Publicado en la revista digital SISTEMA. 19 diciembre 2008
Supongamos que existiera una casa habitada por sus dueños y en un año concreto, 1936, esta casa fuese robada por unos ladrones que mataran, torturaran y expulsaran a sus dueños y familias, instalándose en la casa y falsificando los papeles se presentaran, a partir de entonces, como sus auténticos dueños. Y supongamos que estos falsos dueños murieran y dejaran la casa a sus herederos, hasta que setenta años más tarde, los hijos y nietos de los auténticos dueños señalaran a todo el mundo que la casa había sido robada y que ellos eran los herederos de los auténticos dueños. Tales herederos querrían que se reconociera que ellos eran los auténticos dueños y se les devolviera la casa. Y algunos de ellos pedirían que los ladrones fueran juzgados. A tal petición los herederos de los ladrones y asesinos comenzarían a protestar que los herederos de los asesinados y robados estaban abriendo heridas que según ellos estaban ya cerradas, creyendo que los hijos de los robados y asesinados se habían ya olvidado de lo que les había pasado, acusándolos de que lo que estaban deseando era una vulgar venganza. A ello, añadirían, con el apoyo de algunos historiadores, que lo mejor que se podía hacer era dejar el recuerdo de aquellos hechos a los historiadores.
Por muy kafkiana que esta imagen pueda parecer, es lo que está pasando precisamente en España. La casa es la democracia española que fue robada por los golpistas fascistas, y los que hoy piden que se corrija la versión de los hechos que se ha presentado en España, denunciando el robo y asesinato, y pidiendo justicia, son los herederos de los que lucharon por la democracia, a los cuales se les ha silenciado durante la mayoría de los años. A la petición de corrección de la versión histórica y denuncia de los responsables de lo acaecido, los herederos de los ladrones y asesinos responden que los auténticos dueños también habían cometido asesinatos y robos, olvidando que el robo mayor fue el del edificio y que los robados, aunque hicieron algunas tropelías en un acto de intentar defender la casa, luchaban en una causa justa: la recuperación de la casa. Y aun otros señalan ahora que en realidad tampoco está claro que se había robado la casa, alegando que la realidad es muy compleja, y que no hay que ser maniqueos. La historia, se nos dice, no es de buenos y malos, y hay que juzgarla con un cierto relativismo ético. Hay que ver tanto el punto de vista del nazi como el del judío gaseado en los campos de concentración y tanto el punto de vista del fascista español como el del asesinado por el primero. También se nos dice que cada persona y clase social tiene el derecho de creer y promover la versión histórica que le favorezca, incluyendo la de los que robaron la casa. Por lo general éstos también se oponen a que el estado español corrija la versión histórica que se enseña en las instituciones públicas, como en las escuelas y en medios públicos, porque esto sería equivalente a intervenir en la propia historia, que debe dejarse en las manos de los historiadores.
Y así estamos. España ha sido el único país que ha sufrido el fascismo y nazismo, cuyos asesinos no han sido juzgados. Como se decía durante la dictadura, Spain is different.