Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 17 de febrero de 2015.
Este artículo analiza la relación existente entre Alemania y Grecia durante los siglos XX y XXI y que muestra la enorme insensibiliddad democrática del establishment conservador neoliberal alemán y su visión ofensiva del pueblo griego. El artículo también detalla como el Banco Central Europeo ha sido un instrumento político al servicio de tal establishment.
Una de las situaciones menos analizadas en la relación existente entre Alemania y Grecia (que aparece en el transfondo de la llamada “crisis de la deuda griega”) es la actitud profundamente ofensiva que el establishment conservador-neoliberal alemán y sus mayores medios de comunicación tienen hacia el pueblo griego, situación que es sorprendente teniendo en cuenta la historia de la relación existente entre ambos países. Veámosla.
El nazismo en Alemania fue resultado de unas elecciones y no de un golpe militar de Estado, como ocurrió con el fascismo en España. Hay, pues, una responsabilidad histórica de la población alemana de aquel momento sobre el comportamiento del nazismo en Europa, incluyendo la brutal actuación de las tropas nazis en Grecia durante su ocupación, que duró cuatro años (1941-1945) y que destruyó la economía griega mediante un latrocinio constante de los recursos de aquel país, incluyendo los fondos del Banco Nacional de Grecia, que en cifras actuales ascendería, según el Ministerio de Finanzas griego, a la impresionante cifra de 162.000 millones de euros. El coste de dicho comportamiento en el bienestar de la población griega fue enorme, causando hambrunas y la muerte de más de 350.000 personas.
A pesar de la represión durísima que caracterizó la ocupación alemana en Grecia, hubo una resistencia antinazi fuerte que jugó un papel importante en la derrota de las tropas nazis. En realidad, estas fuerzas antinazis a las que el nuevo Presidente de Grecia, el Sr. Alexis Tsipras, homenajeó como primer acto de su mandato, representaban la esperanza de un país nuevo que, conjugando el proyecto de soberanía nacional con el de justicia social, auguraba una transformación de las estructuras oligárquicas que configuraban la economía griega.
Pero esta posibilidad fue ahogada por los oligarcas y los elementos reaccionarios del país que, junto con el Ejército, iniciaron lo que se llamó erróneamente la Guerra Civil, que, en realidad, como ocurrió en España, fue la oposición de las fuerzas reaccionarias a los posibles cambios, luchando por todos los medios para conservar aquella estructura frente a fuerzas progresistas que tenían una gran vocación transformadora. El primer bando –el de las fuerzas reaccionarias- contó, después de la victoria sobre los nazis, con el apoyo activo de los gobiernos del Reino Unido y de EEUU, temerosos de que las fuerzas progresistas predominaran en aquel conflicto y (atendiendo a su diseño geopolítico) debilitaran su flanco, aumentando el poderío soviético. En realidad, la Unión Soviética las abandonó. Pero fue responsabilidad del mundo occidental, y muy en especial del Reino Unido y de EEUU, que dicho sistema oligárquico se mantuviera por la fuerza de las armas, incluyendo dictaduras militares. Cuando más tarde la democracia apareció en el panorama griego, fue (como en España) una transición inmodélica en la que los poderes económicos continuaron con su dominio, controlando además los medios de información y persuasión (de nuevo, como en España).
Es de una enorme desmemoria histórica, llena de cinismo, que el establishment conservador-neoliberal, heredero de gobiernos que destruyeron la economía griega primero (Alemania) y mantuvieron las estructuras oligárquicas después (Reino Unido y EEUU), ahora se refieran a los griegos con unos términos que, en el caso alemán, incluso tienen tonos racistas. En un excelente artículo de Salvador Martínez Mas “Se busca amigo alemán de Grecia” (12.02.15), este autor detalla lo que cualquier observador de los medios de información alemanes puede dar testimonio: la presentación por tales medios del pueblo griego como indisciplinado, poco laborioso, incapaz de apretarse el cinturón para pagar todo el dinero que se le ha prestado. Incluso rotativos que se consideran progresistas muestran indicadores de tal percepción generalizada en Alemania. Nada menos que Der Spiegel se refiere a Alexis Tsipras como “la pesadilla de Europa”, apoyando las políticas neoliberales promovidas por la canciller Merkel y co., que se sienten amenazados con las propuestas de Syriza, que representan una clara alternativa a unas políticas que están dañando enormemente a las clases populares de los países de la Eurozona y muy en particular de la periferia de esta zona, especialmente de Grecia.
El nacimiento del nazismo en Alemania entonces y en Grecia ahora
Pero la insensibilidad del establishment alemán alcanza incluso mayores niveles cuando se compara lo que está pasando ahora en Grecia con lo que ocurrió en Alemania en los años treinta del siglo pasado. No se conoce bien en España (donde la historia del nazismo y el fascismo en Europa y en España se ha silenciado) que el nazismo fue elegido en Alemania en 1933 como rechazo a las políticas de austeridad impuestas a Alemania por los vencedores de la I Guerra Mundial (Francia, Reino Unido y Estados Unidos), que querían cobrar las reparaciones de guerra que habían impuesto a la vencida alemana, creando una enorme deuda. Y la elección de Hitler fue, en parte, consecuencia de las políticas de austeridad realizadas por el gobierno alemán, una coalición que incluía los dos partidos mayoritarios, incluido el Partido Socialdemócrata, que seguía las instrucciones de los vencedores: ¡había que pagar la deuda! Fue Hitler el que terminó estas políticas, siguiendo unas políticas keynesianas, que recuperaron la economía alemana. El carácter militar de este keynesianismo condujo a un belicismo que determinó la II Guerra Mundial.
