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Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL DEBAT, 31 de mayo de 2010

Este artículo critica la privatización parcial de TV3 y Catalunya Ràdio que elimina su capacidad crítica hacia los grandes grupos empresariales que la financian, transformándose en instrumentos de nueva dimensión, dentro de un marco conceptual que es (con notables excepciones) nacionalista y conservador neoliberal.

Han aparecido últimamente varios estudios en EEUU sobre los medios de comunicación de aquel país, que tienen gran relevancia para España (ver el número especial de Extra, sobre la televisión pública en EEUU). Algunos de estos informes se han centrado en los medios televisivos y lo que detallan sobre las diferentes cadenas, tanto privadas como públicas, en EEUU, tiene plena vigencia para las televisiones en España. Una de las observaciones que tales estudios hacen es que la financiación de las cadenas televisivas, por parte de compañías que promocionan sus productos en sus espacios, tienen gran influencia en la configuración del contenido y la orientación de la mayoría de programas que emiten, siendo su influencia mayor incluso que la que les correspondería por el tiempo comprado para anunciar sus productos. Los equipos directivos de las corporaciones televisivas, así como los diseñadores de programas, son plenamente conscientes de los intereses, no sólo particulares y específicos de cada compañía que promociona sus productos, sino también de los intereses generales que tales compañías tienen como parte de una clase empresarial que trabaja en un determinado sector. Por ejemplo, se vio claramente que había una relación entre anunciantes de productos específicos alimentarios y el tratamiento de la cadena televisiva hacia la industria agroalimentaria, excluyendo cualquier tipo de crítica de tal industria en sus canales. De ahí el escasísimo número de programas críticos con tal industria en las mayores cadenas de televisión, habiéndose producido y emitido análisis críticos hacia tal industria sólo en cadenas televisivas públicas, carentes de apoyo financiero por parte de tal industria.

Esta situación tiene enorme relevancia en el debate que se ha producido en nuestro país sobre si la televisión pública en España y en sus CCAA debieran estar financiadas, en parte, por los anuncios comerciales. La evidencia existente muestra claramente que la financiación privada inhibe la actitud crítica de la cadena hacia los grandes grupos empresariales que se anuncian en tales cadenas televisivas, como lo atestigua la falta de programas y actitudes críticas, no sólo en las televisiones privadas, sino también en la televisión pública, financiada en parte privadamente (como es la televisión pública catalana, TV3), hacia la industria agroalimentaria o sobre la industria farmacéutica o sobre la Banca (o sobre las Cajas) o sobre las compañías energéticas y de telecomunicación, por citar cinco de los sectores que tienen más anuncios en TV3. Tal televisión pública catalana tiene no sólo una “costra nacionalista”, como muy bien ha dicho Joan Ferran –dirigente del PSC-, sino también una “costra neoliberal” (ver mi artículo “Las entrevistas de Mònica Terribas y la Televisión Pública Catalana”, El Plural, 20.04.10), que se refleja constantemente en los mayores programas de tal televisión. El último de una larga lista de ejemplos es un programa donde si discutieron las medidas a tomar para salir de la crisis que –como era de esperar- se centraron en bajar los salarios, reducir el sector público y disminuir los costes del despido, con un único economista presente en el debate, promoviendo el dogma neoliberal. La actitud crítica hacia grupos de poder económico y financiero brilla por su ausencia, en contraste con la televisión pública española que, a base de financiarse públicamente, ha comenzado a emitir varios programas críticos sobre algunas vacas sagradas en España, como El Corte Inglés. Es fundamental que, para tener una televisión pública plural, ésta deje de depender de aportaciones de grandes grupos empresariales. Es sorprendente y profundamente erróneo que un gobierno de izquierdas, como lo es la Generalitat de Catalunya, y con un Parlamento en el que las izquierdas son mayoría, se favorezca la comercialización de la cadena de televisión pública.

Otra conclusión de los trabajos publicados en EEUU sobre los medios citados anteriormente, es que cada medio radiofónico o televisivo configura su propia audiencia, lo cual explica el tono partidista encaminado a movilizar su propia audiencia. Esto aparece claramente en TV3 y Catalunya Radio en la que un gran número de programas enfatizan un nacionalismo conservador y neoliberal muy acentuado, que ha creado su propia audiencia, una audiencia que no es representativa de la totalidad de la población en Cataluña que, por cierto, es la que, a través de sus impuestos, contribuye a financiar tal cadena televisiva. Esta “audiencia cautiva” explica que cuando Antoni Bassas, el director del programa “El matí de Catalunya Radio”, profundamente nacionalista conservador-neoliberal de TV3, dejó la dirección del programa, su audiencia bajó significativamente. De esta manera, las audiencias se crean y se configuran según los intereses de la radio o de la cadena televisiva. Y tal como aquellos estudios documentan, si esta radio o cadena es privada o está financiada parcialmente con fondos privados se intenta configurar una audiencia de capacidad adquisitiva superior a la media, pues es la que atrae mayor número de grandes grupos empresariales que quieren anunciar sus productos. Y esto es lo que ocurre en nuestros medios públicos o privados.

Una consecuencia de esta comercialización de la televisión pública es la dilución de la función pública, evaluándose el éxito de la televisión pública por la audiencia conseguida, más que por la utilidad social del programa televisivo. Esto ha llegado al extremo de que programas de gran valor informativo, como Millennium, o documentales especiales, como Los Espías de Franco se hagan a altas horas de la madrugada, cuando la mayoría de la población trabajadora está durmiendo, o a horas que no son de fácil acceso para la gente que trabaja. De esta manera la televisión pública va adquiriendo características de la privada, centrándose en el entretenimiento, con la diferencia de que sea en catalán. El objetivo de tal cadena pública TV3, se convierte primordialmente en promover el catalán. Un objetivo loable. Pero hay muchas maneras de hacerlo, y tal como se está haciendo, reproduce un pensamiento conservador y neoliberal nacionalista, que el gobierno y el Parlamento no se han atrevido a cambiar, pues el poder corporativista de la Televisión y Radio Catalanas es enorme y ni las izquierdas, ni la mayoría de la intelectualidad en Cataluña, se han atrevido a denunciar, lo que es, por otra parte, ampliamente conocido. Todo el mundo lo sabe, pero pocos los denuncia. Y así va nuestro país.

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