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Publicado en EL PLURAL, 13 de septiembre de 2010.

Este artículo señala que un objetivo de las primarias debiera ser el debatir las distintas propuestas identificadas con las distintas sensibilidades existentes dentro de cada partido, de manera que el programa final del partido fuera una síntesis de las distintas sensibilidades. Ello aplica también al PSOE donde existen distintas maneras de entender la socialdemocracia que debieran debatirse en las primarias.


¿De dónde surgen las primarias?: la experiencia de EEUU
El origen de las primarias en los partidos Demócrata y Republicano en los EEUU fue el descontento hacia el sistema bipartidista existente en aquel país, basado en la existencia de dos partidos, financiados en su mayoría por grandes lobbies económicos e instrumentalizados por dos grandes aparatos poco sensibles a los deseos y opiniones de las bases de tales partidos. Fue consecuencia del descontento entre las bases (y su rebelión frente al aparato de los partidos) que se establecieron las primarias. A partir de su existencia, las primarias tenían por objetivo que las distintas sensibilidades existentes dentro de cada partido compitieran en el mercado político, con el fin no sólo de elegir al candidato, sino también el programa que adoptaría el partido. En general, el programa final debería ser una síntesis resultado de la fuerza expresada durante las primarias por las distintas sensibilidades dentro de cada partido. Cuando en 1988 asesoré al candidato Jesse Jackson Sr. en las primarias del Partido Demócrata, el ganador de las primarias, el Gobernador Dukakis del Estado de Massachussets tuvo que incorporar en la plataforma del Partido Demócrata la promesa de establecer un sistema universal de salud en aquel país, propuesta hecha por el candidato Jackson, y que Dukakis tuvo que aceptar para conseguir su apoyo (que había conseguido el 40% de todos los delegados del Congreso Demócrata en el proceso de las primarias).

Un tanto semejante ocurre en las primarias que tienen lugar a todos los niveles (federales, estatales y municipales) en la preparación de los candidatos de los dos partidos mayoritarios. Las primarias tienen como objetivo no sólo elegir al candidato para el puesto sujeto al proceso electoral, sino también sintetizar las distintas sensibilidades dentro del partido en su programa.

En los países que tienen sistemas proporcionales, en lugar de bipartidistas, la existencia de primarias es, sin embargo, menos frecuente pues, en general, las distintas sensibilidades que existen dentro de un gran partido aparecen como partidos distintos con su propia identidad. En España, sin embargo, el sistema político es escasamente proporcional, lo cual explica que en la práctica funciona como bipartidista, limitando considerablemente su potencial democrático. De ahí la gran importancia de que existan primarias, y muy en particular en los dos partidos mayoritarios, el PSOE y el PP. Es un indicador de la mayor vocación democrática de las izquierdas que las primarias se den con mayor frecuencia entre éstas que entre las derechas.

Las primarias actuales en el PSOE
En el PSOE existen distintas sensibilidades que deberían expresarse durante las primarias, a fin de configurar los equipos de dirección y el programa del partido. Una sensibilidad es la definida (frecuentemente, por los miembros de las otras sensibilidades) como la socialdemocracia “tradicional”. Por regla general, el término tradicional se ha utilizado en el sentido peyorativo como anticuado. Esta tradición, arraigada en la tradición socialdemócrata (que ha alcanzado su máxima expresión en los países escandinavos –Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia-), ha enfatizado las políticas redistributivas, encaminadas a universalizar los derechos sociales y laborales, mediante una financiación basada en la progresividad fiscal con elevado desarrollo del gasto público para financiar los servicios públicos, incluidos los del estado del bienestar y la infraestructura física del país. Esta tradición ha sido en Europa la más exitosa en establecer el altamente popular estado del bienestar. Esta sensibilidad es mayoritaria en las bases sindicales del PSOE, gran mayoría de la clase trabajadora y sectores de las clases medias (así como entre los movimientos sociales, como la mayoría de movimientos feministas y ecologistas).

Otra sensibilidad es la socioliberal, que asume que las políticas fiscales no tienen funciones redistributivas y desalienta la universalización de derechos laborales y sociales. En realidad, su proyecto se define como el de garantizar la igualdad de oportunidades, de manera que todos tengan las mismas oportunidades, sin detallar, sin embargo, como lograr que ello ocurra, excepto en un gran énfasis en la educación como garante de oportunidad. Dicha tradición rehuye de intervenciones públicas redistributivas, desmereciendo la importancia del gasto público. Tal como escribió Jordi Sevilla en su libro El nuevo socialismo (muy influyente en el equipo del candidato Zapatero), “¿Alguien puede defender, a estas alturas del siglo, que un programa socialdemócrata debe ir a favor de más impuestos y gasto público?” (p.73), escrito en el país de la UE-15 que tiene la carga fiscal menor, el gasto público por habitante más bajo, y el estado del bienestar menos financiado.

Otro ejemplo de esta postura aparece en las declaraciones del Ministro de Economía, Pedro Solbes del gobierno PSOE, que en una entrevista a El País (22.07.09) indicó que la medida de la cual estaba más orgulloso era la de no haber aumentado el gasto público en el primer mandato del gobierno 2004-2008. En realidad, el gasto público aumentó en este periodo, debido principalmente al elevado crecimiento económico, resultado de la burbuja inmobiliaria. Tal crecimiento no se debió, sin embargo, al aumento de los impuestos y su progresividad, lo cual explica que, cuando la burbuja explotó, el gasto público cayera en picado.

