Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 12 de septiembre de 2016.
Este artículo expone por qué, tal como está diseñado el euro, es muy difícil que España pueda salir de la recesión y converger económicamente con el resto de los países europeos de mayor desarrollo económico.
No existe plena conciencia entre la población en España de que la manera como está estructurado el sistema financiero en Europa (directamente relacionado con la manera como está estructurado el Banco Central Europeo, sus funciones y el sistema de gobernanza) está obstaculizando enormemente el desarrollo económico y social del país. Ello se debe, en parte, a la excesiva influencia que el capital financiero (máximo beneficiario de tal sistema financiero) tiene sobre los mayores medios de información y persuasión en España. Estos medios han jugado y continúan jugando un papel clave en la idealización y ocultación de lo que ha significado el euro para España.
Para entender lo que estoy diciendo y sus consecuencias para España, el lector me permitirá que haga una comparación del sistema financiero de España dentro de la Eurozona con el que existe en el Estado de California, dentro de EEUU. California es un Estado con más de 39 millones de habitantes, semejante al tamaño demográfico de España, que, como esta, tiene su economía basada en un potente sector financiero, un sector inmobiliario importante, y una industria de la construcción extensa, un sector turístico de gran valor y una agricultura potente, entre otras características. Tanto California como España tienen también un programa extenso de incentivos para atraer industrias y otras empresas al país.
Es importante ver qué ha pasado en California durante la Gran Recesión y compararlo con lo que ha ocurrido en España durante el mismo período (2008-2016). Y un primer paso en esta comparación es ver cómo ambos países respondieron a la crisis creada a partir del año 2008, año en el que se inició en muchos países la Gran Recesión, resultado, en ambos casos, del colapso de las burbujas inmobiliarias, que afectó de una manera muy marcada al sector inmobiliario y a la industria de la construcción, dos sectores muy importantes en las economías de los dos países. En EEUU, el Estado de California pudo conseguir fondos públicos inmediatamente del Banco Central Estadounidense, llamado Federal Reserve Board (FRB). En España, en cambio, esto no ocurrió. El Estado español no pudo recibir fondos del Banco Central Europeo (BCE). Tuvo que intentar conseguirlos de lo que se llama el mercado financiero (que quiere decir, de los bancos privados), los cuales, sabiendo de la vulnerabilidad del Estado español (que no tenía apoyo del Banco Central Europeo), exigían unos intereses de los préstamos a todas luces exagerados, lo cual llevó al Estado a tener un déficit y una deuda pública enormes, alcanzado casi la bancarrota. Ello determinó que el Estado español recortara millones y millones de euros en su gasto público, reduciendo las pensiones y otras transferencias públicas, así como el gasto en servicios públicos, como la sanidad, la educación los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios asistenciales o la vivienda social, entre otros. En todos estos sectores sociales hubo recortes muy acentuados. En California, en cambio, el FRB proveyó el préstamo, garantizando así la estabilidad financiera del Estado, sin tener que ir desesperado a la banca privada para poder cubrir el gran agujero que representaba la recesión económica para las arcas del Estado.
¿Por qué el BCE no ayudó a los Estados en la Eurozona?
A la luz de estos datos ampliamente documentados, el lector se preguntará ¿por qué entonces el BCE no hace como hace el FRB en EEUU? Y la respuesta es sumamente fácil de ver y entender. No lo hace porque el BCE está bajo la enorme influencia de los bancos (y muy en especial de los bancos alemanes), a los cuales les va súper bien que los Estados tengan que depender de ellos para conseguir prestado dinero, consiguiendo pingües beneficios en estos préstamos. En realidad, el BCE está en Frankfurt, a escasa distancia del Banco Central Alemán, el Deutsche Bundesbank, bajo su sombra. Y es importante recordar que fueron los bancos alemanes (junto con los franceses) los que proveyeron, directa e indirectamente, la mayoría del crédito que alimentó la burbuja inmobiliaria en España, bancos que financiaron predominantemente a través de sus préstamos a la banca española.
Hay que entender, pues, que la unidad monetaria que estableció el euro beneficia sobre todo a las instituciones financieras a costa de la economía productiva y del bienestar y calidad de vida de las clases populares, que constituyen la mayoría de la población en los países de la Eurozona (y que son las mayores beneficiarias de las transferencias públicas y las que utilizan los servicios públicos del Estado del Bienestar). El sistema financiero, pues, no podía estar mejor diseñado para favorecer al capital financiero a costa de perjudicar a las clases populares. Los recortes de gasto público, incluyendo el gasto público social, eran necesarios para cubrir las bajadas de impuestos que aprobaron los gobiernos neoliberales, y para pagar la deuda contraída en su gran mayoría con los bancos.
