Publicado en la revista digital SISTEMA, 29 de enero de 2010
Este artículo analiza las causas políticas de la pobreza (y miseria causada por el terremoto) en Haití, señalando que algunas de las fuerzas políticas que se presentan ahora como humanitarias fueron responsables de aquella pobreza y miseria.
La enorme tragedia de Haití donde, según los cálculos del propio gobierno de aquel país, pueden haber fallecido más de 150.000 personas, ha generado una enorme movilización a nivel mundial a fin de aportar ayuda humanitaria a la población de Haití. Las imágenes que, a diario, nos llegan de los medios son auténticamente desgarradoras y generan un deseo de hacer algo, rápido e inmediato, para aliviar el enorme dolor que ha caído sobre aquel país. Liderando aquella respuesta humanitaria está el gobierno de EEUU, cuyas fuerzas armadas están dirigiendo, coordinando y canalizando el proceso de ayuda -en nombre de las Naciones Unidas- los recursos enviados por gobiernos, instituciones internacionales, Organizaciones No Gubernamentales y otros organismos, a fin de asegurarse que alcanzan a los grupos con mayores necesidades. Como escribía la articulista de La Vanguardia, Pilar Rahola, en su artículo “Los buenos de Haití” (21/01/10), Estados Unidos (y añadía ella Israel) se han llevado la Palma de Oro en su atención y cuidado a la población damnificada en Haití. Con un tono de gran hostilidad hacia las izquierdas, que caracterizan sus artículos, tal articulista señalaba que sólo el “antiamericanismo” de las izquierdas en Europa explica la imposibilidad de reconocer que EEUU ha sido el bueno de la película en Haití.
Otros autores –como Bertrand de la Grange- son menos generosos en su valoración de EEUU, reconociendo que EEUU (y Francia) jugaron un papel negativo en el desarrollo político y económico del país, al oponerse a su independencia. Pero, habiendo reconocido esto, Bertrand de la Grange (ver “¿Reparar el pasado o construir el futuro?”. El País, 23.01.10) libera a EEUU de cualquier otra responsabilidad, atribuyendo el subdesarrollo tan acentuado de aquel país a las élites corruptas que lo han dirigido, sin nunca preguntarse, sin embargo, quién apoyó y puso a aquellas élites corruptas en el gobierno.
Considero estos puntos de vista bastante representativos de una opinión generalizada en los medios conservadores y liberales del país (que son la mayoría en España). De ahí que crea necesario responderles, añadiendo información que cuestiona tales interpretaciones, agradeciendo a la revista SISTEMA que me ofrezca la posibilidad de presentar una interpretación distinta y alternativa a la reproducida en la sabiduría convencional conservadora y liberal. Antes debo señalar que el intento de presentación de tal postura crítica y alternativa fue vetado en los forums donde tales articulistas expusieron sus posturas. Sólo Público publicó un resumen de mi crítica que expando ahora en este artículo (“Haití no es un desastre natural” Público, 28.01.10). Este veto es frecuente en las páginas de La Vanguardia que tiene una densidad elevada de colaboradores que insultan a las izquierdas, blindándoles de cualquier crítica, al no permitir a las voces de izquierdas responderles.
Pero comencemos por analizar que es el “antiamericanismo”, un término que se utiliza con gran frecuencia y frivolidad en España. En primer lugar, no debe confundirse gobierno federal de EE.UU. con la población de EE.UU. En muchas ocasiones, la mayoría de la población de EEUU está en desacuerdo con las políticas desarrolladas por el gobierno federal. Según tales autores, se debería concluir entonces que la mayoría de la población de EEUU es “antiamericana” lo cual es absurdo. El sistema político estadounidense es escasamente democrático. Su gobierno federal es muy sensible a los intereses empresariales, que han tenido una gran influencia en la determinación de la política exterior de EEUU., tal como muestra el comportamiento del gobierno federal en la parte del continente Americano al sur de Río Grande.
