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Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamento Crítico” al diari PÚBLICO, 28 de febrer de 2018.

En aquest article s’aplaudeix la convocatòria de les mobilitzacions feministes que està tenint lloc a Espanya, tot assenyalant que per assolir el seu objectiu (l’alliberament de la dona) necessiten aliar-se amb altres forces contestatàries del país amb les quals tinguin elements en comú en la seva lluita contra l’explotació i l’opressió. S’agafa la reivindicació de la correcció de la bretxa salarial com un exemple d’això, i es presenta informació i dades internacionals que confirmen aquesta tesi.

Como parte del surgimiento de un movimiento feminista en España que está adquiriendo una muy positiva influencia en las instituciones políticas y mediáticas del país, ha aparecido una petición para que se equilibren los salarios y las condiciones de trabajo de manera que se corrijan las grandes diferencias que existen en el mercado de trabajo entre hombres y mujeres, diferencias que se deben a la discriminación de la mujer en la sociedad española, muy acentuada debido al extenso dominio que las fuerzas conservadoras de raíz cristiana han tenido y continúan teniendo en nuestra vida política, mediática y cultural. Como consecuencia, la cultura dominante del país ha dado más poder al hombre que a la mujer. Un indicador de tal discriminación es precisamente la brecha salarial, es decir, la diferencia entre los salarios de los hombres y de las mujeres que están trabajando en los mismos puestos de trabajo y con semejantes tiempos de trabajo. Esta brecha salarial es parte de la brecha de género, que se da con particular intensidad en los países del sur de Europa incluyendo España. Veamos los datos.

Una visión internacional de la brecha de género

En un análisis de la extensión de tal fenómeno, la primera observación que debe hacerse es que hay una gran diferencia en esta brecha entre los países nórdicos de Europa versus los países del sur. Así tal brecha es mucho más baja en Suecia, Noruega y Finlandia que en España, Italia y Grecia. En realidad, los derechos de la mujer son mucho más reducidos en los países del sur que del norte de Europa. Solo para darse una idea, valga comparar los permisos de maternidad en un país como Noruega, por ejemplo (46 semanas de baja con el 100% del sueldo para la madre, y 12 semanas, también con el 100% de su salario, para los padres), con los permisos de maternidad en España (16 semanas para las madres y 4 semanas para los padres). Tal como se indica en el artículo “El modelo de bienestar nórdico” (publicado en el blog El orden mundial en el siglo XXI) en Noruega, desde el nacimiento de un hijo hasta que cumple los 18 años, cada familia recibe 125 euros mensuales por hijo y las guarderías son gratuitas hasta los 3 años, pero si se prefiere tener al hijo en casa las ayudas familiares pueden llegar a los 5.000 euros. Una situación semejante ocurre en Suecia, y nada semejante ocurre en España.

En este análisis del diferencial de derechos de género es también importante señalar que en su dimensión salarial (la brecha salarial) el problema es incluso mayor, pues los países nórdicos tienen mayores salarios y mejores condiciones de trabajo que los países del sur, tanto para los trabajadores como para las trabajadoras. Como he documentado en un artículo reciente (ver: “España es el país de la Unión Europea con peores condiciones de trabajo”, Público, 27 de febrero de 2018), el contraste entre los países nórdicos y España en cada uno de los indicadores de calidad de empleo es enorme, repito, enorme. Mientras que en los países nórdicos es donde las condiciones de empleo (salarios, condiciones de trabajo, paridad de empleo, limitación de horas extras) son mejores, España es el país de la Unión Europea de los 28 que las tiene peores. Es un auténtico escándalo ver no solo las pobrísimas condiciones de trabajo en España, sino el silencio mediático que existe sobre ello. La publicación hace unas semanas del informe comparativo más desarrollado que se ha escrito sobre la calidad de empleo en los países de la Unión Europea (“Bad Jobs” recovery? European Job Quality Index 2005-2015), mostrando la situación escandalosa (y no hay otra manera de definirlo) en la que se encuentran los trabajadores y trabajadoras de este país, ha ido acompañado de un silencio ensordecedor por parte de los mayores medios de comunicación. ¡Una vergüenza nacional! Tal informe es una crítica devastadora del Estado español (incluyendo su clase política), que no solo ha permitido sino facilitado, a través de sus políticas públicas, el desarrollo de las peores condiciones de trabajo en la Unión Europea de los 28. Repito, ¡una vergüenza nacional!

