Publicado en la revista digital SISTEMA, 5 de junio de 2009
Este artículo critica los supuestos sobre los cuales se desarrolló la estrategia de Lisboa, la cual contribuyó a reforzar las políticas liberales que han caracterizado a la Unión Europea. Tal estrategia quiso sobrepasar el nivel de riqueza de EEUU importando varios elementos del llamado “modelo liberal estadounidense”. De ahí la importancia de cambiar tales políticas, cambiando la composición del Parlamento Europeo.
La estrategia de Lisboa
En la construcción europea hay un momento de gran importancia. Ocurre en Lisboa, en el año 2000, y es cuando se aprueba la llamada Estrategia de Lisboa, en la que se establece como objetivo “alcanzar a ser, en diez años, la economía basada en el conocimiento más dinámica y competitiva del mundo”. Aunque no constó en el documento, lo que aquel objetivo indicaba (y así estaba en la mente de muchos de los promotores de aquella estrategia) era la necesidad de sobrepasar en el año 2010 la eficiencia económica y nivel de riqueza de EEUU. Para conseguir tal objetivo se consideraba que debían hacerse varias reformas, que en la práctica significaban la adopción en la Unión Europea del “modelo liberal estadounidense”. En cierta manera, era el triunfo de la vía anglosajona liberal, (representada por la Administración Clinton en EEUU y por la Tercera Vía en Gran Bretaña), que se había extendido a lo largo de la Unión Europea durante los años noventa. Varios gobiernos socialdemócratas hicieron suya tal vía, convirtiéndose en partidos socioliberales. Dentro de ellos, el gobierno socialdemócrata alemán, dirigido por Schroeder, fue el que llegó más lejos, con el plan 2010, con la incorporación de políticas socioliberales en sus políticas públicas. No fue el único sin embargo. Y muchos partidos socialdemócratas en la oposición, a la espera de gobernar, enfatizaron la necesidad de modernizarse, abandonando “viejos esquemas”, tales como la importancia de medidas redistributivas o la necesidad de expandir el gasto y las intervenciones públicas. Modernizarse significaba para ellos transformarse en partidos socioliberales. En Italia la transformación fue total. Incluso el nombre del gran Partido gobernante de las izquierdas pasó a llamarse Partido Demócrata (a la imagen y semejanza Partido Demócrata de EEUU). Y en Francia, el gobierno socialista francés privatizó más empresas públicas que las que privatizaron las derechas durante el periodo post II Guerra Mundial. La privatización era la moda y así se hizo.
Los dirigentes de tal estrategia de Lisboa, fueran de la sensibilidad que fueran, eran conscientes de que muchas de las propuestas de la estrategia de Lisboa (como la reducción de gasto público, la privatización del estado del bienestar, la reducción de los beneficios sociales y laborales, la desregulación de los mercados de trabajo, el retraso de la edad de jubilación, entre otras medidas) eran altamente impopulares y no se aprobarían en los Parlamentos nacionales. De ahí que un elemento importante de la estrategia de Lisboa fuera el desplazar estas medidas a la Unión Europea, cuyo déficit democrático era notorio, con lo cual tales medidas podrían aprobarse en aquel nivel. Es más, la incorporación de los países del Este de Europa a la Unión Europea significaba el enorme reforzamiento del pensamiento liberal en la UE. Inmunizados contra cualquier intervención del Estado (resultado de su experiencia bajo regimenes comunistas), las élites gobernantes en el Este de Europa adoptaron el otro polo opuesto, el modelo liberal (con el claro apoyo del gobierno federal de EEUU, su mentor, y de su aliado, el gobierno laborista de Gran Bretaña).
