Article publicat per Vicenç Navarro al diari digital NUEVA TRIBUNA, 27 de març de 2014
Aquest article analitza el context polític en el qual s’estan duent a terme les polítiques d’austeritat que estan danyant les classes populars d’aquest país.
El discurso eminentemente económico que está teniendo lugar sobre la bondad o falta de ella de las políticas públicas de austeridad que se están aplicando en la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) oculta una realidad que no aparece con claridad en los medios de comunicación, y que es el contexto político que determina aquellas políticas y el debate sobre ellas. Hoy estamos viendo el triunfo del liberalismo, incluso en su expresión más extrema, el neoliberalismo (que es la ideología del capital, primordialmente financiero), en la Unión Europea. Las políticas que se están llevando a cabo son políticas que responden y están basadas en las doctrinas liberales del pensamiento económico y que están siendo implementadas (predominantemente, pero no exclusivamente) por los partidos liberales o por los partidos conservadores con sensibilidad liberal. Ello incluye al Partido Popular Europeo, al cual pertenecen el partido mayoritario alemán en el gobierno de la Sra. Merkel, el Partido Popular (PP) y Unió Democràtica de Catalunya (UDC), y al Partido de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, al cual pertenece el partido liberal alemán, así como Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Estas políticas se presentan como las únicas posibles. El hecho de que acentúen que son las únicas posibles es porque son conscientes de su impopularidad. Y de ahí que, además de presentarlas como las únicas posibles, recurran constantemente para justificarlas al mandato de la Troika (es decir, del Fondo Monetario Internacional, de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo), siendo las políticas requeridas para poder salvar al “euro” y/o a la “economía” y/o a cualquier idea o concepto que se considere indispensable para mantener su ideario. El hecho de que la evidencia científica muestre la falta de credibilidad de estas posturas ideológicas (ver el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, de Navarro, Torres y Garzón) no afecta ni a su discurso ni a su práctica, pues los medios de comunicación y persuasión están claramente influenciados por los mismos poderes financieros y económicos que promueven el liberalismo, marginando y vetando voces discordantes con el coro casi unánime reproducido por la sabiduría convencional. Vivimos hoy en democracias totalitarias es decir, democracias con un control mediático que alcanza niveles casi dictatoriales, pues excluyen sistemáticamente a voces críticas con el pensamiento dominante. Son democracias cuyo orden social (mejor sería definirlo como desorden social) se reproduce no solo por represión (el elevado desempleo tiene un enorme impacto disciplinario en la fuerza del trabajo), sino también (y sobre todo) por el control casi absoluto de todos los sistemas de reproducción de valores (y muy en especial de los medios televisivos, de donde la mayoría de la población obtiene las noticias y su percepción de la realidad).
Frente a esta situación, las izquierdas han respondido de manera diferente según su sensibilidad. Las mayoritarias se adaptaron al pensamiento liberal, transformando la socialdemocracia (que había sido la mayor fuerza determinante del Estado social) en social liberalismo, que desde Blair a Hollande, pasando por Schröder, Zapatero, Prodi, y otros, abrazó sin reservas el liberalismo, responsable, más tarde, de la enorme pérdida de su apoyo electoral entre las clases populares en cada país y del consiguiente gran descrédito de la socialdemocracia. Esta adaptación de dichos partidos al liberalismo está muy relacionada con la captura de sus aparatos por parte de élites profesionales, ligadas a intereses económicos y financieros, con escasa sensibilidad socialista, y con escasísima relación con el mundo del trabajo. La mayoría son profesionales de extracción de clase media-alta, distantes de las bases populares de tales partidos, habiéndose convertido en profesionales de la política, carreristas que controlaban y controlan los aparatos de esos partidos. El caso español, con la continuidad de Rubalcaba al frente del PSOE tras el desastre electoral sin ningún atisbo de autocrítica, es paradigmático. A los críticos se les expulsa o margina. La famosa frase de “abrirse a la sociedad” es una expresión vacía de contenido. El control de la silla y del aparato es ya un objetivo en sí mismo. Es sorprendente la falta de rebelión de las bases contra estos aparatos, debido en gran parte al sentido de impotencia de estas bases. Sus luchas internas son luchas por el poder, sin que los diferencie ninguna área programática o sensibilidad política.