La comparación de la situación anterior a la elección de Hitler en Alemania con la de Grecia es muy llamativa. En realidad, la imposición de las políticas de austeridad por parte de la Troika y del gobierno alemán a Grecia está causando un deterioro de la economía griega incluso mayor (alrededor de un 25% del PIB) que el que sufrió la economía alemana como consecuencia de las políticas de austeridad impuestas a Alemania por los vencedores de la I Guerra Mundial (un 16% del PIB). Fue esta Gran Recesión (en realidad, Gran Depresión) y el enfado popular hacia el gobierno lo que explica la elección del Partido Nazi en Alemania. Y es esta realidad la que el Ministro de Finanzas griego, el Sr. Yanis Varoufakis, le recordaba a su homólogo alemán, el Sr. Wolfgang Schäuble, pidiéndole que evitara que una situación semejante ocurriera en Grecia, donde el Partido Nazi está creciendo muy rápidamente, siendo ya la tercera fuerza política del país. La oposición a esta demanda por parte del ministro alemán muestra el grado de cinismo al que ha llegado el establishment conservador-neoliberal alemán. Pero además de cinismo hay una gran dosis de ignorancia histórica, pues dicho establishment no se da cuenta de que la única defensa que hoy existe en Europa en contra del resurgimiento del nazismo es precisamente la izquierda (a la que ellos llaman radical) como Syriza, que quiere romper con aquellas políticas que en los años 30 llevaron al nazismo, el cual podría gobernar de nuevo Europa en el siglo XXI. Como ocurrió entonces, el establishment conservador-neoliberal alemán prefiere el nazismo a la pérdida de los intereses económicos y financieros que representan, cuyos beneficios consideran amenazados por las fuerzas políticas que quieren terminar con tanta imposición y tanta austeridad. Una última observación. Es de aplaudir la postura del partido Die Linke (la izquierda alemana), que ha defendido la postura del gobierno de Syriza en Alemania.
La especificidad de Grecia
Lo que es particularmente llamativo y que es un síntoma más de la enorme insensibilidad o cinismo del establishment conservador-neoliberal alemán, es ignorar, no solo esta historia, sino también el gran daño que estas políticas han causado al pueblo griego. El argumento aducido por los portavoces de este neoliberalismo (como la Sra. Merkel, su Ministro de Economía, el Sr. Schäuble, y su mayor aliado, el Sr. Rajoy) señalando que Grecia tiene que seguir las normas aceptadas por los gobiernos de la Unión Europea, ignora que estas normas se han aplicado con especial dureza y mezquindad en el caso de Grecia, destruyendo una cuarta parte de su riqueza, situación que ningún otro país ha sufrido, causando un auténtico desastre humano.
Y esta dureza se ha visto reflejada, una vez más, en la rapidez con la que el BCE penalizó al gobierno Syriza cuando este expresó su deseo de alterar estas políticas, cambios que eran razonables y necesarios para que la economía griega pudiera salir del hoyo en el que se encuentra. El BCE, sin embargo, dirigido por el mismo Sr. Draghi que ayudó a la oligarquía griega a falsificar las cuentas cuando era el vicepresidente por Europa de Goldman Sachs -compañía que, al esconder el tamaño del déficit, contribuyó a que más tarde las medidas de austeridad fueran particularmente intensas (Grecia es el país de la Eurozona que ha hecho mayores sacrificios –desmantelando su Estado del Bienestar- para reducir su déficit)-, le negó tal solicitud. Para mayor desvergüenza, el Sr. Draghi, sin perturbarse, instruye ahora al Sr. Tsipras para que sea disciplinado y haga lo que el BCE y los otros elementos de la Troika (la Comisión Europea y el FMI) le ordenan, y que han llevado al país al desastre.
El BCE como instrumento de poder del establishment neoliberal
En realidad, el BCE no tiene la autoridad, no solo moral, sino legal, para decirle al gobierno Tsipras lo que tiene que hacer. Su arrogancia y prepotencia se basan en una violación no solo de la Carta Social de Europa, sino también de las leyes que rigen la Eurozona, tal como han señalado muchos parlamentarios europeos. El BCE está actuando fuera de los límites legales existentes en Europa, comportándose como una institución política que, además, no se siente responsable frente a nadie, siendo uno de los bancos centrales más independientes que hoy existen en el mundo. Y lo que está pasando en la Eurozona es un ejemplo de ello. He indicado en varias ocasiones (ver «Cómo un banco central sirve o perjudica a un estado: el FRB versus el BCE», Público, 20 de febrero de 2014) que el BCE es un lobby de la banca más que un banco central. El banco central estadounidense, el Federal Reserve Board (FRB), tiene que dar cuentas al Congreso de EEUU, responsabilidad que no tiene el BCE. Las actas del FRB son públicas, mientras que las del BCE no lo son. El BCE se cuida solo de controlar la inflación y dificulta el estímulo económico y el crecimiento, en contra de lo que hace el FRB. El BCE da instrucciones a los Estado sobre las políticas, no solo monetarias, sino fiscales, económicas e inclusos sociales. Al FRB no se le permitirían este tipo de instrucciones. Y así, un largo etcétera. En realidad, el hecho de que EEUU superara la Gran Recesión en 18 meses y que Europa esté todavía estancada se debe, en parte, a las diferencias entre cómo se comportan el Federal Reserve Board y el BCE. La austeridad impuesta a Grecia no tiene parangón en ningún Estado de EEUU. La banca privada y el BCE tienen mucho más poder en la Eurozona que incluso en EEUU. Ahí está el problema.