Los problemas con la estrategia de Lisboa
Uno de los más obvios era asumir que Europa era menos competitiva que EEUU y que para superar a la economía estadounidense se tenían que incorporar elementos del “modelo liberal estadounidense” a la economía europea. Lo que se ignoraba en este supuesto es que muchos países de la UE eran ya más eficientes que EEUU. Si consideramos la productividad por hora trabajada en EEUU como el punto de referencia (100) vemos que varios países europeos tenían ya una productividad mayor (en el año que tal estrategia de Lisboa se aprobó) que EEUU, Francia 103, Austria 109, Bélgica 110, Holanda 106 y Noruega (que no es miembro de la UE) 136. Lo mismo ocurre con el crecimiento anual de la productividad durante el periodo 2000-2007. Tal crecimiento ha sido en EEUU de un 1,4%, semejante al de muchos países en la UE: Alemania 1,2%, Gran Bretaña 1,7%, Dinamarca 1,4%, Finlandia 2,9%, Holanda 4,1%, España 1,9% y Suecia 2,6%. La propuesta de crear la sociedad del conocimiento como manera de sobrepasar la productividad de EEUU ignoraba dos hechos de gran importancia: uno era que la productividad y crecimiento de la productividad, por trabajador, en el promedio de la UE, eran ya entonces (en el año 2000) semejantes, cuando no superiores, a los existentes en EEUU. El segundo hecho era que, como han señalado los informes PISA, EEUU estaba a la cola, no a la cabeza, de la OECD, en el nivel de conocimientos del estudiantado en áreas elementales, como matemáticas, comprensión de lectura, e idiomas. La mayoría de países de la Unión Europea tenían niveles de conocimiento superiores a los de Estados Unidos.
Los distintos niveles de riqueza (medidos en PIB per capita) entre EEUU y la UE, no se deben, por lo tanto, a una menor productividad o a un menor crecimiento de tal productividad. La causa mayor de tal distancia en el nivel de renta es en el número de trabajadores (más alto en EEUU que en la UE, excepto en los países escandinavos) y en el número de horas trabajadas por trabajador. Esto último era debido, en gran parte, a que el número de días de vacaciones era superior en la mayoría de países europeos que en EEUU En realidad, si la población activa en la mayoría de países de la UE fuera tan elevada como en EEUU y el número de horas trabajadas por año en la UE fuera semejante al de EEUU, el PIB por habitante de la UE sería superior al de EEUU. Los sindicatos son más fuertes en la UE que en EEUU y la población ha deseado tener más tiempo libre que tener mayor nivel de riqueza.
El tema, pues, no es tanto la productividad (la obsesión del diseño de la sociedad de conocimiento) sino el número de trabajadores. Las élites gobernantes en la Unión Europea quieren resolver esta situación a través de la inmigración. Un argumento, raramente hecho explícito, a favor de la entrada de Turquía en la UE es precisamente el atractivo de tener una gran cantera de trabajadores inmigrantes para resolver las necesidades de recursos humanos de los países de la UE y muy en particular de la UE-15. Esta posibilidad atemoriza, con razón, a grandes sectores de la clase trabajadora no cualificada, pues esta inmigración supone una mayor competitividad por puestos de trabajo y por recursos sociales (que en muchos países europeos no están garantizados por el estado como derechos universales, sino que son graciales, dependiendo del nivel de renta de la población). Y, en contra de lo que se acentúa en el discurso “políticamente correcto”, los datos señalan claramente que la inmigración tiene un impacto negativo en el nivel salarial del sector en el que trabajan, situación lógica, pues el mundo empresarial paga salarios más bajos a los inmigrantes que, al estar en situación vulnerable, aceptan condiciones de trabajo más duras y salarios más bajos. Ignorar esta realidad ha significado el desplazamiento electoral de sectores de la clase trabajadora a opciones ultraderechistas xenófobas. No es racista el más ignorante, sino el más inseguro. Y hoy, en la UE, hay mucha inseguridad entre las clases populares.
