Article publicat per Vicenç Navarro a la revista EL VIEJO TOPO, octubre de 2013
Aquest article analitza com la relació entre el món del capital i el món del treball ha configurat les crisis actuals, tant econòmiques com financeres.
Es sorprendente que en la extensísima literatura que se ha escrito sobre las causas de las crisis actuales muy poco se ha centrado en el conflicto capital-trabajo (lo que solía llamarse lucha de clases) y su génesis en el desarrollo de tal crisis. Una posible causa de esta situación es la enorme atención que ha tenido la crisis financiera como la supuesta causa de recesión actual. Pero tal atención ha desviado a los analistas del contexto, no sólo económico, sino político, que no sólo determinó, sino que configuró tal crisis financiera así como la económica, la social y la política. En realidad no se puede analizar cada una de ellas y la manera como están relacionadas sin referirse a tal conflicto. Como bien dijo Marx, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y las crisis actuales (desde la financiera a la económica, pasando por la social y política) es un claro ejemplo de ello.
Veamos los datos. Durante el periodo post II Guerra Mundial, dicho conflicto se mantuvo a través de un pacto entre el capital y el mundo del trabajo que determinó que los salarios, incluyendo el salario social (que se reflejó en el aumento de la protección social mediante el desarrollo de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar), evolucionaran acorde, predominantemente, con el aumento de la productividad. Como consecuencia de ello, las rentas del trabajo aumentaron considerablemente, alcanzando su máximo (a los dos lados del Atlántico Norte) en la década de los setenta (la participación de los salarios, en términos de compensación por empleado, en EEUU fue del 70% del PIB; en los países que serían más tarde la UE-15, este porcentaje era el 72,9%; en Alemania un 70,4%; en Francia un 74,3%; en Italia un 72,2%; en el Reino Unido un 74,3% y en España un 72,4%).
Este pacto social se rompió a finales de la década de los setenta y principios de los años ochenta como consecuencia de la rebelión del capital ante los avances del mundo del trabajo. La respuesta del capital fue el desarrollo de una cultura económica nueva basada en el liberalismo, pero con una mayor agresividad, resultado, en aquel momento, de su postura defensiva frente a los avances del mundo del trabajo. Su versión en políticas públicas fue lo que se ha llamado neoliberalismo, que tenía como objetivo recuperar el terreno perdido mediante el debilitamiento del mundo del trabajo . A partir de entonces, el crecimiento de la productividad no se traduciría tanto en el incremento de las rentas del trabajo, sino en el aumento de las rentas del capital. Y esta respuesta, mediante el desarrollo de las políticas neoliberales (que constituían un ataque frontal a la población trabajadora), ha sido muy exitosa. Las rentas del trabajo descendieron en la gran mayoría de países citados anteriormente. En EEUU pasaron a representar en 2012 el 63,6% del PIB; en los países de la UE-15 el 66,5%; en Alemania el 65,2%; en Francia el 68,2%; en Italia el 64,4%; en el Reino Unido el 72,7%; y en España el 58,4%. El descenso de las rentas del trabajo durante el periodo 1981-2012 fue de un 5,5% en EEUU, un 6,9% en la UE-15, un 5,4% en Alemania, un 8,5% en Francia, un 7,1% en Italia, un 1,9% en el Reino Unido y un 14,6% en España, siendo este último país donde tal descenso fue mayor.
El contexto político
Tales políticas fueron iniciadas por el Presidente Reagan en 1980 y por la Primera Ministra, la Sra. Margaret Thatcher, en 1979 en el Reino Unido. Estas políticas fueron también aceptadas como inevitables y necesarias por el gobierno de François Mitterrand en Francia en 1981, al sostener que su programa de clara orientación keynesiana (con el cual había sido elegido) no podía aplicarse debido a la europeización y globalización de la economía, postura sostenida más tarde por la corriente dominante dentro de la socialdemocracia europea conocida como Tercera Vía. La aplicación de las políticas neoliberales, definidas como socio-liberales dentro de esa tradición política, caracterizaron las políticas de los gobiernos socialdemócratas en la UE. Todas ellas tenían como objetivo facilitar la integración de las economías de los países de la UE en el mundo globalizado, aumentando su competitividad a base de estimular las exportaciones a costa de la reducción de la demanda doméstica, reduciendo los salarios. De ahí deriva que una consecuencia de estas políticas fuera que el aumento de la productividad no repercutiera en el aumento salarial, sino en el aumento de las rentas del capital.
Para alcanzar este objetivo, el desempleo fue un componente clave para disciplinar al mundo del trabajo. En todos estos países, el desempleo aumentó enormemente. Pasó de ser un 4,8% en EEUU en 1970 a un 9,6% en 2010. En los países de la UE-15 pasó de un 2,2% a un 9,6%; en Alemania de un 0,6% a un 7,1%; en Francia de un 1,8% a un 9,8%; en Italia de un 4,9% a un 8,4%; en el Reino Unido de un 1,7% a un 7,8% y en España de un 2,4% a un 20,1%, siendo este crecimiento mayor en este último país.
