Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 18 de diciembre de 2015.
Este artículo critica la falta de atención que ha tenido el tema climático durante la campaña electoral, subrayando que solo Podemos ha ligado este tema con el tema del desempleo.
Durante la campaña electoral, que acaba hoy, uno de los temas que ha tenido mayor visibilidad, como es lógico, es el tema de cómo resolver el enorme problema que España tiene con el elevado desempleo. De ahí que, en cualquier debate, el desempleo haya captado una gran atención por parte de las distintas opciones políticas. Sorprendentemente, el tema climático, en cambio, apenas ha aparecido en el debate, lo cual no deja de ser preocupante, porque los dos temas están muy relacionados. En realidad, uno de los temas más urgentes es la destrucción, así como la creación de puestos de trabajo en la transformación climática. Queda muy claro que España (incluyendo Catalunya) no está preparada para responder a los enormes retos que supone el cambio climático, cambios que afectarán de una manera muy dramática a la calidad de vida y al bienestar de la población. En realidad, algunos de estos efectos ya los estamos viviendo, sin que se tomen medidas para resolverlos. Uno de ellos es la transformación de las formas de energía, pasando de las energías basadas en fuentes no renovables, como los combustibles fósiles, a energías renovables. Hoy las primeras comienzan ya a percibir los primeros síntomas de un rechazo hacia ellas, lo que está afectando de una manera muy clara a la población ocupada y con trabajo en tales sectores. El caso de la minería es el ejemplo más claro, pero no es el único. Comienza también ya a notarse en las industrias extractoras del gas y del petróleo.
Hoy comienza a existir, incluso en amplios sectores del establishment financiero, la percepción de que algo debe hacerse, y rápido, pues la situación actual es alarmante. Nada menos que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y cuatro de los grupos financieros más importantes del mundo, están presionando para que se reduzcan las emisiones de CO2, pues hay más que evidencia de que la continuación de tal producción llevará al mundo al desastre. Y, a nivel de calle, están apareciendo movimientos populares que están creando una cultura anti CO2 semejante a la cultura antitabaquismo (ver mi artículo “La desatención al cambio climático en España”, Público, 01.12.15) que apareció en España hace unos años. Las industrias tabacaleras negaban al principio el daño del tabaco, hasta que no pudieron continuar negándolo. Y hoy están a la defensiva. Algo semejante ocurrirá con los productos fósiles que generan CO2. El significado de ello es enorme. Y la estructura de poder española ni siquiera lo ha captado. En realidad, la captación del Estado español por estos intereses industriales, emisores de CO2, ha hecho revertir el desarrollo de las energías renovables que se había iniciado e iba por buen camino. Los gobiernos PP han sido enormemente dañinos desde el punto de vista climatológico y energético. Y uno de los problemas más urgentes que continúa sin resolverse es qué hacer con los trabajadores de estos sectores y las comunidades a las que ellos dan vida. Lo que ha pasado con las cuencas mineras del carbón en España es un triste ejemplo de ello.
La experiencia en otros países
Otros países, sin embargo, ya han estado tomando medidas para ayudar a resolver esta situación, siguiendo los pasos que se habían dado antes con los trabajadores y campesinos productores de tabaco en los Estados de Arizona y Kentucky en EEUU. En los años noventa se aprobaron leyes y programas que proporcionaron 28.000 millones de dólares para ayudar a la diversificación de la producción agrícola en las zonas tabacaleras, lo cual se proyectó realizar en un periodo relativamente corto, veinticinco años. Lo mismo se puede hacer en zonas que hoy se centran en actividades extractoras de combustibles fósiles u otras formas de energía. Así, el Ministerio de Trabajo del gobierno federal de EEUU (Department of Labor) ha establecido un programa, Rapid Response Services, que ofrece ayuda para el reciclaje de trabajadores y empleados de los sectores energéticos productores de CO2, con la ayuda de los Ministerios de Energía y Comercio (Departments of Energy and Commerce), para contribuir a la transformación de comunidades enteras, desarrollando nuevas áreas de actividad económica productoras de empleo. Uno de los casos más conocidos y exitosos fue el programa de reciclaje de los trabajadores de estaciones nucleares en Nevada, transformándolos en trabajadores de energía solar que, por cierto, crea más empleos y de mejor calidad que la energía nuclear. Uno de los economistas con mayor conocimiento y reconocimiento en las áreas ambientales, el profesor Robert Pollin, de la Universidad de Massachusetts, ha documentado que las energías renovables crean más empleo que la extracción de fuentes de energía fósil.