¿Por qué se reproduce esta situación?
Por varias razones. Una de las mayores causas es la enorme influencia antidemocrática del capital financiero sobre el establishment político-mediático (que está profundamente endeudado y no quiere antagonizar a los que los financian). Otra es su financiación de los mayores centros de estudios e investigación académica del país, y de las revistas económicas que hacen propaganda y promocionan el sistema financiero actual. Y otra causa es la complicidad que tiene con las grandes empresas industriales y de servicios, que dependen, en parte, del sistema financiero, y también porque las propuestas que el sector financiero está realizando –tales como las bajadas de salarios, o las reformas laborales que debilitan el mundo del trabajo- las benefician también. El IBEX-35 tiene todo tipo de empresas, representando el eje del establishment financiero y económico del país. No hay duda de que tal sistema financiero, basado en el euro, está perjudicando a España y a otros países de la periferia de la Eurozona. No puede dejarse tal como está, pues es imposible que con este sistema España pueda desarrollarse y converger con los otros países de la Unión Europea. La evidencia de ello es abrumadora. Los recortes, la austeridad y la precariedad laboral serán lo habitual en la economía española, siempre y cuando el sistema financiero europeo siga estructurado como hasta ahora.
¿Qué puede hacerse?
Lo primero que debe indicarse es que de todas las alternativas posibles, la peor es no hacer nada y continuar con la situación actual. Por desgracia, el PP, Ciudadanos y parece ser el PSOE están hoy en esta dirección: continuar con las mismas políticas.
Ahora bien, es importante señalar la diferencia entre reconocer el enorme daño que tal diseño del sistema del euro está haciendo a España, y otro es que la solución sea salirse del euro. El establecimiento de esta moneda fue un error, resultado del enorme poder del capital financiero, pero de esta observación no se deriva que la solución sea salirse del euro. Puede o no que esta sea la solución, dependiendo del contexto político del país, y cómo hacer la transición al no-euro es un tema del cual apenas se habla.
Pero otra alternativa sería establecer una alianza de gobiernos que estén en desacuerdo con las políticas neoliberales que impone el establishment gobernante del euro y que cuestionen tanto las bases que justifican las medidas regresivas que se están implementando, como su aplicación. Esta alternativa es casi inevitable, pues el número de gobiernos contrarios al continuismo crecerá con los años. Esta alianza es esencial, y de gran utilidad para cualquier vía que se considere. La protesta comenzará en la periferia y acabará afectando al establishment político-financiero, liderado por el alemán.
El reto de las fuerzas progresistas es establecer estas alianzas internacionales en lugar de supranacionales. Es decir, que los movimientos progresistas (como las instituciones que defienden el mundo del trabajo) de cada Estado se alíen entre ellos para conseguir los cambios necesarios en la gobernanza de la Eurozona y en las políticas aplicadas. Mi desacuerdo, expresado en dos artículos recientes en Público («¿Está el Estado del Bienestar muerto? Crítica a Yanis Varoufakis», 08.08.16, y «Respuesta de Vicenç Navarro a Varoufakis: inter-nacional no es lo mismo que supra-nacional», 08.09.16), con Varoufakis es que este cree que los Estados son anticuados (dejando un espacio muy importante, la defensa de la soberanía nacional, en manos de la ultraderecha) cuando yo creo que son las unidades base para democratizar la Unión Europea y la gobernanza del euro. Sin cambios en cada Estado y sin movilizaciones dentro de cada nación aliada con fuerzas progresistas basadas en otra nación, no se producirán cambios en Europa. El trabajador alemán tiene más en común con el trabajador español o griego que con el establishment financiero-político-mediático de su país, cuyas reformas Hertz dañaron a todos.
El éxito del movimiento anti TTIP muestra precisamente cómo se pueden ganar batallas y vencer al establishment financiero-político europeo. El análisis de estos hechos muestra que el rechazo hacia tal tratado tiene lugar no solo en las calles, sino también en los parlamentos nacionales, cuyas movilizaciones explican la retirada del tratado de libre comercio entre EEUU y la UE.