Esta polarización de las rentas, con gran crecimiento de las rentas de capital a costa de las rentas del trabajo, fue el origen de las crisis económicas y financieras. La disminución de las rentas del trabajo creó un gran problema de escasez de demanda privada, que pasó desapercibida como consecuencia de varios hechos. Uno de ellos fue la reunificación alemana en 1990 y el enorme gasto público que la acompañó (a fin de incorporar el Este de Alemania al Oeste y facilitar la expansión de la Alemania Occidental en la Oriental), que se financió principalmente a base de aumentar el déficit público de Alemania, pasando de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit desde ese año, alcanzando un 3,4% en 1996, estando en déficit cada año desde 1989. Alemania siguió, pues, una política de estímulo, a través del gasto público, que (como resultado de su tamaño y centralidad) benefició a toda la economía europea.
El segundo hecho fue el enorme endeudamiento de la población, endeudamiento que retrasó el impacto que el descenso de las rentas del trabajo tuvo en la reducción de la demanda. Este endeudamiento fue facilitado en Europa con el establecimiento del euro, que tuvo como consecuencia la tendencia a confluir los intereses de los países de la Eurozona hacia los existentes en Alemania. La sustitución del marco alemán y la de todas las otras monedas de la Eurozona por la misma moneda, el euro, tuvo como consecuencia la alemanización de los intereses monetarios. El caso de España es un claro ejemplo. El precio del crédito nunca había sido tan bajo, facilitando el enorme endeudamiento de las familias (y empresas) españolas, pasando así desapercibida la enorme pérdida de capacidad adquisitiva de la población trabajadora.
Por otra parte, la gran acumulación de capital (resultado de que la mayor parte del aumento de riqueza de los países, causado por el aumento de la productividad, fuera predominantemente a aumentar las rentas del capital en lugar de las rentas del trabajo) explica el aumento de las actividades especulativas, incluyendo la aparición de las burbujas, de las cuales las inmobiliarias fueron las más comunes, aunque no las únicas. La rentabilidad era mucho más elevada en el sector especulativo que en el productivo, el cual estaba algo estancado, como resultado de la disminución de la demanda. El crecimiento del capital financiero fue la característica de este periodo a los dos lados del Atlántico Norte, crecimiento resultante del endeudamiento y de las actividades especulativas. Este crecimiento se basaba, en parte, en la necesidad de endeudarse, debido al continuo descenso del crecimiento anual de la compensación salarial en todos estos países, una situación especialmente acentuada en los países de la UE-15. Así, tal crecimiento anual medio en los países de la Eurozona descendió de un 3,5% en el periodo 1991-2000 a un 2,4% en el periodo 2001-2010; en Alemania de un 3,2% a un 1,1% y en España de un 4,9% a un 3,6%.
La explosión de las burbujas
Los establishments financieros y políticos, tanto de la Unión Europea como de la mayoría de países de la Eurozona, creyeron que la crisis financiera estaba creada y originada por el colapso del banco estadounidense Lehman Brothers y se limitaría al sector bancario de EEUU. Thomas Palley cita al que era Ministro de Finanzas alemán, el socialista Peer Steinbrück (hoy candidato a la presidencia del partido socialdemócrata) que profetizó que aquello significaría el fin del estatus de EEUU como gran poder financiero, como resultado de las debilidades del sistema financiero estadounidense. Este colapso del dólar, según él, beneficiaría al euro.
La gran ironía de estas predicciones es que el que al final salvó a la banca alemana fue el Federal Reserve Board (FRB), el Banco Central de EEUU. El modelo alemán basado en la exportación hizo a la banca alemana enormemente vulnerable a ser contaminada. Los bancos alemanes estaban masivamente intoxicados con los productos especulativos de la banca estadounidense. Grandes bancos alemanes (como el Sachsen LB, el IKB Deutsche Industriebank, el Deutsche Bank, el Commerzbank, el Dresdner Bank o el Hypo Real Estate) así como las Cajas alemanas (como BayernLB, WestLB y DZ Bank) entraron en el periodo 2007-2009 en una enorme crisis de solvencia, teniendo que ser todos ellos rescatados, muchos de ellos, por cierto, con la ayuda del FRB de EEUU.
La orientación económica, basada en la exportación (algo típico del modelo liberal), había contagiado profundamente al capital financiero alemán, como resultado de sus inversiones financieras tanto en la banca estadounidense (llena de productos tóxicos) como en los países periféricos llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y más tarde GIPSI (con la incorporación de Italia), llenas de actividades especulativas de tipo inmobiliario. En realidad la crisis financiera alemana y europea era incluso peor que la estadounidense y, cuando la enorme burbuja especulativa explotó (al paralizarse la banca alemana), apareció con toda crudeza el enorme problema del endeudamiento causado por la reducción de la demanda, al cual hice referencia en apartados anteriores.
¿Por qué la crisis financiera es peor en Europa?