Aunque no hubiera brecha salarial, los salarios de las mujeres españolas serían los más bajos de la UE-28

El citado informe muestra que aunque la mujer española recibiera el mismo salario que el hombre, continuaría teniendo las condiciones de trabajo peores de la UE-28, con, entre otros indicadores, el mayor porcentaje de trabajadoras y trabajadores pobres. Este silencio ensordecedor de los grandes medios de información muestra que la sociedad española está profundamente enferma.

Tal brecha salarial es parte de una brecha más amplia que incluye no sólo los salarios, sino otros aspectos que condicionan la calidad de vida como las ya citadas condiciones de trabajo, el nivel educativo, la participación en el lugar de trabajo y la salud (todos ellos componentes del famoso Global Gender Gap, según el cual los países nórdicos están, de nuevo, en los niveles más altos de igualdad). Un tanto semejante ocurre cuando se utiliza otro indicador de igualdad de género, el Gender Equality Index, que mide el complejo concepto de igualdad de género y ayuda a controlar su progreso a lo largo del tiempo: combina las dimensiones de trabajo (posición en el mercado de trabajo), dinero (desigualdad de ingresos), educación, tiempo (tipos de trabajo), poder (representación política) y salud (estado de salud, acceso a servicios, etc.). Este indicador sitúa a Suecia como el país más igualitario de la UE, seguido de Dinamarca y Finlandia. Estos países vuelven a liderar la puntuación en mejora de este indicador entre los años 2005 y 2015. España está lejos de tales niveles de igualdad. En realidad, en indicadores, tales como pobreza entre las trabajadoras, España está en el nivel más alto de la UE-15.

¿Por qué estas diferencias de derechos de las mujeres y de los hombres?

La mayor causa de estas diferencias es el contexto político, que refleja no solo la relación de fuerzas existente en el país entre mujeres y hombres, sino también las diferencias de poder que se dan entre cada una de las clases sociales que existen en la sociedad y los instrumentos políticos que dichas clases tienen a su alcance. Históricamente, la clase trabajadora ha sido fuerte en los países nórdicos. Partidos políticos enraizados en el mundo del trabajo, como los partidos socialdemócratas, los partidos comunistas y otros han gobernado estos países durante la mayor parte del periodo que va desde el final de la II Guerra Mundial hasta principios de este siglo. Suecia ha sido gobernada por partidos de izquierdas durante 44 años desde 1945, y Noruega 40 años. Y a pesar de no tener movimientos feministas fuertes, las mujeres tienen muchos más derechos y menos desigualdades con los hombres que en los países del sur, donde fuerzas conservadoras han dominado la vida política durante el mismo periodo de tiempo. La inclusión de una mentalidad progresista dentro del movimiento obrero –el socialismo-, motivada por un deseo de erradicar la explotación de clase, género, y raza, explica esta situación. La articulación del proyecto de liberación de la mujer con los otros proyectos de liberación fue lo que hizo posible tales avances. Ni que decir tiene que hay mucho por hacer. Pero están mucho más avanzados que no en el sur de Europa debido a este hecho.

El movimiento feminista necesita articularse con otros movimientos de liberación

Por extraño que parezca, no existe relación entre la presencia de un movimiento feminista en un país y el grado de derechos de las mujeres de dicho territorio. El país que tiene un movimiento feminista más grande del mundo (no solo en términos absolutos, sino también proporcionales) es EEUU, el cual incluye a millones de mujeres. Tal movimiento (NOW) tiene millones de personas afiliadas a él. Y sin embargo, EEUU es uno de los países desarrollados donde las mujeres tienen menos derechos laborales, sociales y políticos. El permiso de maternidad es sumamente reducido, de solo unas pocas semanas sin derecho al pago completo del salario. Y el número de senadores y congresistas que son mujeres es bajísimo.

