Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna «Pensamiento Crítico» en el diario PÚBLICO, 17 de septiembre de 2014.
Este artículo analiza la situación en Catalunya y en España, detallando tres hechos acaecidos en estos últimos días que tienen gran significado para entender la situación política a los dos lados del Ebro.
La semana pasada ocurrieron tres eventos que simbolizan la situación de este país en el que vivimos. Uno fue la muerte del mayor banquero de España, el Sr. Emilio Botín, y la enorme visibilidad mediática que tal hecho despertó, con una gran alabanza y admiración por parte de los mayores medios de información del país hacia su figura. En realidad, el número de artículos extraordinariamente laudatorios aparecidos en los cinco rotativos más importantes del país es semejante al que se dedica a grandes figuras del Estado con ocasión de su muerte. Estas muestras de respeto hacia una de las personas más poderosas del país, clara representante de su sector financiero, son predecibles por parte de unos medios que están profundamente endeudados y dependen, en gran medida, del beneplácito de las mayores instituciones financieras, y muy en particular de la banca. La interrelación entre dicho sector financiero y los medios de comunicación, así como los partidos políticos en España, es una realidad bien conocida y documentada en este país a los dos lados del Ebro.
El Sr. Botín era una figura central en lo que en la terminología anglosajona se llama el establishment, es decir, la estructura de poder financiero, económico, mediático y político del país, que lo gobierna y ejerce una gran influencia sobre el Estado, tanto central como autonómico. Reflejo de esta abusiva influencia es la enorme inmunidad de la banca y de los banqueros en España ante su comportamiento delictivo, como bien subraya el profesor Juan Torres en su excelente artículo “El banquero que hablará de tú a Dios”, Público, 10.09.14). Es extraordinario que haya habido tal alabanza hacia una pieza clave, el Banco de Santander, del sistema bancario europeo y español, que ha sido tan responsable, con sus comportamientos especulativos, de la crisis económica y financiera actual. Los componentes de este establishment se felicitan entre ellos, ignorando el enorme sufrimiento humano que sus comportamientos determinan.
Ahora bien, hoy este establishment está concienciándose de que su existencia y reproducción están en peligro. Su legitimidad, punto básico para su existencia, está siendo ampliamente cuestionada. Y el Sr. Botín era plenamente consciente de ello. Días antes de morir, indicó que estaba muy preocupado por lo que está ocurriendo en Catalunya y por la aparición del fenómeno Podemos, que se ha convertido en un partido (que tiene menos de medio año de existencia) con la tercera intención de voto más alta del país. El Sr. Botín consideraba tales hechos enormemente preocupantes, reflejando con ello la preocupación, ampliamente extendida en ese establishment (incluidos los mayores medios de información y persuasión), de que, por un lado, lo que llaman el “problema catalán” se está desbordando, y que, por el otro, el movimiento político Podemos podría llegar a ser más que un suflé. En realidad, durante muchos años creyeron que el movimiento a favor del derecho a decidir en Catalunya era también un suflé que desaparecería. La testaruda realidad ha mostrado, sin embargo, que el suflé se estaba solidificando y consolidando, creciendo más y más. Y ahora, el otro gran temor (en realidad, pánico) es que el supuesto suflé de Podemos se convierta en un cuerpo sólido que todavía crezca más. Hoy, el establishment comienza a estar seriamente preocupado de que aquella imagen tan bien sintetizada por el movimiento 15-M, que señalaba que las instituciones representativas, en realidad, “no nos representan”, sea compartida –según todas las encuestas- por la mayoría de la población en España. Y el establishment comienza a darse cuenta.
La “V” de Barcelona en el 11 de septiembre
El segundo hecho que el Sr. Botín hubiera considerado muy preocupante es la manifestación a favor del derecho a decidir en Catalunya, que alcanzó unas dimensiones claramente amenazantes para dicho establishment y su Estado, un Estado que nunca ha aceptado la plurinacionalidad de España. Aproximadamente 1.800.000 personas, según la Guardia Urbana de Barcelona, salieron a la calle exigiendo el derecho a decidir sobre su articulación con el Estado español. Todas las personas que estuvimos en esa marcha no olvidaremos nunca aquella manifestación, que muestra el enorme poder que la población tiene cuando se junta en defensa de una causa que considera justa. Un porcentaje elevado del posible electorado participó, exigiendo el derecho democrático a decidir a través de una forma de participación democrática directa (y no solo indirecta, a través de la vía representativa). Esta forma de participación democrática, a través de referéndums, está muy poco desarrollada y permitida en el sistema democrático español, como resultado del enorme temor que las fuerzas conservadoras, que controlaban el aparato del Estado franquista y dominaron también el proceso de Transición de la dictadura a la democracia, tenían hacia esta forma de expresar el deseo y mandato popular. En su lugar, se promovió como la única vía de participación democrática la indirecta, es decir, a través de la vía representativa, que en el caso español se ha limitado al juego político entre las élites dirigentes de los partidos, creando una estructura de poder político controlado por un bipartidismo muy acentuado que, en la práctica, controla todas las ramas del Estado (y no solo la legislativa), estableciéndose lo que se ha venido a llamar una casta –que la población percibe que “no la representa”-. La exigencia de democracia directa es una demanda que encuentra una enorme resistencia por parte de esa casta, pues percibe correctamente que esta demanda limitaría enormemente sus privilegios, forzando su desaparición.
