nov 09

El bloc del professor Navarro presenta la resposta dels professors Jordi Calero i Joaquim Prats, catedràtics d’economia educativa de la Universitat de Barcelona, a les crítiques injustificades i manipulades de l’informe de la Fundació Jaume Bofill sobre l’informe PISA a Catalunya durant el període del govern tripartit.

El pasado martes la Fundació Jaume Bofill dio a conocer el estudio “PISA 2009: evaluación de las desigualdades educativas en Catalunya”. En la presentación, así como en diversas entrevistas posteriores del director del informe, se sugirió la existencia de anomalías en los procedimientos de aplicación de PISA, anomalías orientadas a mejorar artificialmente los resultados. Se aludió, entre otras cosas, a la exclusión intencionada, en la muestra, de alumnos que podían obtener puntuaciones bajas.

Los firmantes de este artículo ocupamos la presidencia del Consell Superior d’Avaluació durante el periodo en el que se realizó el PISA-2009. Como las afirmaciones vertidas ponen en duda nuestra competencia profesional y el rigor de nuestras actuaciones, quisiéramos aclarar que tanto el Informe de la F. Bofill como la presentación contienen inexactitudes y apreciaciones erróneas, que sólo pueden desprenderse de una falta de profesionalidad, de una actitud malintencionada o, quizás, de una combinación de ambas.

En el informe se aprecian  algunos errores de una cierta gravedad.  Se insinúa que la muestra fue “cocinada” por la administración catalana. Es evidente que los autores del mencionado informe desconocen o no desean conocer cómo se realizan las muestras PISA y como se aplican las pruebas.

Una durísima crítica al informe de la Fundació Bofill es la que ha efectuado Andreas Schleicher, máximo responsable del programa PISA en la OCDE. En una nota, dirigida a diferentes medios de comunicación, se dice, por ejemplo, que algunas de las afirmaciones del Informe “están basadas esencialmente en malas interpretaciones de los datos sobre las tasas de exclusión y los estándares de muestreos empleados por la OCDE […] No existen motivos para creer que pueda haber ninguna irregularidad tanto en la muestra como en la recogida de datos”. Más contundente imposible.

Quizá los autores del mencionado informe debieran saber que la muestra de centros que realizan la prueba PISA se selecciona por la agencia australiana ACER, a la que la OCDE encarga esta fase del proceso. El Consell Superior d’Avaluació recibe unos días antes el listado de centros, tanto de primera opción, como sustitutos. Si por alguna circunstancia o incidencia un centro no puede realizar la prueba, se pide autorización a la OCDE para efectuar el cambio. En el caso  del PISA 2009 solo se utilizaron los centros seleccionados en primera opción. Los alumnos de cada centro fueron elegidos aleatoriamente conforme un protocolo general  que marca la OCDE. Y se hizo correctamente, tal como señala el Sr. Andreas Schleicher en su nota.

Se podría pensar que hasta aquí no hay dudas en la objetividad y representatividad de la selección de alumnos. La duda podría darse si los que aplicaran las pruebas fuesen miembros de la administración catalana: personal del Consell o inspectores, por ejemplo. Sin embargo, los aplicadores pertenecen a una empresa contratada, tras concurso público, que se encarga de la aplicación y grabación de datos para todos los centros de la muestra estatal. Las personas que acuden a los centros pertenecen a la mencionada empresa y nadie de la administración interviene más que como observador o facilitador.

Aunque el Consell elabora un amplio informe de cada edición del PISA, los datos que se dieron en la rueda de prensa del 7 de diciembre de 2010 fueron los que había elaborado la OCDE. Cuestionar estos resultados es cuestionar el rigor del programa en el que intervienen destacados especialistas internacionales. Quizá los autores del informe de la Fundación Bofill deberían dirigirse a ellos para interpelarlos o, mejor aún, ofrecerse a la OCDE para sustituir a los equipos técnicos que realizan actualmente el informe PISA.

Desde el punto de vista de la honestidad intelectual y del rigor que nos debe caracterizar a los que nos dedicamos a la investigación social, parecería conveniente que los autores del mencionado estudio reflexionaran y revisaran sus apresuradas conclusiones que, como queda patente en la nota emitida por el director internacional del proyecto PISA, son palmariamente inexactas y llenas de errores técnicos.

Es difícil minimizar las consecuencias que un informe de una prestigiosa institución como es la Fundació J. Bofill puedan tener sobre la comunidad educativa y la opinión pública en general; especialmente teniendo en cuenta la prudencia que es exigible para abordar temas educativos tan vapuleados y maltratados frecuentemente en los medios de comunicación. Reflexionen y mejoren su trabajo, esa es nuestra sugerencia.

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