Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 5 de octubre de 2016.
Este artículo hace un análisis de la evolución de la democracia en España, desde la Transición hasta ahora, subrayando que estamos viendo el fin de una época que puede dar paso a otra peor, antes de que se produzca el cambio profundo y necesario que el país necesita.
Creo que el periodo que estamos viviendo en España puede definirse como histórico, en el que existe una crisis profunda del régimen que se inició en el proceso de Transición del Estado español (pasando de una dictadura a una democracia), un proceso dominado por las fuerzas conservadoras que controlaban los aparatos del Estado, las cuales configuraron el Estado democrático en términos muy favorables a sus intereses, causando como consecuencia un Estado escasamente democrático y con un gran subdesarrollo de su Estado del Bienestar. Hoy el sistema electoral es muy poco representativo (algo bien denunciado en el famoso eslogan “no nos representan” del movimiento de los indignados, eslogan con el cual la mayoría de españoles está de acuerdo), y la dimensión social del Estado está poco desarrollada, siendo uno de los países de la Unión Europea de los Quince (UE-15) (el grupo de países de la UE de semejante nivel de desarrollo económico al español) con uno de los gastos públicos sociales (que incluyen los servicios públicos tales como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, servicios sociales, vivienda social, programas de prevención de la pobreza y de la exclusión social, programas de integración de inmigrantes y transferencias públicas, como pensiones, ayudas a las familias, ayudas a los trabajadores en paro, entre otros) per cápita (en el caso de la prestación por desempleo, por trabajador) más bajos de esta comunidad (ver mi libro Bienestar insuficiente. Democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país. Anagrama, 2002).
El establecimiento del régimen iniciado en la Transición
Tal aparato del Estado ha sido gobernado primordialmente por dos fuerzas políticas, una neoliberal en la esfera económica y profundamente conservadora en la dimensión político-cultural, semejante a la ultraderecha europea (como muestra la defensa realizada por la dirigente de tal partido, la Sra. Esperanza Aguirre, del General Millán-Astray, uno de los generales golpistas que lideró una de las represiones más sangrientas que hayan existido en Europa). La otra fuerza política ha sido el PSOE, un partido perteneciente a la sensibilidad política socialdemócrata, que se integró fácilmente en el aparato del Estado dominado por las fuerzas conservadoras, ocupando un lugar subalterno dentro de ese Estado. Fue esta fuerza política la que fue corrigiendo el enorme déficit social existente en España, heredado de la España dictatorial. Cuando el dictador murió, en 1975, el gasto público social como porcentaje del PIB era solo del 14%, con mucho, el más bajo (junto con Grecia y Portugal) de los países que más tarde pasarían a ser la UE-15 (cuyo promedio era del 22%). En 1993, había pasado a ser de casi el 25% del PIB, y ello como consecuencia de las políticas públicas llevadas a cabo por los gobiernos del PSOE, sin que con ello se eliminara, sin embargo, tal déficit social (España continuaba teniendo uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15). En realidad, este déficit aumentó a partir de tal fecha como consecuencia de los recortes del gasto público para conseguir que el déficit público del Estado bajara de un 6% del PIB a un 3%, como instruía y mandaba el Tratado de Maastricht, condición para la entrada y permanencia de España en el euro. En realidad, el euro se estableció en España a un elevado coste para las clases populares del país, que fueron las que sufrieron las consecuencias de la reducción del gasto público social, el mayor componente del gasto público (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006).
Las causas de la Gran Recesión
Una situación semejante apareció durante la Gran Recesión, que fue presentada por el establishment político-mediático del país, incluyendo el gobierno del PSOE, como resultado de un supuestamente excesivo gasto público y unos costes laborales muy elevados. De esta lectura (profundamente errónea, pues en el inicio de la Gran Recesión el Estado español estaba en superávit, no en déficit, y los salarios por aquel entonces estaban entre los más bajos de la UE-15) salieron las políticas de recortes del gasto público social que han empobrecido enormemente el Estado del Bienestar español, y las reformas laborales que tenían como objetivo bajar los salarios a base de desregular el mercado de trabajo.
En realidad, no era el inexistente crecimiento exagerado del gasto público, sino los limitadísimos ingresos a las arcas del Estado, lo que creó el déficit público. El Presidente Zapatero, del PSOE, congeló las pensiones públicas para rellenar el agujero de 1.200 millones de euros que había causado la rebaja del impuesto de patrimonio (2.100 millones) y/o la bajada del de sucesiones (2.552 millones), entre otros, siguiendo su famoso dicho de que “bajar impuestos es de izquierdas” (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).