El Instituto de Investigación de Economía Política de dicha universidad y el Centro para el Progreso Americano han publicado un estudio reciente, que está creando gran interés y debate en aquel país, que muestra que la creación de un fondo para el reciclaje de trabajadores hacia la creación de energías renovables, además de reducir la producción de emisiones contaminantes (gases de efecto invernadero, o GHG en sus siglas en inglés) un 40% en 20 años, crearía a la vez 4,2 millones más de puestos de trabajo, lo que sería una cantidad más que suficiente para absorber los 1,5 millones de trabajadores cuyo empleo se habría destruido al terminar la producción de combustibles fósiles (en EEUU, aproximadamente 212.000 trabajadores están empleados en la extracción del gas y del petróleo, y 79.000 en las minas de carbón. Si esta producción disminuyera un 20% y la producción de carbón descendiera un 50%, el número de trabajadores que perdería el puesto de trabajo sería de 100.000).
Este tipo de estudios deberían realizarse urgentemente en España, incluyendo Catalunya. En lugar de ello, la desatención es la característica que define la situación actual, resultado de la desidia, la incompetencia (que hay mucha) y la fe en el mercado, sin ser sensibles a los costes del cambio de las energías fósiles a las renovables, costes que deberían ser afrontados por el Estado (fuera este central, autonómico o local).
El error de las teorías del decrecimiento
Una de las soluciones que se han dado para reducir el problema creado por la elevada producción de CO2 ha sido la de favorecer el decrecimiento, es decir, tomar medidas encaminadas a desacelerar el crecimiento económico, y con ello la producción de CO2. Ahora bien, aun cuando las políticas de decrecimiento podrían afectar a la producción de CO2, esta reducción sería muy limitada, limitación que no compensaría los elevados costes que tal decrecimiento podría tener, por ejemplo, en la destrucción de empleo. Así, Robert Pollin, citado anteriormente, en su libro Greening the Global Economy, señala que la reducción de un 10% del crecimiento del PIB (una reducción cuatro veces superior al decrecimiento de la economía que ha tenido lugar durante la Gran Recesión en el periodo 2007-2009) generaría un descenso en la producción de CO2 muy inferior (pasando de 32.000 millones de toneladas a 29.000 millones) a la realmente necesaria, que debería ser tres veces mayor para poder alcanzar el nivel deseado (de no pasarse de los 2ºC de incremento de la temperatura global) que evitaría el desastre. Sería, pues, un cambio muy limitado, creando a la vez un enorme desempleo.
Más importante que el decrecimiento es el cambio del crecimiento. Y es ahí donde el cambio del sistema productivo y del energético es fundamental. El cambio de un sistema energético basado en el carbón, el petróleo y el gas a uno que dependa de las energías renovables es un cambio enorme que requerirá una ingente actividad económica y creación de empleo. El mismo profesor Robert Pollin, que ha asesorado a Podemos en la redacción de su programa económico, ha calculado que una inversión en energías renovables en España equivalente a un 1,5% del PIB podría reducir las emisiones de CO2 un 60% en 20 años, creando a la vez 400.000 puestos de trabajo. Estos son los temas que deberían discutirse y que no se discuten en el desierto intelectual que caracteriza al establishment político-mediático del país. Es de esperar que las elecciones del domingo abran toda una serie de posibilidades para responder con gran urgencia a los enormes problemas creados por el irreversible cambio climático, y a la vez resolver el drama social que el desempleo ha creado en España. Es más que improbable que si las fuerzas políticas que han dominado el gobierno español (y también el catalán) continúan en el gobierno, tanto el problema climático como el del desempleo se resuelvan. Lo mismo aplica al partido más comprometido con la filosofía neoliberal que hoy existe en España, Ciudadanos, que en su fe en el mercado ha mostrado ya su incapacidad para crear buen empleo y su insensibilidad hacia el tema climático.