Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 1 de junio de 2012
Este artículo señala que las políticas públicas que se están imponiendo en la Eurozona con grandes recortes del gasto público social y con bajadas de salarios, responden a un proyecto, liderado por el capital financiero, de transformar la Europa Social en una Europa neoliberal.
El falso problema de la deuda
La crisis actual es una crisis creada por decisiones tomadas por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y el objetivo de tales decisiones era conseguir lo que está ahora ocurriendo, es decir, el desmantelamiento del Estado del Bienestar (eliminando el principio básico de universalidad -es decir, de la identificación de derechos sociales con el concepto de ciudadanía- y la reducción de la protección social. Tales instituciones, junto con el Consejo Europeo, han querido promover la idea (que al final ha calado entre la población como resultado de la colaboración y complicidad de los medios de comunicación) de que un problema, creado en el sector privado, consecuencia de un enorme endeudamiento privado, se tiene que resolver a base de la reducción del sector público. Según tal teoría, la “solución” a la crisis pasa por hacer creer a la ciudadanía que hay que reducir las pensiones públicas, recortar el gasto público, incluyendo el social (con recortes en la sanidad, en la educación, en los servicios de atención domiciliaria, en las escuelas de infancia, en los servicios sociales y un largo etcétera) a fin de salir de la crisis. La intensidad de tal avalancha ideológica es tal (ayudada por la falta de medios de información con vocación crítica de la sabiduría convencional) que incluso personas que se autodefinen de izquierdas se lo creen y cuando gobiernan aplican también tales políticas neoliberales, recurriendo al argumento de que no hay alternativas. Con ello, la única diferencia entre las izquierdas y las derechas gobernantes es la intensidad de los recortes y la dilución de los derechos sociales. La crisis de la socialdemocracia en Europa, incluida España, se debe precisamente a este hecho.
Es un indicador del enorme poder mediático y político que tienen aquellas instituciones (la troika y el Consejo Europeo) y los intereses financieros y empresariales que representan, que tales políticas, cuyo aval científico es nulo, se hayan convertido en la sabiduría convencional del pensamiento económico, mediático y político. Los datos, sin embargo, muestran sus enormes falsedades.
Primera falsedad. “El mayor problema que hoy existe es el enorme tamaño de la deuda pública”, frase utilizada desde el Presidente del BCE, el Sr. Mario Draghi (ultraliberal) al Catedrático de Economía, Josep Oliver (socialdemócrata, en una entrevista en TV3) que crea la desconfianza de los omnipotentes mercados financieros hacia los estados de los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y sus dificultades para poder financiarse. Pero miremos los datos y veamos el tamaño de la deuda pública de tales países. Cuando la crisis empezó, España tenía, en realidad, una de las deudas públicas más bajas de la Unión Europea (UE). Grecia, en cambio, la tenía elevada, 115% del PIB, pero no más elevada que muchos otros países de la UE. En realidad, podría haberse reducido si su tasa de crecimiento económico hubiera continuado elevada y hubiera podido acceder al dinero a unos intereses bajos. Pero esto no ocurrió. Antes al contrario, las políticas impuestas por la troika empeoraron la situación dramáticamente, de manera que en casi dos años subió al 165% del PIB, con un dramático descenso de su crecimiento económico. En realidad, el PIB cayó en picado (perdió un 11% de su PIB), y Grecia entró en recesión. Cualquier macroeconomista que no pertenezca a la secta dogmática neoliberal puede ver que las políticas impuestas a Grecia eran un desastre. Lo que tenían que haber hecho es precisamente lo contrario de lo que hicieron. El PIB de Grecia representa sólo un 3% del PIB agregado de los países de la UE-15 (el grupo de países con mayor desarrollo económico de la UE). Aquellas instituciones podrían haber ayudado a Grecia, facilitando su crecimiento económico a la vez que estimularan sus reformas internas (incrementando los ingresos al Estado –en lugar de recortar su gasto público social-, o disminuyendo su gasto militar, el más elevado proporcionalmente de la UE-15) y el BCE le comprara su deuda pública. Estas intervenciones apenas se consideraron. En su lugar se siguieron las políticas de austeridad (cuyo objetivo principal era que el Estado griego pagara sus deudas a la banca alemana y francesa, y que éste privatizara su sector público para el beneficio de los intereses financieros alemanes, franceses y griegos). Estas políticas de austeridad iban envueltas de un mensaje que intentaba ser movilizador de las clases populares de Alemania, presentando tales políticas como necesarias para penalizar al pueblo griego que vivía por encima de sus posibilidades. Términos como “vagos” eran frecuentes en los mayores medios de información alemanes. En realidad, el trabajador griego trabaja más horas al año (2007) que el alemán (1408), y se jubila más tarde que el alemán. Un objetivo de aquellas instituciones era, y es, dividir a las clases populares para evitar la movilización popular (que es inevitable que ocurra) frente a tales políticas.