Ni que decir tiene que la aplicación de tales políticas causó un gran descenso del apoyo electoral del PSOE (no solo en las elecciones generales, sino también en las autonómicas -incluyendo en Andalucía, presidida por la Sra. Susana Díaz-) que ha continuado en la medida en que no ha habido ni un cambio de orientación política ni una autocrítica en tal partido. En realidad, en Andalucía el PSOE nunca había conseguido un porcentaje de votos más bajo en unas elecciones autonómicas que con la Sra. Díaz (en las elecciones autonómicas de 2015 Susana Díaz obtuvo el 35,43% de los votos; el PSOE había registrado hasta entonces su mínimo histórico en las elecciones de 1994, con un 38,71% de los votos).
¿Por qué el PSOE ha ido realizando tales políticas neoliberales?
Para contestar esta pregunta hay que entender que este fenómeno de descenso electoral del partido socialdemócrata, aunque particularmente acentuado en España, ocurre en la mayoría de países de la UE-15. Y una causa importante es la evolución de los aparatos de estos partidos. El análisis de la composición de tales aparatos muestra un gran dominio de estos por parte de profesionales con educación superior, incluyendo universitaria, que han desarrollado una relación intensa con las empresas financieras, económicas y mediáticas que ejercen una enorme influencia sobre los Estados, estableciéndose así puertas giratorias entre instituciones financieras, económicas y mediáticas por un lado, e instituciones políticas por el otro.
Como bien alertaba ya el gran politólogo Ralph Miliband en su libro Parliamentary Socialism, esta nueva clase (algunos utilizan el término “casta”) política había desarrollado una serie de privilegios, y asumía que la clase trabajadora estaba o bien desapareciendo, o se estaba transformando en las clases medias, a las que ellos consideraban representar, y cuya función era votarles cada cuatro años.
Su poder dejaba de depender de los militantes (a los que se consideraba como agentes pasivos que aprobaban lo que la dirección quería), desaconsejando el rol de la militancia dentro del proceso de decisión, y enfatizando, en su lugar, su sustitución por la movilización mediática realizada a través de los medios televisivos y radiofónicos. La militancia de tales partidos disminuyó como consecuencia, limitándose esta a aquellos que estaban en situación de aprendizaje, para pasar a tener con posterioridad cargos en el aparato y/o en las instituciones representativas.
Y los datos muestran la consecuencia de estos hechos. El electorado socialista y los militantes de tales partidos han ido descendiendo. La prensa digital progresista ha documentado extensamente la conexión entre el aparato del PSOE y los intereses financieros, económicos y mediáticos. El último ejemplo de ello es el nombramiento de Rubalcaba, el ex secretario general del PSOE y sucesor de Zapatero, y ligado al felipismo, como miembro del consejo editorial de El País (consejo al cual pertenece también Felipe González), rotativo que se ha destacado por su defensa del neoliberalismo y su hostilidad hacia el cambio.
¿Qué ha pasado en las elecciones del 2015 y del 2016?
El PSOE estaba dividido desde el principio del proceso electoral entre la vieja guardia, que controlaba el aparato y que deseaba continuar con el bipartidismo, por un lado, y la militancia, que deseaba una coalición de izquierdas, por el otro. Y en medio estaba Pedro Sánchez, que habiendo sido elegido por la militancia estaba muy limitado por el aparato, que confabulaba contra él. Fue precisamente por tal influencia que Pedro Sánchez nunca respondió a la propuesta de Podemos en 2015, y de Unidos Podemos en 2016, de hacer un pacto que estableciera una coalición y buscara más apoyos a partir de esta coalición. La vieja guardia nunca aceptó esta posibilidad, que hubiera permitido sacar a Rajoy y a su partido del gobierno y establecer un nuevo gobierno liderado por las izquierdas. Ahora bien, Pedro Sánchez, en lugar de ser sensible, tras las elecciones del 2015, a esta propuesta, se alió primero con Ciudadanos a través de un pacto, para luego invitar a Podemos en una situación subalterna.
En el 2016 Pedro Sánchez nunca ha respondido a las peticiones de Unidos Podemos para explorar la posibilidad de establecer un gobierno alternativo, que siempre ha existido, pero siempre se ha ignorado cuando no ocultado (con la gran colaboración de los medios, liderados por El País, cuyo grado de manipulación ha alcanzado los niveles de La Razón). Pero el aparato del PSOE (dirigido por los barones) se ha opuesto por todos los medios a ello, pues siempre prefirió la continuación del bipartidismo, que pasa por el apoyo al PP en la investidura, a abrir una posibilidad de gobierno en la que esté Podemos. Y han depuesto a Sánchez, que había visto, por fin, que la única opción era crear una alternativa basada en una coalición con Podemos. Puesto que Ciudadanos siempre prefirió una alianza con Rajoy, no le quedaba otro remedio que explorar la alternativa que había sugerido Unidos Podemos de conseguir alianzas con los partidos nacionalistas.