Este continente a lo largo del siglo XX ha tenido 56 golpes de estado en Bolivia, 36 en Paraguay, 31 en Perú, 24 en Panamá, 23 en Ecuador, 17 en Cuba, 16 en Haití (repito, 16 en Haití antes de 1995), 16 en República Dominicana, 12 en Venezuela, 10 en Brasil, 9 en Chile, 8 en Argentina y en Colombia, y 5 en Uruguay. Sin contar los 10 en las islas del Caribe, y las dictaduras nicaragüenses y dominicanas que gobernaron durante décadas sus países. Pues bien, un elevado número de estos golpes fueron apoyados por el gobierno federal de EE.UU. y sus aliados, incluyendo varios países europeos. Tales golpes tenían como objetivo defender a las élites dominantes de aquellos países que, aliados con compañías estadounidenses, canadienses y europeas – en su mayoría empresas transnacionales agrícolas o extractoras de minerales- dominaban la economía de aquellos países.
Esta lectura no es una lectura paranoica y conspiracional de las izquierdas, sino un retrato de aquella realidad. La persona que lo ha dicho de una manera clara y concisa es una persona que puede hablar con gran autoridad y conocimiento, el Comandante General Smedly Butler de la mayor fuerza expedicionaria de la Armada estadounidense, los famosos Marines, “Durante 33 años y cuatro meses trabajé en el servicio militar activo de EE.UU., y durante tal periodo pasé mi tiempo sirviendo a Wall Street (el centro financiero de EE.UU.) y al mundo de los grandes negocios. Permitan que lo ponga más claro. Era como el gangster del capitalismo. Hice que Méjico y muy en especial Tampico fuera un lugar seguro para las compañías de petróleo en 1914. Ayudé también a hacer de Haití y Cuba un lugar decente para que los chicos del Nacional City Bank, asegurándose que pudieran conseguir fondos que incrementaran sus beneficios. Fue con mi ayuda que pudimos someter y violar a media docena de países de Centro América a fin de beneficiar a Wall-Street. Ayudé a purificar Nicaragua de elementos peligrosos para la Internacional Banking House of Brown Brothers en 1902-1912. Facilité que la República Dominicana fuera un lugar preferente para los intereses de las compañías estadounidenses azucareras en 1916, y ayudé a hacer de Honduras el coto privado de las compañías estadounidenses fruteras en 1903. En China, aseguró en 1927 que los intereses de la Standard Oil no fueron molestados” (citado en “The Fighting Quaquer”, 1935). No podía haberse dicho más claro. Lo mismo ocurrió con los países europeos cuyos militares son menos transparentes en su expresión, y, por lo general, presentan su represión como “misión civilizadora”. Veamos ahora Haití.
LA RELACIÓN DE HAITÍ CON EEUU
Haití comenzó el siglo XX con una brutal ocupación por los Marines, que duró desde 1915 a 1934. Siguieron varias intervenciones militares, más tarde, del gobierno federal de EE.UU., que apoyó a los gobiernos más corruptos y represivos que hayan existido en América Latina, “Papa Doc” y “Baby Doc”, los cuales destruyeron aquel país en acto de expolio, que duró desde 1957 a 1986.
Más recientemente EE.UU. apoyó dos golpes de estado (en 1991 y 2004) en contra de un gobierno democráticamente elegido, presidido por Jean Bertrand Aristide, quien había sido elegido en 1990, con un programa de reformas profundas, antagonizando con ellas a las clases dominantes de Haití y a sus aliados en EE.UU., sumamente influyentes en el gobierno federal estadounidense. El golpe militar de 1991 fue oficialmente repudiado por la Administración Bush, aunque se vio más tarde que tal administración había proveído apoyo a los generales golpistas. La administración Clinton permitió la vuelta de Aristide con la condición de abandonar su programa de reformas, abandono al que Aristide se resistió creando un bloqueo económico que terminó con la expulsión de Aristide del gobierno. Cuando éste y su altamente popular partido se presentaron a las elecciones del 2000, éste ganó por gran mayoría, iniciándose de nuevo un bloqueo económico y oposición violenta por parte de la Administración Bush junior, que concluyó con el golpe de 2004, cuando Aristide fue expulsado del país.
Ninguno de estos hechos se dan a conocer al público en los mayores medios de difusión. Pero la campaña de las élites gobernantes en Haití, y del gobierno de EE.UU. y sus aliados europeos es extraordinariamente predecible. Y los medios forman parte de esta estrategia, demonizando a Aristide y ocultando la enorme opresiva situación que aquellas fuerzas conservadoras y liberales están sosteniendo, presentándose ahora como los grandes benefactores, o como dice Rahola, “los buenos de la película”.
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