Esta sensibilidad dentro del PSOE es próxima a la Tercera Vía, y ha sido dominante en los equipos económicos del PSOE. Esta dilución del compromiso con el sector público (incluido gasto y regulación pública) va acompañada de un cambio de narrativa, sustituyendo el término de estado del bienestar por el de sociedad del bienestar (tal como caracteriza a las sensibilidades democratacristianas y liberales). Varias declaraciones hechas por la “nueva generación” de socialistas están ya utilizando tal narrativa. Y, por supuesto, términos como “clase trabajadora” desaparecen sustituidos por el términos “clases medias” que consideran ser su objetivo de captación electoral.

Las consecuencias electorales del socioliberalismo
Entre estas dos sensibilidades hay otras que tienen elementos de cada una de las dos. Pero sería importante que se debatieran pues mientras las segundas han sido las dominantes, no han sido las más populares entre sus bases, lo que explica el escaso éxito electoral de la sensibilidad socioliberal. El cambio del panorama político en la Unión Europea (y muy en especial en la UE-15) cuyos países han pasado de ser gobernados por las izquierdas a serlo por las derechas, es debido, precisamente, al dominio de las opciones socioliberales dentro de las izquierdas gobernantes. Así, en Gran Bretaña, los gobiernos Blair y Brown, pertenecientes a la Tercera Vía (la máxima expresión del socioliberalismo), perdieron popularidad rápidamente. El triunfo de la Tercera Vía fue en 1997, cuando el Partido New Labour ganó las elecciones por primera vez. El Partido Laborista consiguió el 43% del voto popular (es decir, de la población que votó), que era el 33% del total del electorado (es decir, de la población que podía votar). Su victoria se debió (tal como documentaron las encuestas a pie de urna) al enorme rechazo hacia las políticas neoliberales del partido conservador, imbuido de thatcherismo. Pero a partir de aquel año, el descenso del partido Laborista (convertido en New Labour) fue espectacular. En el año 2001 ganó sólo el 25% del total del electorado, y en el año 2005 descendió todavía más, al 22%. Este gran descenso no se reflejó en un descenso notable de su presencia en el Parlamento debido al sesgo electoral británico a favor del sistema bipartidista. Así, en 1997, el Partido Laborista, con el 33% del total del electorado, consiguió nada menos que el 64% de todos los escaños en el Parlamento Británico. En el año 2001, el Partido Laborista perdió sólo 5 escaños (pasó de 418 a 413, pasando del 64% al 62% de todos los escaños) y ello a pesar del gran descalabro electoral (que pasó del 33% al 25% del total del electorado). Y en 2005, cuando el voto del total del electorado bajó incluso más, al 22%, perdió escaños pero en número mucho menor de lo que hubiera ocurrido en un sistema proporcional. En realidad, continuó manteniendo la mayoría de escaños (el 55%).

Cito estos datos porque cuestionan la visión generalizada e interesada de definir la Tercera Vía como exitosa por su permanencia en el poder. Ello no se debió a su popularidad (que descendió enormemente), sino a un sistema electoral extremadamente sesgado, favorable al bipartidismo, y a la enorme crisis del Partido Conservador. Las políticas de la Tercera Vía fueron profundamente impopulares y muy en especial, entre sus bases electorales (las clases populares), como documento en mi artículo “El Fracaso del Nuevo Laborismo y del Socioliberalismo”, Sistema Digital (21.05.10), también expuesto en mi blog (www.vnavarro.org). En realidad, tales políticas crearon una enorme movilización y desmoralización entre los miembros del Partido Laborista, habiendo perdido casi la mitad de sus miembros durante su mandato. Una consecuencia de esta situación es la sustitución de la movilización de las bases por una gran dependencia en grupos mediáticos, como el del Sr. Murdoch, definido por la izquierda del Partido Laborista como el 28º miembro del Gabinete del Sr. Blair. En Alemania, la Tercera Vía, con Schroeder, fue la causa del mayor descalabro político que haya sufrido el Partido Socialdemócrata. Y en todos estos casos existe el denominador común de la gran abstención de sus bases electorales.

Estas observaciones vienen al caso a raíz de las primarias dentro del PSOE, y muy en particular en Madrid. Es un déficit democrático el que la competitividad política entre los dos candidatos a representar a aquel partido en las próximas elecciones a la Presidencia de la Comunidad Autonómica de Madrid, se esté basando en características personales de los candidatos y su articulación con los distintos aparatos, y muy poco en sus propuestas de cambio, que reflejen su posicionamiento en cuando a las sensibilidades más importantes existentes dentro del PSOE. Puesto que es el partido mayoritario dentro de las izquierdas, la orientación de tal partido afecta a todas las otras formas políticas en España.

La existencia de las sensibilidades descritas en este artículo dentro del PSOE es obvia. Y la sensibilidad socioliberal ha sido muy influyente en los equipos económicos (que han marginado, en general, los economistas keynesianos, muy competentes, que existen en aquel partido) aunque también se encuentran en la cultura política del nuevo socialismo, que se presenta como modernizador del proyecto socialdemócrata, lo cual significa, en mi opinión, su abandono. De ahí la enorme importancia de que las bases fuercen un debate dentro de las primarias para permitir la exposición de la diversidad, pues no sólo el PSOE, sino toda España, se la juega en la resolución de tales debates hasta ahora demasiado ocultos e incluso silenciados en los medios.

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