Mientras que esta evolución de la socialdemocracia era predecible y, por lo tanto, no es sorprendente, sí que lo es la evolución de algunos sectores radicales de izquierda que, frente a la parálisis de la actividad económica que ha creado un elevadísimo desempleo, entre otras medidas sumamente dolorosas, aplauden este decrecimiento y den la bienvenida a la austeridad pues, según estas fuerzas políticas, ello permitirá retrasar y anular el consumo de recursos (incluso energéticos), que se consideran limitados. Dichas voces asumen que solo hay una manera de crecer, y por lo tanto favorecen que no exista crecimiento. He escrito críticamente sobre esta visión, que considero claramente reaccionaria, indicando que hay otras maneras de crecer, basadas en recursos que son renovables.
Las izquierdas contestatarias
Las únicas fuerzas que, a mi entender, se basan en unos valores progresistas antiliberales son las izquierdas, y ello como consecuencia de que radican sus propuestas en un entendimiento correcto de la crisis. Esta la creó el enorme dominio del capital (hegemonizado por el capital financiero) sobre las instancias europeas y nacionales, dominio que se ha conseguido a costa de debilitar al mundo del trabajo. Hoy, el capital, que es el que promueve el liberalismo, está ganando y consiguiendo lo que siempre ha deseado. Y es el capital, a través de sus instrumentos políticos y mediáticos, el que está alcanzando su soñado objetivo. De ahí que las propuestas de la Confederación Europea de Sindicatos sean las más acertadas, y las que han influenciado a los partidos de la izquierda europea. Hoy son las que merecen ser apoyadas, pues se requiere un cambio urgente.
Ahora bien, dicho esto, creo que las izquierdas deberían ir mucho más allá de lo que indican. Y esta observación es aplicable también a los sectores de la socialdemocracia que quieren romper con el liberalismo. Creo urgente que, además de exigir un cambio profundísimo del sistema de gobierno de la eurozona, incluyendo del euro (democratizándolo, lo cual creo de difícil realización), se debería amenazar con la salida del euro por parte de los países periféricos (GIPSI: Grecia, Italia, Portugal, España e Irlanda), pues dicha amenaza (que debería realizarse en caso de no conseguir aquellos cambios) tendría un impacto, ya que el capital financiero alemán (que tiene 700.000 millones de euros en estos países en deuda pública y privada) colapsaría si estos países dejaran el euro. El euro –en contra de lo que se ha estado diciendo– nunca estuvo en peligro. Pero sí que lo estaría si los países GIPSI lo dejaran. Esta alianza de los países GIPSI es difícil pero creo que debería explorarse. Es sorprendente que no haya surgido un grupo de países que presenten un frente común en contra del eje alemán, dominado ahora por el pensamiento liberal.
Es conocida mi oposición al euro tal como está, pues este se construyó bajo el dominio del capital financiero, que está hoy desmontando la Europa social y la Europa democrática. De ahí mi escepticismo de que puedan realizarse las reformas sugeridas por la Confederación Europea de Sindicatos, que es la fuerza que creo representa una alternativa más progresista hoy en Europa. Pero creo que reforzaría su postura si amenazara a la Comisión Europea, al Banco Central Europeo y al Consejo de Europa de que presionarían a los gobiernos para que dejaran el euro. Les aseguro que es lo último que el establishment europeo desea oír. La salida de los países GIPSI del euro implicaría el colapso del capital financiero alemán. Creo que las fuerzas progresistas de Europa deberían utilizar esta amenaza como parte de sus armas negociadoras frente al establishment europeo. Dudo que ello ocurra, sin embargo, sin grandes movilizaciones a nivel continental. La marcha del 22M fue un muy buen paso en esa dirección (ver mi artículo “La necesarias Marchas de la dignidad”, www.vnavarro.org). Esperemos que sea el prólogo de muchas otras en España y en Europa.
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