Publicado en EL PLURAL, el 21 de Septiembre de 2009.
Este artículo analiza las grandes semejanzas existentes entre el golpe militar que depuso en 1964 al presidente Joao Goulart en Brasil, y el que expulsó al Presidente Zelaya en Honduras este año, mostrando la similitud en los argumentos utilizados por los grandes medios de información estadounidenses (y ahora españoles) para explicar (y en muchos de ellos justificar) tales golpes. El artículo también señala las diferencias, aún cuando alertando de que el éxito del golpe hondureño podría extenderse a otros países de América Latina, tal como ocurrió en 1964.
El Departamento de Estado de EEUU (equivalente al Ministerio de Asuntos Exteriores de España) está permitiendo estos días el acceso a la documentación escrita, archivada en aquel Departamento durante más de cincuenta años. Estos documentos y otros, procedentes de otras ramas del Gobierno y del Congreso estadounidenses, están permitiendo conocer hechos que ocurrieron en América Latina en los años sesenta, entre ellos el golpe militar que depuso al gobierno democráticamente elegido, presidido por Joao Goulart. Leyendo tales documentos sorprende la semejanza de aquel golpe que ocurrió en 1964 con el golpe que depuso este año en Honduras al Presidente Zelaya.
Los golpistas en Brasil justificaron el golpe aludiendo al deseo del Presidente Goulart de modificar la Constitución para mantenerse en el poder. Según tal argumento, el motivo del golpe era “salvar el orden constitucional en Brasil”. Joao Goulart había sido un rico agricultor (tal como había sido Zelaya), que había ido simpatizando con las demandas hechas por los trabajadores agrícolas e industriales, aumentando su salario mínimo (como también hizo Zelaya). Éstas y otras medidas establecidas a favor de las clases populares antagonizaron a la oligarquía brasileña, que acusó (sin ninguna evidencia) a Goulart de estar influenciado por Fidel Castro (en el caso de Honduras, a Zelaya se le acusó de estarlo por Chávez), planeando establecer un sistema político comunista semejante al cubano. El Presidente Goulart fue expulsado (como también lo fue Zelaya) del Palacio Presidencial y del país.
Nunca se documentó, por cierto, que el Presidente Goulart intentara cambiar la Constitución para permanecer en el poder. Lo mismo puede decirse en cuanto al Presidente Zelaya. Tal falta de evidencia no fue obstáculo para que los mayores medios de información de EEUU (desde el The New York Times en el Este del país al Los Angeles Times en el oeste) informaran de lo ocurrido según la visión de los golpistas, explicando el golpe como un acto percibido como necesario para mantener la Constitución brasileña. El The New York Times escribió una editorial titulada “The peaceful revolution” (la revolución pacífica) en la que acusaba a Goulart de “intentar prolongar su mandato anulando la prohibición constitucional que no permitía la elección sucesiva del mismo Presidente (03.04.64). Una situación semejante ha ocurrido con el golpe militar en Honduras, donde la prensa mayoritaria en EEUU (y en España) ha utilizado el mismo argumento para explicar el golpe militar en aquel país (ver mi artículo “La verdad silenciada de Honduras” PÚBLICO, 20.08.09). No sólo el mismo argumento, sino incluso la misma narrativa. Así, el The New York Times escribió, a raíz del golpe militar hondureño “que Zelaya intentó extender su mandato en contra de lo que le permitía la Constitución” (06/07/09).
El gobierno federal de EEUU negó que hubiera intervenido en el golpe militar brasileño. Sin embargo, en los documentos que se han hecho públicos desde entonces, incluidos los documentos del archivo del National Security Archive (31.03.04) se muestra que la Administración Kennedy había establecido contactos con las fuerzas armadas brasileñas para preparar el golpe militar, el cual contó con el apoyo de la Administración Johnson, después del asesinato del Presidente Kennedy (Mark Cook, Extra, septiembre 09).
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Los mismos medios estadounidenses que habían acusado a Goulart de ser un izquierdoso que quería imponer en Brasil un régimen comunista como el cubano, acusan ahora a Zelaya de haber conspirado para establecer un régimen con tendencias supuestamente dictatoriales tal como definen al gobierno venezolano presidido por Hugo Chávez. Y, como no, el mundo empresarial estadounidense, en un claro signo de solidaridad de clase, ha apoyado al mundo empresarial hondureño, de la misma manera que antes había apoyado al mundo empresarial brasileño. Aplaudieron la eliminación, por parte de la Junta militar, de los subsidios públicos sobre los alimentos que el gobierno Goulart había establecido para facilitar la distribución de tales bienes de consumo a la población, Y aplaudieron también la enorme represión llevada a cabo por la Junta militar en contra de los trabajadores brasileños y sus sindicatos
Hasta aquí las semejanzas. Pero es importante señalar también las diferencias. El rechazo al golpe militar brasileño no fue generalizado en la comunidad internacional. Cuarenta y cinco años más tarde, el rechazo al golpe militar hondureño ha sido universal. Incluso EEUU lo ha condenado y, aunque se puede criticar (con razón) que la Administración Obama no está haciendo lo suficiente para reinstaurar a Zelaya como el Presidente democráticamente elegido, no existe evidencia de que tal Administración ayudara a que se diera el golpe aún cuando no puede eliminarse, la más que probable, posibilidad de que la Administración Bush estuviera preparándolo. La respuesta ahora de la comunidad internacional ha sido distinta a la de entonces. Y las fuerzas políticas críticas del gobierno federal de EEUU dentro del país tienen más poder ahora que entonces, época dura de la Guerra Fría. Incluso el hermano del Presidente Kennedy, el recientemente fallecido senador Edgard Kennedy (ver mi artículo “Como conocí al senador Kennedy”. El Plural. 04.09.09), condenó sin ninguna ambigüedad el golpe de Honduras, oponiéndose también al embargo en contra de Cuba.
Pero, aunque es importante constatar estas diferencias, el hecho más preocupante es que el golpe militar hondureño puede tener el mismo efecto que el que tuvo el brasileño. No hay que olvidar que el golpe militar brasileño inició una serie de golpes militares en el cono sur de América Latina, todos ellos apoyados por el gobierno federal de EEUU, destinados a impedir las reformas en el continente con las mayores desigualdades del mundo. Más tarde se estableció la operación Condor que asesinó a los dirigentes de las fuerzas reformistas de aquel continente, incluyendo al presidente Goulart (en 1976). No hay que desestimar la posibilidad que el golpe militar hondureño inspire a otras oligarquías en América Latina, con el fin de parar las reformas que están ocurriendo en la mayoría de países de América Latina. De ahí la urgencia de mostrar a tales oligarquías que este tipo de golpes no pueden tolerarse en el siglo XXI.