Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Dominio Público” al diari PÚBLICO, 7 d’agost de 2014.
Aquest article critica la visió molt generalitzada a la cultura política i mediàtica del país segons la qual la majoria de la població espanyola pertany a la classe mitjana.
Tras tener que irme de España en el año 1962 por razones políticas, he vivido en muchos países (Suecia, Reino Unido y EEUU), habiendo trabajado en este último durante casi cincuenta años. Volví a España tan pronto pude trabajar de nuevo en el mundo académico español al cual pertenezco. En EEUU, un país de inmigrantes, participé activamente en la vida académica y política de aquel país.
Esta nota introductoria es para indicar que conozco bien EEUU y sus instituciones y culturas políticas, configuradas en gran medida por lo que las clases populares de aquel país llaman la “Corporate Class”, la clase constituida por los propietarios y gestores de las grandes corporaciones financieras, industriales y de servicios, que se llamaba antes clase capitalista y que ahora se conoce como el 1%, remarcando con ello el carácter tan minoritario que representa el grupo de personas que dominan la vida financiera y económica del país, y que gozan de una desorbitada influencia en los mayores medios de información y persuasión.
Como resultado de esta gran influencia, sin parangón en las sociedades democráticas a los dos lados del Atlántico Norte, la narrativa dominante en aquel país excluye cualquier análisis y terminología que implique la existencia de clases sociales y el conflicto entre ellas. En lugar de ello, el discurso oficial es que la mayoría de la población pertenece a las clases medias, agrupando bajo esta denominación un enorme y amplio abanico de distintos estamentos sociales, con ingresos que van desde los 18.000 a los 120.000 dólares al año. En lugar de hablar de burguesía, pequeña burguesía, clases medias y clase trabajadora, se habla y promueve la tipología de la estructura social dividida entre ricos, clases medias y pobres. Puesto que la mayoría de la población no es ni se siente ni rica ni pobre, la población se define como clase media. En este escenario, las clases sociales y la lucha de clases desaparecen. Y los defensores de esta tipología, que sitúa a la mayoría de la población en la clase media, aportan encuestas que muestran cómo la mayoría de la población estadounidense se considera de esa clase. Lo que tales defensores ocultan o desconocen es que las encuestas que muestran dichos resultados están sesgadas en extremo, pues resultan de preguntarle a la población si pertenece a la clase alta, a la clase media o a la clase baja. Ante esta terminología, es lógico y predecible que la mayoría escoja la categoría de clase media.
Pero un estudio objetivo de la estructura social muestra que la estructura social de EEUU es semejante a la que existe en la mayoría de los países de la UE-15, con casi idénticas categorías de clase social. En realidad, y objetivamente, hay más personas en EEUU que pertenecen a la clase trabajadora que a las clases medias (ver Erik Olin Wright, Classes, Verso Books). Y, por cierto, también hay más personas que se sienten más de clase trabajadora que de clase media. En realidad, cuando a la población estadounidense se le pregunta si pertenece a la clase alta, a las clases medias o a la clase trabajadora, hay más estadounidenses que se definen como clase trabajadora que como clase media.
La americanización de la cultura política europea
Lo que estamos viendo hoy, resultado del enorme dominio de las derechas europeas en la vida política de Europa, es la americanización de la cultura política europea, con la utilización de la narrativa estadounidense en el discurso político europeo. Y uno de los claros ejemplos es precisamente la desaparición del discurso de clase, incluyendo la sustitución del término clase trabajadora por el término clases medias. Así, vemos dirigentes de partidos incluso de izquierdas, como el nuevo Secretario General del PSOE, el Sr. Pedro Sánchez, presentando a estos partidos como los defensores de las clases medias, tal y como hacen los dirigentes del Partido Demócrata de EEUU. Mientras, la abstención en los procesos electorales entre la clase trabajadora, tanto en EEUU como en España, está alcanzando niveles nunca vistos antes.
Son dirigentes de clase media que olvidan a la clase trabajadora
Pero el problema va más allá de la terminología, pues muchos de los equipos dirigentes de estos partidos que se definen de izquierdas proceden, ellos mismos, de las clases medias (de renta media-alta), y no de la clase trabajadora a la cual pertenece la mayoría de la ciudadanía. Varios estudios han mostrado la posición social de la mayoría de los dirigentes de la socialdemocracia europea, mostrando un sesgo (incluso más acentuado en el sur de Europa) muy marcado hacia personas que han cursado estudios superiores. Esta composición refuerza la visión que tales dirigentes tienen de la sociedad que los rodea, transmitiendo una visión de clases medias. Y ahí está uno de los problemas que tiene hoy la democracia en esos países: su escasa representatividad, que se refleja en la gran distancia social entre los representantes y los representados.
Pero tal visión de clases medias ha llegado al extremo de que consideran el Estado del Bienestar como un producto de las presiones de las clases medias, tal como señalaba el nuevo Secretario General del PSOE en una entrevista reciente en El País. Es sorprendente que un dirigente de izquierdas no sepa que fue la clase trabajadora la que jugó un papel primordial en ejercer la presión para que tal Estado se estableciera. Y los datos están ahí para que el Sr. Sánchez los vea. En los países donde la clase trabajadora es más fuerte (y donde hay más población que se define como clase trabajadora), como son los países escandinavos, hay unos Estados del Bienestar más desarrollados. En cambio, es en los países donde la clase trabajadora es más débil (como en el sur de Europa) donde los Estados del Bienestar están menos desarrollados. Y en España, uno de los países de la UE-15 que tiene uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos, los dirigentes de izquierdas olvidan citar a la clase trabajadora, creyendo que han sido sustituidas por sus clases medias. Y a esto lo llaman “modernizarse”.
El gran éxito de la socialdemocracia en Europa fue establecer una alianza amplia de clases, lo cual consiguió, desarrollando políticas públicas que beneficiaban a la clase media además de la clase trabajadora, universalizando los derechos sociales y laborales. Esta alianza no significó, sin embargo, la sustitución de una clase por otra, sino el encontrar intereses comunes que beneficiaban a ambas. Creerse que la clase trabajadora ha desaparecido, o que se ha transformado en clase media, es un error científico y político enorme. En realidad, lo que estamos viendo hoy es lo que en su día se llamó la proletarización de las clases medias. Hoy, la clase trabajadora se está ampliando, creándose un enorme potencial para movilizar a las clases populares frente a los establishments políticos, financieros y económicos del país.
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