Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna «Dominio Público» en el diario PÚBLICO, 20 de abril de 2017.
Este artículo resalta que Jeffrey Sachs, que asesora el equipo económico de la gestora del PSOE, es uno de los economistas responsables del informe que lleva su nombre, el cual guió las políticas de privatización de la Unión Soviética, y que hoy está ampliamente reconocido que fueron un desastre.
En las últimas semanas han ocurrido dos eventos que parecerían a primera vista desconectados y que, en cambio, estaban relacionados: uno es el aniversario de la Revolución Bolchevique, que ha generado toda una serie de artículos sobre su existencia y el colapso del régimen político que estableció; y el otro es la invitación de la gestora del PSOE, y muy en especial del que es su asesor económico principal, el Sr. José Carlos Díez, al Sr. Jeffrey Sachs, Profesor de Macroeconomía de la Universidad de Columbia, en Nueva York, para que los asesore en temas económicos. El escaso conocimiento que existe en España sobre las causas de uno de los mayores colapsos ocurridos en un sistema económico –el soviético- debido a medidas propuestas por “expertos” en macroeconomía, entre los cuales figura en un puesto prominente tal personaje, explica que su visita a España no fuera ni noticia. Vayamos por partes, y permítanme que presente un debate muy intenso que ocurrió en EEUU hace ya años sobre la Unión Soviética y las propuestas hechas para mejorar el desarrollo económico de aquel país. Y para poder hacerlo, tendré que personalizar algo lo ocurrido en aquel debate.
Hace ya tiempo, antes de que la Unión Soviética colapsara, visité, analicé y escribí sobre ella, en particular sobre la política social de aquel país, y muy específicamente de la Seguridad Social y de su sistema sanitario. Mi libro Social Security and Medicine in the USSR, publicado en 1977, era una crítica desde la izquierda al Estado el Bienestar de aquel país. El libro tuvo bastante impacto en EEUU, pues hasta entonces el análisis académico más frecuente de este tema estaba dominado por una visión conservadora y liberal (liderada en aquel entonces por académicos de la Universidad de Harvard, en Boston), la cual, bajo un estilo y narrativa supuestamente académicos, presentaba mera propaganda antisoviética propia de la Guerra Fría. Todos estos estudios concluían que la Revolución Bolchevique había sido un enorme desastre y que el Estado del Bienestar que había generado era una calamidad. Si el lector considera que exagero, le aconsejo que lea la bibliografía “científica” sobre la Unión Soviética publicada en EEUU en aquellos tiempos y lo verá.
Los datos que presentaba en mi libro, sin embargo, mostraban que la Revolución Bolchevique había sido un hecho de primera magnitud que afectó positivamente la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones de aquel país, desarrollando una fuerza económica que fue capaz en muy poco tiempo de derrotar a una de las mayores potencias económicas en Europa, la Alemania nazi, durante la II Guerra Mundial. Nada menos que Winston Churchill, el dirigente conservador del Reino Unido, reconoció que la URSS fue la potencia que en realidad derrotó a la Alemania nazi en Europa. Ni que decir tiene que las fuerzas aliadas jugaron un papel importante, pero no determinante en la derrota de la Alemania nazi. La intervención soviética sí que fue la determinante. En referencia a su política social, lejos de ser un desastre, proveyó seguridad y protección social a la gran mayoría de la población. Y lo pude ver en mis visitas. En realidad, el grado de protección social y la extensión de la cobertura de sus beneficios en los servicios públicos como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios sociales, vivienda y otros, eran mayores que los existentes en EEUU.
Ahora bien, el punto flaco de aquel sistema dictatorial era que el maridaje del Partido Comunista con el Estado era tal, que el aparato del partido se fue convirtiendo en una nueva clase que controlaba la sociedad a través del Estado, y que utilizaba tal control para optimizar sus intereses como clase, lo cual aparecía también en su Estado del Bienestar. En cada uno de los sectores, desde la sanidad a la educación, así como en las pensiones, había dos niveles y tipos de servicios y transferencias: unos para la clase dirigente y los otros para todos los demás. Esta dicotomía era clara y aparente, y contribuyó a la pérdida de legitimidad del sistema, pues la narrativa oficial de hermandad y solidaridad contrastaba con la práctica: una sociedad con explotación de clase. De ahí que ya anunciara en mi libro escrito en 1977 que el sistema político era inestable y que ocurrirían cambios como consecuencia de la presión popular para que los hubiera. Y así ocurrió. En 1991 la URSS colapsó.
Lo que es interesante señalar es que mi crítica de la URSS desde la izquierda enojó y enfadó al gobierno soviético presidido por el Sr. Breznev mucho más que la crítica de los autores conservadores y liberales de Harvard, que criticaban a la URSS desde la derecha. Pasé a ser persona “non grata” en la Unión Soviética, y mis libros fueron prohibidos, mucho más prohibidos, por cierto, que los escritos por aquellos autores conservadores y liberales –soldados de la Guerra Fría-, que sorprendentemente estaban autorizados en círculos académicos de la URSS. Estaba claro que el sistema soviético era más temeroso de las críticas de las izquierdas que de las críticas de las derechas.
