Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 24 de abril de 2015.
Este artículo analiza por qué las derechas, tanto en España como en Catalunya, continúan teniendo un gran apoyo popular a pesar de las políticas de austeridad que han estado promoviendo. La disociación entre el tema nacional y social facilita la captación de lo nacional por parte de las derechas, situación que ha debilitado considerablemente a las izquierdas.
Según la última encuesta del CIS, el Partido Popular volvería a ganar las elecciones legislativas en España en caso de que estas se realizaran ahora. Es una situación única en la Eurozona, donde un partido gobernante que haya impuesto a la población gobernada las políticas de austeridad, de recortes del gasto público social, de reducción de beneficios sociales y laborales, y de reformas laborales orientadas a reducir los salarios, raramente sale reelegido de nuevo. En España, sin embargo, un partido en el gobierno que ha batido el récord en la aplicación de estas medidas saldría de nuevo como primer partido elegido por la población. Y ello a pesar de que la situación social se ha deteriorado enormemente durante sus años de gobierno. El desempleo durante su mandato ha crecido en casi dos millones, la pobreza infantil alcanza ya un 30% de niños españoles, y el nivel de corrupción empapa a dicho partido hasta la médula, comenzando por el Presidente del gobierno y del partido, que ha enviado mensajes de alivio, simpatía y apoyo al muy corrupto ex tesorero del partido. Y, sin embargo, continuaría siendo el partido más votado en España. ¿Cómo es ello posible? Se me dirá que ha perdido muchos votos, lo cual es cierto. Pero lo que es sorprendente es que todavía hoy estaría entre los partidos más votados.
Pero la situación es también muy semejante en Catalunya. La coalición gobernante CiU ha sido de las que ha aplicado con mayor dureza las políticas de recortes y reformas que han afectado negativamente el bienestar de la población, apoyando frecuentemente en las Cortes españolas las mismas leyes que generan tales políticas. Pocos gobiernos en la Eurozona han seguido políticas de mayor dureza. Y, como en el caso del PP, CiU, y muy en especial CDC, ha estado sumergida en un gran número de casos de corrupción (desde el caso Pujol al caso Millet). ¿Cómo es posible que en Catalunya, tal partido, según las encuestas más recientes, pudiera ganar las elecciones autonómicas en Catalunya?
La respuesta es clara: el control de la bandera
La respuesta a ambas situaciones es fácil de ver. Y se basa en varios hechos, uno de ellos de especial importancia. Ambos partidos utilizan la bandera, agitándola para movilizar a la población, estableciendo alianzas amplias y transversales que abarcan amplios sectores de la población. A nivel del Estado, el Partido Popular se presenta como el gran defensor de la patria, España, frente a aquellos que quieren dividirla y debilitarla. Son los defensores de la nación española (frente a rojos y separatistas), continuadores de las derechas que controlaban el Estado dictatorial y que continúan ejerciendo una enorme influencia sobre el Estado español y sobre los mayores medios de información y persuasión del país. El PP es su partido, percibido como el más patriótico defensor de una visión de España uninacional, radial, dirigida por un establishment radicado en la capital del Reino. La defensa de esta España (basada en la cruz y en la espada) está identificada con el PP. No debe olvidarse que la alcaldesa de Madrid, perteneciente al PP, quiere poner una placa en homenaje a Carrero Blanco, el segundo de a bordo del General Franco.
Pero algo parecido ocurre en Catalunya. El gobierno Mas es el que lidera el movimiento nacionalista catalanista frente al nacionalismo españolista. De esta manera, el nacionalismo catalanista y el nacionalismo españolista se necesitan el uno al otro y se complementan. Uno no existiría sin el otro. Es lógico, por lo tanto, que no vean ninguna necesidad de diálogo, pues la situación política no les podría ir mejor. En ambos lados del Ebro los nacionalismos están hoy liderados por las derechas conservadoras y neoliberales. El nacionalismo centralista aparece en defensa de la patria, de la unidad de España y de los valores patrios, que ahora requiere sacrificios (orden, religión, obediencia). Nada menos que el Presidente del Banco de España pidió apoyo a las políticas de austeridad por razones patrióticas («Apartarse del camino que lleva a situaciones imposibles e insostenibles no es austeridad sino sentido común y, en un sentido muy real, patriotismo», en la apertura del XXII Encuentro del Sector Financiero, 8 abril 2015). El nacionalismo periférico es la defensa de Catalunya frente a la supuesta explotación por parte de España. La fórmula patriótica, a ambos lados del Ebro, es casi perfecta y funciona muy bien para cada uno de ellos. En La Vanguardia, el periódico conservador liberal que apoya al gobierno Mas, presentó al economista más ultraliberal (activamente promocionado por los medios de información y persuasión) que tiene Catalunya –que apoya, además de la independencia, la privatización de las pensiones y ha apoyado las reformas laborales encaminadas a facilitar el despido- como “un gran patriota catalán”.
El error de las izquierdas: centrarse en lo social sin resolver lo nacional
A esta situación han contribuido, al menos hasta hace poco, las izquierdas. Las izquierdas consideran que el tema nacional era y es un tema de derechas. En realidad, el supuesto internacionalismo de las izquierdas ve una incompatibilidad entre el nacionalismo y socialismo. Según esta visión, las izquierdas tienen que centrarse en el tema social, dejando el tema nacional para las derechas. Y ahí está el enorme error. No parecen darse cuenta que si la dicotomía se presenta así en estos términos, nación-patria (derechas) versus bienestar social (izquierdas), las izquierdas siempre perderán.
Lo que las izquierdas no tendrían nunca que haber hecho fue abandonar su visión de España, pues fueron siempre las izquierdas las que defendieron, en Catalunya, la identidad catalana y su carácter nacional, y en España, su diversidad y pluralidad nacional. Las derechas hicieron muy poco cuando tal defensa de la patria y la nación fue más necesaria. Las derechas siempre antepusieron sus intereses de clase a los de nación. Hay que recordar que las derechas impusieron un enorme retraso a los dos lados del Ebro. Las derechas, aunque se definan como los “patriotas”, son las que continuamente han dañado, con sus políticas, el bienestar de las clases populares, que constituyen la mayoría de la ciudadanía. Las izquierdas deberían haber denunciado a las derechas por su hipocresía y falta de patriotismo, dejando de distanciarse de conceptos y narrativas que equivocadamente definieron como de derechas. ¿Cómo pueden dejar que el Ejército se presente como la institución que simboliza el amor a la patria, cuando impuso una dictadura que causó un gran retraso a España? Y son ahora el PP y CiU los que apoyan con mayor ahínco el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la UE, que disminuiría todavía más la soberanía de España y Catalunya. Definir a José Mª Aznar y a Esperanza Aguirre como patriotas es tergiversar en extremo el significado de amor a la patria. ¿Quién es patriota en este país?
Algo parecido ocurre en Catalunya. La gran suerte de la derecha catalana es que, además de haberse apropiado de la bandera, el gobierno español nunca aceptará que se resuelva el problema nacional. Y de ahí la hostilidad de la derecha catalana a Podemos y a IU, que han admitido la plurinacionalidad y el derecho de autodeterminación, pues si el Estado cambiara y admitiera su plurinacionalidad, las derechas catalanas perderían poder. La solución debería ser que las izquierdas españolas lideraran la redefinición de España hacia un Estado plurinacional que reconociera el derecho a la autodeterminación, y que las izquierdas catalanas reavivaran la tradición del PSUC que casó el tema nacional (que nunca abandonó) con el tema social. Pero me temo que esto no ocurrirá.