Una de las causas de ello es la arquitectura del sistema de gobierno del euro, resultado del dominio del capital financiero en su gobernanza. Tal sistema de gobierno es producto de un diseño neoliberal que se basa, en parte, en la diferencia de comportamientos entre el Banco Central Europeo (BCE) y el FRB y, en parte, en el distinto tipo de modelo exportador de EEUU y la Eurozona (multipolar en EEUU y centrado en la propia Eurozona en el caso europeo).
El BCE no es un banco central. El FRB sí lo es. El BCE no presta dinero a los Estados y no los protege frente a la especulación de los mercados financieros. De ahí que los Estados periféricos estén tan desprotegidos, pagando unos intereses claramente abusivos que han dado pie a la enorme burbuja de la deuda pública de estos países. Esto no ocurre en EEUU. El FRB protege al Estado de EEUU. California tiene una deuda pública preocupante como lo es la griega, pero esto no es una situación asfixiante para su economía. Sí lo es en Grecia.
A la luz de estos datos es absurdo que se acuse a los países periféricos de haber causado la crisis debido a su falta de disciplina fiscal. España e Irlanda estaban en superávit en sus cuentas del Estado durante todo el periodo 2005-2007. Eran los discípulos predilectos de la escuela neoliberal, dirigida por la Comisión Europea, siendo el Ministro Solbes, que había sido Comisario de Asuntos Económicos de la UE, el arquitecto de tal ortodoxia. En realidad, Alemania, durante el periodo 2002-2007, tuvo déficits públicos mayores que la supuestamente indisciplinada España.
No fue su inexistente falta de disciplina, sino la falta de un Banco Central que apoyara su deuda pública lo que causó el crecimiento de los intereses de la deuda pública, provista por los bancos alemanes entre otros, que se beneficiaron de la elevada prima de riesgo. El fin primordial de las medidas de recortes del gasto público, incluyendo el gasto público social, es pagar los intereses a la banca alemana, entre otros. El enorme sacrificio de los países GIPSI no tiene nada que ver con la explicación que se da en los medios y otros fórums de difusión del pensamiento neoliberal que atribuyen los recortes a la necesidad de corregir sus excesos, sino a pagar a una banca que controla el BCE que, en lugar de proteger a los Estados, los debilita para que tengan que pagar mayores cantidades a la banca. La evidencia de ello es abrumadora. El famoso rescate a la banca española es, en realidad, el rescate a la banca europea, incluyendo la alemana la cual tiene invertidos más de 200.000 millones de euros en activos financieros españoles.
Una nueva explicación de la crisis
Una variación de esta explicación es el argumento de que el problema de la Eurozona es el grado del diferencial de competitividad, con alta competitividad en el centro –Alemania y Holanda- y baja competitividad en el sur –GIPSI-. Este diferencial explica que los primeros tengan balanzas de comercio exterior positivas (exportan más que importan), mientras que los segundos las tienen negativas (es decir, importan más de lo que exportan). De ahí que la solución pase por un mayor crecimiento de la competitividad de los segundos. Y la mejor manera es bajar los salarios (lo que se llama devaluación doméstica).
Pero tal explicación tiene serios problemas. En primer lugar, ni Irlanda ni Italia tenían balanzas comerciales negativas cuando la crisis se inició. Es más, el crecimiento del componente negativo de la balanza de pagos en los países GIPSI se debió predominantemente al aumento de las importaciones, resultado del endeudamiento, no del descenso de la productividad o competitividad. Y ahora la mejora de su balanza comercial se debe a su escasa demanda. En ambos casos, poco que ver con cambios en la competitividad. En realidad, la productividad laboral estandarizada por actividad económica no es sustancialmente diferente en España que en Alemania. El problema, pues, no puede explicarse por un diferencial de competitividad, sino por un diferencial de demanda, acentuado a nivel europeo por un problema estructural, resultado del descenso de las rentas del trabajo. El motor de la economía de la eurozona se basa en el modelo exportador alemán, cuyo éxito se basa en la moderación salarial alemana (con salarios muy por debajo del nivel que les corresponde por el nivel de productividad), en la imposibilidad de los países periféricos de poder reducir el precio de su moneda (beneficiando a Alemania con ello), en la enorme concentración de euros, la movilidad de capitales de la periferia al centro y el dominio de las estructuras financieras, a través de la enorme influencia sobre el BCE que no actúa como un Banco Central. Ver la balanza de pagos como resultado de una diferencia de productividad es profundamente erróneo.
En realidad, Alemania debería actuar como motor estimulante de la economía, no mediante el aumento de sus exportaciones (basadas en bajos salarios), sino en un crecimiento de su demanda doméstica, incrementando sus salarios y su escasa protección social. El trabajador alemán tiene más en común con los trabajadores de los países GIPSI que con su establishment financiero y exportador. Y en los países periféricos deberían seguirse también políticas de estímulo, revirtiendo las políticas de austeridad que están contribuyendo a la recesión, además del malestar de las clases populares, políticas a las que se opondrán los agentes del capital, pues éstos verán reducidos sus ingresos. Así de claro. Marx, después de todo, llevaba razón.
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