El colapso de la URSS y los economistas neoliberales que asesoraron el gobierno de transición, tales como Jeffrey Sachs
Un grupo de economistas de Harvard, liderados por Larry Summers y Jeffrey Sachs, jugaron un papel muy importante en cómo realizar el cambio de lo que llamaban “socialismo real” al capitalismo. La victoria de Yeltsin les abrió las puertas y se convirtieron en los asesores del gobierno soviético. Y se aplicaron sus políticas de “Shock Therapy” (terapia de choque). Su Biblia fue el informe escrito de Jeffrey Sachs, que cogió como título (en una clara provocación) el mismo título que había dado Lenin a un escrito publicado en 1902 sobre cómo establecer el régimen comunista. Se llamaba “¿Qué es lo que debe hacerse?” (“What is to be done?”, en inglés). Sus recetas de “Shock Therapy” consistían en alcanzar la privatización masiva de todas las empresas económicas de la Unión Soviética y desregular todos los precios (hasta entonces regulados por el Estado). Como consecuencia de ello se privatizaron más de 200.000 empresas públicas en menos de 500 días. Para hacerse una idea de lo que ello significa, es importante recordar que la Sra. Thatcher (otra ultraliberal) privatizó 20 empresas públicas británicas en 11 años.
El desastre del programa liberal
Lo que ocurrió no puede definirse de cualquier otra manera que como un desastre humano. El desempleo (inexistente durante la URSS) pasó a ser de más de un 30% como promedio. La pobreza pasó de un 2% en 1987 a un 40% en 1995. Los ingresos per cápita bajaron un 30% en el periodo 1990-1996. Y el bienestar y la calidad de vida disminuyeron en un periodo de tiempo muy corto, en unas proporciones no conocidas antes (ni siquiera durante la Gran Depresión en EEUU). La esperanza de vida de los hombres descendió, solo en tres años (1991-1994), de los 64 a los 57 años. En realidad, la población en edad de trabajar, que se había previsto que subiría de 149 millones en 1985 a 164 millones en 1998, bajó a 144 millones en 1998. El grupo más afectado fue el de los hombres jóvenes que se encontraron sin trabajo, incrementándose de una manera muy notable la mortalidad por alcoholismo tóxico, suicidios, accidentes mortales y domiciliarios, con una ampliación masiva de enfermedades debidas al estrés, la ansiedad y la depresión. Todos estos son indicadores de lo que se ha llamado un “genocidio económico” (ver “The Post-Communist Mortality Crisis” en The Body Economic, David Stuckler y Sanjay Basu).
Es importante señalar que Jefrey Sachs, Larry Summers y otros académicos de la Universidad de Harvard reconocieron que sus medidas de “Shock Therapy” causarían un estrés generalizado, pero asumieron que era un dolor necesario que se transformaría pronto en una recuperación. Pero los datos muestran que el daño fue mucho mayor de lo que preveían, y que la recuperación nunca apareció. En realidad, la que fue la potencia económica en tiempos de la Unión Soviética, que había vencido a la Alemania nazi, se convirtió en una potencia económica menor, cuyo PIB pasó a ser solo el 40% del de Alemania y poco más del 50% del de Francia, con una esperanza de vida que se situó en la 153ª del mundo después de Honduras y Kazajistán.
Y el país –Rusia- es ahora un régimen autoritario, casi dictatorial, con una clase dominante que son los componentes de la élite que dirigía el Partido Comunista, que fue la mayor beneficiaria de las privatizaciones (élite dirigida por Putin, que fue nada menos que el jefe del Servicio Federal de Seguridad, los servicios secretos sucesores del KGB de la URSS).
¿Qué hace una persona como Jeffrey Sachs en el PSOE?
El economista Jeffrey Sachs no ha reconocido nunca que su receta fue un desastre para la Unión Soviética. Y aunque ha ido variando algo, sus recetas liberales en América Latina contribuyeron también al retraso económico de los países a los que asesoró. Es sorprendente (o puede que no debiera serlo) que el Sr. José Carlos Díez haya invitado al mismo Jeffrey Sachs -el arquitecto del genocidio económico de la URSS-, responsable de uno de los mayores desastres humanos conocidos en el siglo XX, para que asesore a nivel económico al PSOE. Aunque Jeffrey Sachs se haya camuflado desde entonces, los resultados de sus políticas liberales, no solo en la URSS sino también en Latinoamérica, han sido -como todas las políticas neoliberales- un desastre. Francamente, creo que el PSOE se merecería alguien mucho mejor.