Publicado en la revista digital SISTEMA, 18 de diciembre de 2009
Este artículo critica la versión extendida en España que atribuye el conservadorismo del Congreso de EEUU al conservadorismo de la población estadounidense. El artículo documenta que existe un gran desfase entre lo que la población desea y lo que el Congreso estadounidense aprueba, y ello resultado de la enorme influencia que los grandes lobbies económicos y financieros tienen en la configuración de las políticas públicas de tal gobierno.
El sesgo conservador de los mayores medios de información y persuasión del país se muestra en la cobertura sesgada e insuficiente (cuando no meramente incompetente) de la realidad estadounidense. Tales medios dan una visión idealizada de aquel país, sin percatarse de los enormes cambios que están ocurriendo en él, en respuesta al gran deterioro de la calidad de las instituciones políticas representativas, consecuencia de la enorme influencia política que el poder económico y financiero están teniendo. El maridaje de la clase empresarial con la clase política (que a nivel popular se define como “Washington”) explica la enorme hostilidad de las clases populares hacia Washington, como muestra de que todos los candidatos en las últimas elecciones a la presidencia de EEUU tuvieron que presentarse como “anti-Washington”. Esta enorme influencia se realiza a costa de la capacidad de decisión de la población sobre sus instituciones representativas. Una imagen errónea y extendida en los medios de mayor difusión en España es que el escaso desarrollo del estado del bienestar en EEUU –donde no existe un sistema nacional de salud que garantice el derecho de acceso a los servicios sanitarios- se debe a la actitud del americano medio en contra de la intervención del Estado en su vida cotidiana. Un ejemplo de ello son los artículos de Antonio Caño, corresponsal de EL PAÍS, que explica las enormes dificultades que atraviesa la reforma sanitaria en el Congreso de EEUU por “la voluntad de la media de los ciudadanos de EEUU” (16.12.09), a los que definió en otro artículo como “congénitamente adversos al Estado” (01.11.09). Estas afirmaciones, muy representativas de la cobertura mediática que se hace de EEUU, por parte de los mayores medios de información de España, idealizan el escasamente democrático sistema político de aquel país, representando al Congreso de EEUU como la voz del ciudadano medio (ver mi artículo “La reforma sanitaria de Obama”. PÚBLICO 17.12.09). No sé si es incompetencia o manipulación. Pero los datos muestran claramente lo errónea que es tal afirmación. En realidad, la mayoría de la población estadounidense apoya la existencia de tal sistema sanitario público, que cubra atención sanitaria de toda la población. Y la mayoría es consciente de que si no existe la universalización de tales derechos se debe al excesivo poder de la “Corporate Class”, la expresión popular utilizada para definir la clase empresarial del mundo de las grandes Corporaciones. Veámos los datos (todos ellos ignorados o desconocidos por parte de los mayores medios de difusión de nuestro país):
• Existen más estadounidenses a favor de la expansión de los servicios públicos que de su reducción. Los primeros son el doble que los segundos (National Elections Survey 2004).
• El 71% de la población piensa que los impuestos de sociedades (Corporate Taxes) son demasiado bajos (Gallup Poll, abril 2007)
• El 77% cree que existe excesiva concentración de poder en muy poca compañías (Pew Survey 2004)
• El 84% cree que las grandes empresas tienen excesiva influencia en Washington (Harris Poll 2007).
• El 62% se queja de que los beneficios de las grandes empresas son excesivos (Pew Survey 2004).
• Sólo un 38% cree que las grandes empresas sirven a los intereses generales de la población (Harris Poll 2007).
• Y según el Rasmussen Report de este año 2009, nada menos que dos terceras partes de la población creen que las grandes empresas y el Gobierno federal trabajan juntos en contra de los intereses de la población (People’s Interest 2009).