El problema español que en España se conoce como el problema catalán
Las mismas fuerzas financieras, económicas, políticas y mediáticas que han estado promocionando el neoliberalismo han estado imponiendo la visión uninacional de España. Y ello ha incluido al aparato del PSOE, siendo ello también causa de su gran deterioro en las naciones históricas que existen en España -Catalunya, País Vasco y Galicia-, donde el PSOE ha pasado a ser un partido minoritario casi residual. En estas naciones han aparecido fuerzas de izquierdas que han recuperado la visión republicana de España, que había caracterizado no solo a las izquierdas catalanas, vascas y gallegas, sino también a las españolas.
Un hecho ocultado, cuando no silenciado por el aparato del PSOE, ha sido su apoyo a la autodeterminación de los distintos pueblos y naciones en España durante la resistencia antifascista. La falta de sensibilidad de los dos partidos mayoritarios en España hacia la plurinacionalidad de España ha sido la causa del surgimiento de partidos de izquierdas con vocación transformadora, claramente antineoliberales, con otra visión de España, plurinacional, justa, democrática y solidaria, que han canalizado el voto de descontento de la población, y muy específicamente de los jóvenes y la clase trabajadora. La articulación de estos movimientos y partidos ha ido sustituyendo a las fuerzas nacionalistas periféricas conservadoras (que habían jugado un papel clave en la reproducción del bipartidismo a nivel del Estado), de orientación cristianodemócrata y liberal, conjugando el rechazo al neoliberalismo con el rechazo a la visión uninacional de España.
Este fenómeno coincidió con la aparición de un movimiento político-social iniciado en el movimiento 15-M, que se convirtió en un partido nuevo, Podemos, que hizo suya también esta visión plurinacional de España, habiéndose convertido en un periodo de tiempo muy breve (menos de dos años) en una de las fuerzas políticas de mayor peso y presencia en Las Cortes. Se alió con la renovada IU, estableciéndose la coalición Unidos Podemos, que significa una amenaza para los defensores del statu quo.
La crisis dentro del PSOE
La defensa a ultranza del statu quo hizo que la vieja guardia del PSOE (Felipe González, José Bono, Alfredo Pérez Rubalcaba, Susana Díaz, y otros) se opusiera a que el PSOE se aliara con Podemos y con los que definieron como independentistas. Y han depurado, en un ejercicio golpista, al candidato Sánchez, que había sido elegido por la militancia y que había llamado a un referéndum entre los militantes para encontrar apoyo a su propuesta de negación a la investidura de Rajoy y recuperación de alternativas que pasaban, en primer lugar, por una alianza con Podemos. Esto fue lo que motivó el golpe del aparato frente a la militancia, que claramente favorecía a tal alternativa.
Expulsado el secretario general, Pedro Sánchez, se ha nombrado presidente de la gestora al presidente de Asturias, el Sr. Javier Fernández, próximo a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Susana Díaz, y que había hecho de su postura “no a Podemos y no a los secesionistas” su mayor leitmotiv. La aceptación de Pedro Sánchez de la exigencia de Susana Díaz de que se votara a mano alzada (sin voto secreto) fue el síntoma de que el aparato había ganado, pues la mayoría de miembros del Comité Federal son funcionarios que ocupan cargos que dependen de los barones. Fue el triunfo del aparato frente a la militancia. Leyendo El País y sus editoriales, y escuchando a García Ferreras (próximo a Zapatero) en La Sexta cubriendo la jornada, puede verse el contubernio político-mediático movilizado para destruir a Pedro Sánchez. Una vez más, la defensa de la “unidad de España” ha servido para salvaguardar los intereses financieros, económicos y mediáticos del establishment español, dejando la vía abierta para (tras cesiones simbólicas) permitir la investidura del corrupto Rajoy y su corrupto partido.
Consecuencias para las izquierdas
Lo ocurrido el sábado es enormemente negativo para las izquierdas en España y para el bienestar de las clases populares, ya que facilitará la permanencia en el poder del partido más reaccionario que existe en España, expandiendo todavía más su plan económico y financiero neoliberal, y su ultraderechismo reaccionario. Se esperan al menos cuatro años más de un Estado represivo e insensible a las necesidades populares, Estado que continuará dominado por el bipartidismo, con el apoyo de Ciudadanos y las derechas nacionalistas. Ha sido, una vez más, la victoria de los de siempre. Frente a esta situación se necesita una amplia coalición y movilización de todas las fuerzas progresistas que confronte las políticas del gobierno Rajoy y sus aliados, tanto a través de la agitación social (más necesaria que nunca) como a través de la lucha parlamentaria, ayudando a la vez a las bases del PSOE a rebelarse frente a unos barones y un aparato que han continuado imponiendo una visión uninacional del Estado español, a la vez que han perpetuado un gobierno que está dañando a las clases populares de todos los pueblos y naciones de España. Así de claro.