De ahí que una alternativa mejor para resolver la escasez de recursos humanos, sea la de potenciar la entrada de la mujer al mercado de trabajo para alcanzar el nivel de población que trabaja existente en EEUU. Si España tuviera la tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo que tiene Suecia, España tendría tres millones más de trabajadoras, pagando impuestos y creando riqueza. Y si tal porcentaje de participación de la mujer en el mercado de trabajo fuera en todos los países de la UE como lo es en Suecia, el número de trabajadores nuevos sería superior al que se conseguiría con la entrada de Turquía en la UE. Esta entrada de la mujer al mercado de trabajo requiere una expansión del Estado de Bienestar y muy en especial, la expansión del 4º pilar del estado del bienestar (los servicios de ayuda a las familias como escuelas de infancia y servicios de ayuda a las personas con dependencia) para facilitar la integración de las mujeres.
El error de privatizar el estado del bienestar. El ejemplo de EEUU
Los pensadores socioliberales (de los cuales el más prolífico es Anthony Giddens) se oponen a la expansión de los servicios públicos y del gasto público, por asumir que tal expansión afecta negativamente a la eficiencia económica y a su competitividad. Constantemente se refieren a EEUU como ejemplo por la competitividad de sus empresas y como modelo de eficiencia económica, señalando a sus mercados de trabajo con su supuesta gran flexibilidad, como punto de referencia necesario para la UE. Existe, sin embargo, gran confusión referente a la supuesta rigidez y falta de flexibilidad en los mercados de trabajo. La flexibilidad laboral tiene cuatro dimensiones: 1) movilidad de un sector de empleo a otro, 2) movilidad de un territorio a otro, 3) movilidad de un puesto de trabajo a otro y 4) movilidad de entrada y salida del mercado de trabajo. Existen cuatro tipos de flexibilidades y por lo tanto de rigideces. No todas ellas están relacionadas. EEUU es muy móvil en movilidad 4 pero no tanto en movilidades 1, 2 y 3 y ello como consecuencia de la privatización del Estado de Bienestar, uno de los problemas mayores que EEUU tiene y que hace a las empresas estadounidenses menos competitivas. Los beneficios sanitarios, por ejemplo, se proveen con las aportaciones de los empresarios y trabajadores a las compañías de seguro privados, las cuales contratan la provisión de servicios con los médicos y hospitales privados. La extensión de la cobertura sanitaria (qué servicios y diagnósticos están cubiertos y cuáles no) depende de la negociación colectiva en los convenios altamente descentralizados. Cuando un trabajador deja su puesto de trabajo pierde su cobertura sanitaria y la de su familia, lo que explica la resistencia a cambiar de un puesto de trabajo a otro. Ello añade una enorme rigidez al mercado de trabajo. Es más, el empresario tiene que pagar parte de su póliza a las compañías de seguro sanitario, coste que le supone una cantidad significativa. El mayor coste de producción de la industria automovilística (1.500 dólares por coche) es la póliza sanitaria para sus empleados. Toyota en Japón paga solo 97 dólares por coche (pagando en impuestos en lugar de en aseguramiento privado). Una de las políticas domésticas más importantes de la Administración Obama es, precisamente, hacer algo para controlar esta situación que añade una enorme rigidez a los mercados laborales.
El carácter público del Estado de Bienestar en lugar de ser una carga para la eficiencia económica, como asumen los economistas liberales, es una gran ventaja; es más económico, eficiente, justo y humano (en EEUU el 17% de la población no tiene ninguna cobertura sanitaria). La privatización del Estado del Bienestar que los liberales, incluyendo socioliberales, están pidiendo, está teniendo efectos negativos no sólo en la equidad sino también en la eficiencia económica. De ahí que el futuro de la Unión Europea y de su modelo social requiere la derrota electoral del liberalismo y socioliberalismo y de las políticas liberales promovidas por el establishment actual de la UE. Las centro-izquierdas deben abandonar su liberalismo si quieren ejercer el liderazgo progresista en la UE.
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