Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Dominio Público” al diari PÚBLICO, 19 de novembre de 2015.
Aquest article denuncia la manca de pluralitat existent als grans mitjans d’informació a Espanya, assenyalada fins i tot pel New York Times.
Hace unos días, uno de los diarios más conocidos hoy en el mundo, el New York Times, publicó un artículo señalando la falta de libertad de prensa en España debido a la influencia que los poderes financieros (la banca) y los gobiernos (y muy en especial del gobierno central –aunque podría haber incluido los gobiernos autonómicos como el madrileño y el catalán) tenían sobre los mayores rotativos españoles. Y, como era de esperar, la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) inmediatamente respondió indicando que el New York Times estaba guiado por prejuicios que le habían llevado a conclusiones en su reportaje sobre la prensa en España que eran claramente erróneas y carentes de objetividad y rigor, acentuando que la prensa en España “se caracteriza por la pluralidad mediática, (…) como resultado del claro compromiso de los medios de información españoles con la libertad de prensa en España”.
Hace también unas semanas que el programa “Salvados”, de la Sexta, hizo referencia a una encuesta europea sobre la credibilidad de los medios de información en varios países europeos que mostraba que la población española era una de las que creía menos en la información recibida a través de los mayores rotativos en España, hecho que los dirigentes de dos de estos rotativos (El Mundo y La Razón), entrevistados en el programa, atribuyeron a que el público español era más exigente que el de los otros países europeos, rechazando que esta amplia percepción de falta de credibilidad respondiera a la falta de objetividad y rigor de los medios.
El New York Times y la población española llevan razón
La evidencia es abrumadora de que el New York Times y la percepción popular sobre los grandes medios de información llevan razón. En realidad, el New York Times se quedó corto, pues incluso podría haber aportado más evidencias de cómo los gobiernos compran la complicidad de los medios (tanto públicos como privados) a base, en el caso de estos últimos, de subvenciones públicas. Un ejemplo claro de ello son las subvenciones que el gobierno de sensibilidad liberal de la Generalitat de Catalunya da a los mayores rotativos que se publican en esta comunidad autónoma, cantidades más que respetables, que aumentan según la docilidad de tales rotativos hacia el gobierno. Según la revista El Triangle, el Departamento de la Presidencia de la Generalitat ha dado 810.719 euros a La Vanguardia, 463.987 euros a El Periódico, 457.496 euros a El Punt Avui, 205.484 a Nación Digital, 136.998 a Vilaweb, y un largo etcétera, cantidades que el público tiene dificultades para conocer, a pesar de que son fondos públicos.
Esta compra de la complicidad de los medios explica el silencio ensordecedor de la prensa en Catalunya hacia los numerosos casos de corrupción de los partidos gobernantes, uno de tendencia neoliberal (CDC) y el otro cristianodemócrata (UDC), recientemente investigados (¡por fin!) en una comisión del Parlament de Catalunya. Dicha comisión analizó la corrupción del clan Pujol, dirigido por el ex Presidente Pujol de la Generalitat de Catalunya, fundador del partido liberal CDC y dirigente de la hasta hace poco coalición gobernante de Catalunya, CiU, que la ha gobernado durante la mayor parte del periodo democrático, como si fuera su finca particular, comprando silencios y alianzas a base de un Estado clientelar en el que la complicidad de los medios (incluyendo los públicos radiotelevisivos –como TV3 y Catalunya Ràdio-, y los privados) era esencial para la reproducción de su poder. El que fue director de La Vanguardia, el Sr. Lluís Foix, ha reconocido que esta práctica era (y continúa siendo) masiva durante el gobierno Pujol, que controlaba así los medios de información y persuasión (El Triangle, 08.10.14). Sorprendentemente, la comisión parlamentaria que analizó la corrupción en el clan Pujol no analizó la complicidad de los grandes medios en Catalunya, manteniendo silencio y ocultando la extendida corrupción existente no solo en tal clan, sino en los partidos gobernantes CDC y UDC.
Un tanto igual ocurre con los medios televisivos
Y el New York Times también se quedó corto, pues podría haber incluido los medios tanto públicos como privados televisivos en donde la influencia de la banca y de los partidos gobernantes es incluso más acentuada. La evidencia es también abrumadora y contundente de que no hay en España ni libertad de prensa, ni libertad de exposición mediática televisiva, ni pluralidad mediática. En realidad, no es exagerado hablar de dictadura mediática en España, pues la diversidad de los medios es limitadísima, con una carencia de medios críticos y de sensibilidad de izquierdas. La enorme hostilidad, sin excepciones, de los mayores medios hacia el nuevo partido progresista Podemos y hacia IU, en contraste con la enorme promoción de Ciudadanos, el instrumento del IBEX-35 (incluyendo de la banca), es un indicador más de esta dictadura.
Pero otro ejemplo es que no hay ningún rotativo en España que publicaría este artículo que está usted leyendo. De ahí que tengo que pedirle al lector que lo distribuya extensamente. En este sentido, creo que sería esencial que las fuerzas democráticas en este país, como el movimiento 15-M, se movilizaran para denunciar a tal dictadura mediática, por lo que naturalmente estos protestarían presentando tales denuncias como “ataques a la libertad de prensa”, el argumento que siempre esgrimen (como lo hacen en Latinoamérica) cuando sus intereses económicos y financieros quedan afectados. El mayor obstáculo que existe en la democracia española, que es a su vez el mayor indicador de su baja calidad democrática, es precisamente esta dictadura mediática que incluso el New York Times ha señalado.