discípulo de Marx, el economista polaco Michal Kalecki, el que analizó los ciclos económicos según la relación capital-trabajo, como bien ha reconocido Paul Krugman, el economista keynesiano con mayor proyección mediática. Lo que sí subrayó Keynes, que no hizo Marx, fue la capacidad del Estado de intervenir y alterar las variaciones en la demanda, lo cual explica su popularidad en las familias políticas de sensibilidad reformista.
Pero, además del impacto negativo que la concentración de las rentas (y del capital, es decir, de la propiedad que genera rentas) tiene sobre la demanda, reduciéndola, también afecta muy negativamente a las capacidades redistributivas del Estado, y ello como resultado de la bien probada y documentada relación existente entre poder económico y poder político. Hay una clara relación entre desigualdades de renta y propiedad en un país, y la calidad de su sistema democrático. A mayores desigualdades, menor calidad democrática. España (incluyendo Catalunya) y EEUU son un claro ejemplo de ello. Las desigualdades de renta y propiedad en EEUU y en España están entre las más elevadas hoy en el club de países más ricos (la OCDE), siendo también países en los que la calidad democrática es muy baja. En realidad es difícil (por no decir imposible) mejorar el sistema democrático sin redistribuir las rentas y la propiedad, pues los propietarios del capital (que hoy, en lugar de clase capitalista se llaman el 1%) y las rentas superiores (las clases que gestionan y promueven los intereses del 1% y que tienen una gran influencia, directa o indirectamente, a través de los medios de información que controla el 1%) tienen una enorme influencia sobre el Estado.
Falsas explicaciones del crecimiento de las desigualdades
Ese gran crecimiento de las desigualdades desde los años ochenta del siglo pasado se ha intentado analizar y explicar atribuyéndola a factores como la globalización, el cambio tecnológico y otros, que tienen limitado poder explicativo, pues más que causas, estos factores son consecuencia de la causa real, es decir, del enorme poder del mundo del capital, que se ha adquirido a costa del debilitamiento del mundo del trabajo, poder que se ha traducido en toda una serie de intervenciones públicas, la mayoría de carácter político, como son el debilitamiento de los sindicatos, la desregulación de los mercados laborales, la instrumentalización del poder político, el aumento de los partidos liberales y conservadores (que representan sus intereses) y otras intervenciones que han facilitado el crecimiento de aquellas situaciones (como la globalización económica) que se presentan, erróneamente, como las causas de dicho debilitamiento. Una de las áreas donde el incremento del poder del mundo del capital ha sido más marcado ha sido en los medios de información, siendo una característica de este periodo liberal (1980-2013) la enorme concentración de los medios y de su propiedad, convirtiéndose en meros medios de persuasión y manipulación de la realidad (el caso español es un caso claro de esta situación, donde no hay ningún medio de sensibilidad crítica y de orientación de izquierdas, siendo las únicas variedades existentes y permitidas las distintas tonalidades conservadoras, liberales o socioliberales, excluyendo a las izquierdas). Existe una relación clara de que a mayores desigualdades, menor libertad de expresión, siendo, de nuevo, España (incluyendo Catalunya) un ejemplo manifiesto de esta relación directa entre desigualdades y limitada (inexistente, en el caso español) diversidad en los medios. Ejemplos de esta falta de diversidad los hay miles. El caso más reciente es el de que no haya habido ningún rotativo (entre los que tienen mayor difusión) que haya editorializado apoyando el referéndum griego y su resultado. Todos los medios han editorializado a favor de las políticas de austeridad impuestas por la Troika y el Eurogrupo al pueblo griego. Y a esta situación el establishment político-mediático español (incluyendo el catalán) le llama cínicamente libertad de expresión.