El temor a la democracia
Esta demanda es doblemente amenazante cuando toca un tema clave para su propia existencia: la estructuración del Estado, y, en consecuencia, de la relación de los distintos pueblos y naciones de España con tal Estado. El enorme dominio de las derechas en la Transición inmodélica creó no solo un Estado poco representativo, con una democracia muy limitada, sino un Estado pobre, con escasa sensibilidad social (España, 36 años después del inicio de la democracia, continúa estando a la cola de la Unión Europea de los Quince en gasto público social por habitante), muy poco redistribuidor, con una gran densidad de corruptos (lo que está bien reflejado por el famoso eslogan del 15-M “no hay pan para tanto chorizo”) y que nunca ha permitido el desarrollo de la España real, es decir, la España plurinacional. Es esta inviabilidad a este reconocimiento que caracteriza al Estado español hoy lo que está creando el enorme crecimiento del independentismo en Catalunya. El hecho de que este Estado uninacional sea el mismo Estado responsable del enorme retraso social de España explica que hoy en Catalunya haya millones de catalanes que se sienten españoles que votarían a favor de la independencia, por considerar al Estado español incambiable. El problema español lo ven como irresoluble en la situación actual.
Lo que pasó en Catalunya el 11 de septiembre
El tercer hecho de la última semana es la propia manifestación, y fui testigo de ello. El Procés Constituent, un movimiento político social al cual apoyo, comprometido con un cambio profundo de Catalunya, exigiendo que sean las clases populares –la mayoría del pueblo catalán- las que decidan, no solo sobre la relación de Catalunya con España, sino sobre todas las dimensiones que afectan a la cotidianeidad de dicho pueblo, convocó un acto dentro de la “V”. Y para mostrar su solidaridad con otros pueblos y naciones de España dio la bienvenida a las Marchas de la Dignidad, con delegados de Andalucía, de Galicia y de Madrid. El acto se celebró en la plaza donde coinciden la Diagonal (una de las ramas de la “V”) y el Paseo de Gracia, donde todavía hoy existe un monumento heredado del fascismo, y donde está la sede del Deutsche Bank. El motivo de escoger ese lugar era relacionar el enorme poder de un banco cuyas raíces estaban en el régimen nazi con el nazismo y el fascismo que habían existido en Alemania y en España, relación fácil de establecer conociendo el origen nazi de tal banco (ver mi artículo “El centro de la banca alemana y europea: el Deutsche Bank”, en Público 28.08.14). La plaza estaba llena a rebosar. Nunca había estado tan llena. Y aunque había muchos miembros del Procés Constituent, la mayoría no lo eran, pues había muchísima gente de la “V”.
Y allí ocurrió un momento que sin hipérbole se puede definir como histórico. En un ambiente festivo, lleno de canciones y alegría (no hay nada más empoderador que sentirse parte de un gran colectivo que comparte una causa justa y canta para celebrarlo), subieron al estrado el compañero andaluz Diego Cañamero (Sindicato Andaluz de Trabajadores), miembro del movimiento andaluz, así como el delegado del movimiento gallego, Manolo Camaño, y el representante de la delegación madrileña, Ernesto Sarabia. De pronto se hizo un gran silencio, en una plaza llena a rebosar de banderas independentistas. Comenzó Diego Cañamero, quien indicó que la causa del movimiento en defensa del derecho a decidir del pueblo catalán era también la causa de todos los trabajadores de los distintos pueblos y naciones de España, que este Estado español no era su Estado tampoco, y que nuestra victoria sería la victoria de la otra España, la España plurinacional. En un discurso de una extraordinaria elocuencia, confirmó la causa común de la lucha por el derecho a decidir con la lucha por los derechos laborales y sociales. El silencio fue roto en la plaza con una enorme ovación que duró mucho tiempo, una de las ovaciones más intensas de la tarde. Y cuando el delegado de Madrid se presentó como representante de las clases populares madrileñas, explotadas por el propio establishment basado en Madrid, continuadoras de aquellas que lucharon en defensa de la República en contra del fascismo hasta el último día durante la Guerra Civil, y a las cuales el Presidente Companys, de la Generalitat de Catalunya, había dicho “madrileños, Catalunya os ama”, la plaza estalló en uno de los aplausos y ovaciones más grandes que se hayan oído en una manifestación en Barcelona. El momento fue de una enorme emotividad. Y era imposible no pensar que allí se veían las semillas de otra España que está surgiendo en este país, una España republicana, una España plural, justa y democrática, en la cual los pueblos y naciones puedan decidir sobre todo, incluyendo cómo se relacionan entre sí.
Lo que estaba ocurriendo allí, en aquella plaza, representaba una lucha que existe incluso dentro del movimiento del derecho a decidir y del movimiento soberanista en Catalunya, y que apenas ha aparecido en los medios, claramente controlados por las derechas del movimiento soberanista catalán, que desean basar su postura en un conflicto entre Catalunya y España, acentuando que España nos explota (a los catalanes). Frente a esta postura, dominante en algunos sectores de la dirección del movimiento ANC (Asamblea Nacional Catalana), que cuenta con las cajas de resonancia que le ofrece el gobierno conservador-liberal de la Generalitat de Catalunya en sus medios de comunicación públicos, hay otra visión, cada vez más extendida y claramente presente en la plaza, que ovacionó intensamente el mensaje que distingue entre España y el Estado español, controlado este último por el establishment que explota y oprime a todos los pueblos y naciones de España, imponiendo políticas neoliberales que carecen de mandato popular y, por lo tanto, de legitimidad democrática. Esta otra visión no ve a España, sino al Estado español, como el adversario. Ello facilita alianzas que permitan el cambio del Estado, tanto en Catalunya como en España, reconociendo así la soberanía de esos pueblos para alcanzar la unidad, si así se desea, o la separación, en convivencia, si así se prefiere. Y esto es a lo que el Sr. Botín, su establishment y su Estado se oponían y opondrán por todos los medios. La historia de España está llena de ejemplos.
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