Lo que también es interesante es ver cuáles son las grandes empresas que se llevan la Palma de Oro en este elevado nivel de impopularidad. El porcentaje de la población que cree que las empresas son “honestas”, “trustworthy” (que se puede confiar en ellas) es sólo un 3% en el caso de las industrias del tabaco, un 3% en el caso de las industrias del petróleo, un 5% en el caso de las compañías de seguro sanitario privado, un 10% en el caso de las compañías de seguro de vida, un 11% en el caso de la industria farmacéutica, un 11% en el caso de las compañías aéreas y un 12% en el caso de las compañías alimentarias (Harris Poll, Nov. 2007). La gran mayoría de la población no les tiene confianza.
Los siguientes datos también confirman que las enormes desigualdades sociales existentes en EEUU no se basan en un deseo popular. Veámos:
• El 66% de estadounidenses piensa que los impuestos de las rentas superiores son demasiado bajas (Gallup Poll, Abril 2007).
• El 59% tiene una visión favorable y positiva hacia los sindicatos; solo un 29% lo tiene negativo (Gallup Poll. 2006).
• El 64% (lo cual quiere decir dos terceras partes de la población) considera que “las injusticias sociales y las desigualdades que sufren son el mayor problema moral del país”. Sólo un 16% cree que el aborto, y un 12% cree que el matrimonio homosexual son problemas morales. Estos datos muestran lo erróneo de creerse que estos últimos valores conservadores (que constantemente se muestran como centrales en la cultura política de EEUU) tienen gran importancia para la población.
• Sólo un 29% favorece la expansión del gasto público en Defensa. En contraste, el 79% favorece la expansión del gasto público sanitario, el 69% en gasto público educativo y el 69% en pensiones públicas (Chicago Council of Foreign Relations. Global Views in America. 2004).
• Un 64% estaría dispuesto a pagar más impuestos para garantizar que toda persona que necesita servicios sanitarios pueda obtenerlos (CNN. Opinion Research Poll, Mayo 2007).
• Un 69% considera que es responsabilidad del gobierno federal garantizar la universalización del derecho de acceso a los servicios sanitarios (Gallup Poll, 2006).
• Según el CBS/New York Times Poll de Enero de 2009, un 59% apoya un aseguramiento público sanitario donde el gobierno financie y gestione el aseguramiento (lo que en EEUU se llama “Single Payer”).
• Un 65% apoya la inclusión en la reforma sanitaria que se está debatiendo en el Congreso, de una opción pública semejante al Medical Care –el programa que cubre la mayoría de los gastos sanitarios para los ancianos- que compita con las compañías de seguro privadas en el aseguramiento de la población (CBS/NEW YORK TIMES, septiembre, 2009).
• Un 71% cree que el sistema sanitario en EEUU debiera reconstruirse de nuevo, mientras que solo un 24% cree que lo que hace falta son reformas menores (Pew Research Center 2009).
Hasta aquí la opinión popular, brevemente resumida en el excelente artículo de Paul Street “To save the capitalist system” publicado en la REVISTA Z (diciembre 2009).
Pues bien, cuando usted analiza las políticas públicas desarrolladas estos últimos años vemos que (incluso durante la Administración Obama) no responden a esta opinión popular. Todo lo contrario, muchas de ellas son opuestas a las deseadas. Y en otras, como la incorporación de la opción pública en la reforma sanitaria, se ha tergiversado este deseo de manera tal que la opción pública no entrará en pleno derecho, compitiendo con las compañías privadas para poder proveer el aseguramiento, tal como la población desea, sino que, en el caso improbable de aceptarse por el Congreso, se permitirá que cubra sólo a las personas pobres y enfermos crónicos que los aseguradores privados no quieren.
Esta es la realidad de EEUU, uno de los países con una democracia más limitada, consecuencia del enorme poder que Corporate America tiene en la vida política en el país. La americanización de la vida política de Europa y España llevará a resultados semejantes en este lado del Atlántico. A la luz de estos y muchos otros datos, presentar la democracia estadounidense como responsable y sensible a la voz popular es, como dije al principio, mera incompetencia o manipulación. La voz popular influencia pero no determina el quehacer público de EEUU. Es el gran mundo empresarial el que tiene mayor peso en las decisiones últimas, tal como ha demostrado claramente la reforma sanitaria. De ahí que lo que el Congreso de EEUU apruebe será muy diferente de lo que la mayoría de la población desea.
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