Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 21 de marzo de 2014
Este artículo analiza los intereses que la estructura gobernante de la Unión Europea (y de EEUU) tienen en Ucrania.
La imagen más generalizada de lo que ocurre en Ucrania es la de que un movimiento popular se ha extendido, deponiendo a un gobierno autoritario y corrupto que había dejado de tener apoyo entre la población como resultado de una serie de decisiones, incluyendo su escaso entusiasmo por la futura integración en la UE y el consiguiente acercamiento hacia Rusia como aliado preferente. La mayoría de la población que se alzó contra el gobierno deseaba que el partido gobernante se acercara más al Oeste que al Este.
Hasta ahí la percepción generalizada, la cual tiene bastantes elementos que concuerdan con la realidad. Pero no todos. Y algunos son claramente insuficientes. En esta imagen que se presenta se ignoran otros intereses, pues, aun cuando se ha hablado mucho de los intereses de Rusia en Ucrania, y muy en especial en Crimea, apenas se ha hablado de los intereses de la UE en aquel país.
Pero comencemos primero por algunas notas aclaratorias de la situación real. Una es que esta revuelta, auténticamente popular, está siendo instrumentalizada por una alianza que tiene muy poca sensibilidad o motivación democrática. En realidad, el movimiento nazi de ultraderecha Svoboda, caracterizado por su ultranacionalismo, está dominando la dirección de aquel movimiento, en coalición con el movimiento liderado por la presidenta anterior, Yulia Timoshenko, que había sido condenada por los tribunales por abuso de poder.
Las fuerzas que han apoyado esta transferencia del liderazgo han sido precisamente la UE y EEUU (mucho más la primera que el segundo). ¿Por qué? Ahí hay tantas teorías como analistas. Pero, una que parece consistente es que la economía está en una situación desesperada. El gobierno elegido, que ha sido depuesto, iba a obtener prestados 15.000 millones de dólares del gobierno ruso. La retirada de este apoyo crea un problema grave a Ucrania. De ahí que la Troika (mira por donde, aparece por todas partes), que favorece el distanciamiento de Ucrania de Rusia y su acercamiento a la UE, piense en proveer esta “ayuda económica” a condición de que se hagan los cambios predecibles mostrados en las políticas de austeridad aplicadas ya en otros países. La Troika ya ha presentado a Letonia como un ejemplo a seguir. En aquel país, las políticas de austeridad forzaron la emigración del 10% de la fuerza de trabajo, siendo uno de los países del Este donde un mayor número de suicidios y homicidios ha tenido lugar en los años de la reforma.
La Troika sabe que las políticas de austeridad requieren mano dura, de lo que son conscientes los nuevos dirigentes de la revuelta, que, con jocosidad y cierto humor negro, se han presentado voluntarios para gobernar por un periodo corto, sabiendo que la enorme impopularidad de las medidas a tomar no permitirá su continuidad en un sistema electoral democrático. De ahí que se autodefinan como “el gobierno del suicidio político”, conscientes de su próxima impopularidad.
No sería, pues, de extrañar que la ilusión de la población por la Unión Europea desaparezca pronto cuando descubran, en sus propias carnes, lo que supone el coste de su pertenencia a la UE. Pasará probablemente en Ucrania lo que ha pasado en España: que el sueño europeo se ha ido transformando en la pesadilla europea. La integración en Europa significará la apertura de Ucrania al capital, predominantemente financiero, que especulará, como hizo en España, con la propiedad de la tierra y otros recursos nacionales, que dejarán pronto de ser nacionales para pasar a ser extranjeros. Esta es, por cierto, la experiencia de los países del este de Europa. Ser objeto de la especulación financiera, por un lado, y mano de obra barata para las empresas europeas y, muy en especial, alemanas, que pronto sustituirán a las empresas nacionales, por el otro. Esta ha sido la situación de Letonia, Eslovenia, Rumanía, Hungría y otros países que, uno tras otro, se han integrado en la Unión Europea.
Y todo ello apareciendo como una nueva encarnación de la Guerra Fría. Rusia está pasando a sustituir a la Unión Soviética como el posible nuevo enemigo de Occidente. A fin de diluir los lazos históricos entre Ucrania y Rusia, una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue abolir la ley que protegía el uso de la lenguas minoritarias, entre ellas el ruso, hablado mayoritariamente en la parte este del país, así como prohibir el Partido Comunista, que ha tenido su mayor apoyo en estas partes de Ucrania, movimientos todos ellos que han generado una respuesta militar de Rusia (para salvar su base militar naval en Crimea). Para mayor extensión, leer mi artículo “Lo que no se está diciendo sobre Ucrania” (Público, 18.03.14).
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