Publicado en el periódico digital EL PLURAL, 20 febrero 2009
El énfasis que los medios de información han dado a la figura de Obama ha ocultado una movilización popular en EE.UU., que ha adquirido un tono claramente antiestablisment, haciendo posible la candidatura y victoria de Obama. En contra de lo que se presenta, no es Obama el que ha creado un movimiento sino el movimiento de protesta ha hecho un Obama posible. Una movilización especialmente interesante ha sido la movilización de los sindicatos que exigen una expansión de los derechos laborales, muy restringidos en EE.UU.
La atención mediàtica hacia la figura del candidato, ahora Presidente Obama, presentándolo como el generador de un movimiento popular, ha significado que se desconozca la gran movilización popular que está existiendo en EE.UU. y que ha hecho la elección de Obama posible. El enorme descrédito de las instituciones políticas representativas que existe en EE.UU., consecuencia de la percepción generalizada entre las clases populares de que tales instituciones no representan los intereses de la población sino los de los grupos financieros, económicos y corporativos que financian las campañas electorales de los políticos, explica que todos los candidatos de las últimas elecciones tuvieran que presentarse como anti-Washington. Washington representa –a los ojos de la mayoría de la ciudadanía- el maridaje de la clase política con lo que se llama en aquel país the Corporate Class, la clase empresarial que incluye las grandes empresas del país.
Esta movilización anti-Washington se presenta en formas diferentes. Una de ellas es la movilización de los sindicatos presionando al gobierno Obama para que pase una ley (a lo cual se comprometió en la campaña electoral) que facilite la sindicalización de los trabajadores, un derecho muy restringido en EE.UU. debido al enorme poder de la Corporate Class. Según las últimas encuestas, nada menos que el 73% de la población que trabaja desearía tener tal Ley. El 68% de los trabajadores no sindicalizados desearían estarlo, pero temen hacerlo pues no es infrecuente que un trabajador sea despedido por intentar sindicalizar a sus colegas en el puesto de trabajo. El despido implica no sólo la pérdida del salario sino también la atención sanitaria del trabajador y de su familia. Hoy el 62% de los ciudadanos estadounidenses obtienen su cobertura sanitaria a través de su empresa. Los empresarios negocian (en los altamente descentralizados convenios colectivos) con sus empleados y trabajadores no sólo los salarios, sino también la cobertura sanitaria, pagando a las compañías de seguro sanitario la póliza para el aseguramiento privado. Esta es, por cierto, la propuesta de reforma sanitaria que han hecho en España los partidos conservadores y liberales, como el PP y el CIU, con el objetivo de facilitar el aseguramiento privado de la sanidad (mediante la desgravación del aseguramiento privado colectivo). En EE.UU. cuando un trabajador pierde su trabajo, pierde también su cobertura sanitaria, lo cual explica el enorme miedo que tiene el trabajador a perder su puesto de trabajo. Estados Unidos es el país donde hay menos días perdidos como consecuencia de huelgas. La disciplina laborar se sostiene en base a que los beneficios sociales (incluyendo los sanitarios) los controlan los empresarios. De ahí que las asociaciones empresariales se opongan a la cobertura sanitaria universal (en las que sea el gobierno el que financie y garantice la cobertura sanitaria) pues les privaría del poder controlar a la fuerza de trabajo. Se explica así porque los sindicatos han sido los agentes sociales que han presionado más parta conseguir la universalización de los beneficios sanitarios en EE.UU.
Pero otra demanda de los sindicatos es el poder conseguir el derecho de sindicalización. Es decir que el sindicato pueda existir en una empresa cuando la mayoría de trabajadores así lo pida. Este derecho tan elemental no existe en EE.UU. El empresario tiene, en la práctica, el poder de controlar el proceso de las elecciones. Esta demanda sindical será uno de los puntos de batalla en la época Obama. El mundo empresarial luchará hasta el último momento para que esta propuesta no se convierta en Ley.
Pero esta movilización sindical está recuperando la historia de la lucha por los derechos laborales en EE.UU. Figuras que eran prohibidas y que habían estado vetadas en los medios de comunicación durante todos estos años están siendo ahora reconocidas. Uno de los momentos más emotivos en las fiestas de inauguración del Presidente Obama fue precisamente cuando medio millón de personas que asistieron al concierto de Washington (el domingo antes del día de la Inauguración) siguieron la última canción del concierto que, por petición popular, fue de Peter Seeger (que junto con Woody Guthrie habían sido los fundadores de la canción de protesta del mundo del trabajo frente a la enorme explotación de clase que existe en EE.UU.) que estuvo vetado en los mayores medios de información de EE.UU. por muchos años. Peter Seeger cantó, junto con Bruce Springsteen (que se refirió a Peter Seeger, de 89 años, como su maestro y su inspiración), el himno de las izquierdas estadounidenses This Land is your Land (Esta Tierra es tu Tierra), utilizando la letra original de la canción que había estado prohibida durante todos estos años. La multitud cantó al unísono con una gran emotividad. Era el principio del fin de McCartyismo. No estaba programado, pero el acto fue de una enorme emotividad. El Presidente electo Obama, sentado en la primera fila, sonreía y se balanceaba al ritmo de la canción. Pero era obvio que no sabía la letra original de la canción, sus labios sonreían pero no podía seguir las palabras de la canción. Era el ritmo de la multitud lo que hacía mover a Obama, pero sin que este cantara todavía la misma canción. Ahí está el futuro reto de la movilización popular, que Obama aprenda la letra y el espíritu de aquella canción, hasta hace poco prohibida y marginada en aquel país.