La causa de dicha debilidad es la excesiva sectorialización de los movimientos de liberación en aquel país. Hay movimientos de liberación de la mujer, movimientos de liberación de los afroamericanos, movimientos de liberación de los latinos, y un largo etcétera. Tal atomización de los movimientos liberadores es una característica de las sociedades enraizadas en la cultura liberal, atomización favorecida por el establishment económico, político y mediático que facilita y estimula la competitividad entre tales movimientos para conseguir el favor del Estado. La solidaridad entre los movimientos sociales para alcanzar los derechos de cada grupo dentro de un proyecto común está especialmente desincentivada en EEUU. No hay un movimiento o proyecto inclusivo que una a todos los movimientos de liberación en EEUU. Y ahí está el problema. No hay partidos progresistas que unan todas las reivindicaciones en un proyecto común. Y cuando Bernie Sanders, el candidato socialista dentro del Partido Demócrata, intentó crearlo, enfatizando que la liberación de clase podría relacionar a la mayoría de las bases de los distintos movimientos de liberación (la mayoría de mujeres, negros y latinos pertenecen a la clase trabajadora), algunos dirigentes de los movimientos feministas y de liberación de los negros le acusaron de racista y sexista, pues veían amenazado su protagonismo dentro de un proyecto más amplio común. De esta manera, el deseo de monopolizar el victimismo dificulta enormemente su propia liberación. Martin Luther King, días antes de ser asesinado, indicó que la vía de liberación de los negros era su integración en la lucha de clases que silenciosamente estaba ocurriendo en el país. Aplaudo, por lo tanto, la convocatoria de la huelga del 8 de marzo, que acentúa la raíz del problema, la alianza del patriarcado con el capitalismo, porque relaciona claramente la explotación de género con la explotación de clase, llamando a poner fin a ambas, a través de un proyecto común.

Es predecible que las derechas liberales, como Ciudadanos, que siempre miran al modelo liberal de EEUU como su punto de referencia, no quieran promover la alianza del movimiento feminista con otros movimientos contestatarios con los cuales comparten objetivos comunes como es la transformación de la sociedad española en una sociedad menos desigual, más justa y más democrática en la que la distribución de recursos sea según las necesidades de cada persona, en lugar de según su capacidad de adquisición, expresada a través de la dinámica de los mercados (tal como consta en el ideario liberal). EEUU es un ejemplo de lo que significa tal modelo. Es una de las sociedades capitalistas desarrolladas más injustas, más desiguales, menos democráticas, y con menos derechos para las mujeres.

Última observación:

La necesaria colaboración de los distintos movimientos de liberación en un país dentro de un proyecto común no es lo mismo que la instrumentalización política de tales movimientos por uno o varios partidos políticos que compartan tal proyecto común. El concepto política es mucho más amplio que partido político. En realidad, tal instrumentalización de los movimientos sociales por parte de partidos políticos ha llevado frecuentemente a la desmovilización de tales movimientos. Lo que sí que se necesita, sin embargo, es encontrar elementos comunes que permitan alcanzar dinámicas de unidad que puedan cambiar profundamente la sociedad venciendo las enormes resistencias que cualquier movimiento de liberación se encuentra. Sin vocación auténticamente transformadora y sin vocación solidaria los movimientos sociales están condenados a victorias muy parciales y reversibles. La historia está llena de ellas. El gran triunfo del capitalismo actual es el de atomizar y dividir cualquier proyecto de rebeldía, alcanzando la individualización de la protesta. Debería ser parte de un proyecto liberador alcanzar esta solidaridad basada en la comprensión de que hay un adversario común para cada una de las opresiones existentes.

Y el mejor ejemplo de ello es la brecha salarial. La mujer española continuará estando en la cola de la Unión Europea en sus condiciones de trabajo, a no ser que el movimiento de liberación feminista sea parte de un proyecto más amplio de transformación de la sociedad que intente mejorar las condiciones de la mayoría de las mujeres, que pertenecen a las clases populares, como parte de un proyecto político de transformación que requiera una amplia alianza en una coalición que podría ser liderada por tal movimiento feminista. Las mujeres nórdicas han alcanzado cuotas de poder mucho mayores que las mujeres españolas y estadounidenses porque su lucha se integró dentro de un proyecto de transformación más profundo.

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