La austeridad creó la recesión
Dichas políticas de austeridad han creado la recesión, recesión que ha empeorado la llamada confianza de los mercados, pues los mercados financieros temen que si lo que ha pasado en Grecia, resultado de las políticas impuestas por la troika, se reprodujera en otros países como España e Italia, la Recesión se convertirá en Depresión. Cuando la troika exigió 74.000 millones de euros de recortes a Italia (cuya deuda es cinco veces superior a la griega) los intereses de los bonos italianos se dispararon. Un tanto semejante ha ocurrido en España. Las políticas de austeridad y la gran recesión que están causando, explican que los intereses de la deuda pública de estos países se estén disparando. Tales intereses aumentan porque cada vez es más difícil vender los bonos del Estado, pues los mercados temen que los Estados, debido al escaso crecimiento económico, no tendrán los recursos para pagarles.
Pero esta desconfianza explica también otro hecho. Y es que cuando los mercados ven que los Estados tienen que ofrecer intereses tan altos para poder vender sus bonos, entonces los bancos (que consideran tales bonos como poco seguros) los venden. Y hay entonces una huída general del capital hacia otros países con bonos más seguros (como el alemán). Pero no sólo los Estados son vulnerables, sino que todo el sistema bancario está en dificultades porque sus tripas están llenas de deuda pública (más de un billón de euros públicos españoles). Y así nos encontramos en una situación paradójica. Por un lado es bueno para los bancos que los Estados tengan que pagarles intereses altísimos. Ellos reciben dinero del BCE a unos intereses bajos (1%) y compran bonos del Estado a unos intereses del 6% o el 7%. Un negocio redondo. Pero, cuando compran mucho y especulan con ello, corren el riesgo de que al final el Estado no les pueda pagar los intereses. La suerte que tienen es que el BCE (su gran lobby) imprime dinero y les ayuda.
La alternativa también es fácil de ver. El BCE debería imprimir dinero y comprar bonos públicos de los Estados (en lugar de darles dinero a los bancos para que ellos lo compren) y con ello disminuir los intereses. Hay que entender que los intereses de los bonos no los deciden los mercados sino el BCE. El hecho de que los intereses de la deuda se hayan disparado se debe a que el BCE ha dejado de comprar bonos públicos del Estado español. Y, ¿por qué han dejado de comprarlos? Y la respuesta que usted, lector, no leerá ni oirá en sus medios es que el BCE supedita su compra de bonos a que el Estado privatice el Estado del Bienestar. Así de claro. Utiliza el enorme agobio que tiene el Estado para forzarle a que haga estos cambios. ¡Es un chantaje claro!
Ésta es la realidad. No hay duda de que la troika es consciente de que sus políticas están creando la crisis. No es un problema de incompetencia (aunque ésta es abundante entre los economistas, como los de Fedea, talibanes neoliberales, sino de arriesgarse a crear una gran depresión, utilizando el pánico de la crisis para conseguir lo que desean: la privatización del Estado del Bienestar, la reducción de la protección social, y el debilitamiento del mundo del trabajo.
¿Por qué la recesión no podrá resolverse en España y en la UE?
La manera como se construyó la Eurozona hace imposible que se resuelva el problema. El poder del capital financiero, y muy en especial de la banca, construyó una estructura que imposibilita la salida de la recesión. Y los dos pilares de esta construcción son el BCE, completamente independiente de cualquier control público, y el Pacto de Estabilidad, reforzado incluso más, con el Pacto Fiscal que solidifica la austeridad. Veamos los datos.
La consolidación del euro como moneda de la zona, hace que aquel país que acumule más euros está en una situación dominante. Este país es Alemania, y su enorme acumulación de euros se debe a que su economía se basa en exportaciones, dos terceras partes de las cuales van a los países de la Eurozona. Alemania vende, y los demás países compran.
La banca alemana como problema
Esta política basada en las exportaciones se fundamenta (como siempre ocurre cuando un país basa su economía en exportaciones) en una moderación de la demanda doméstica basada en una enorme moderación salarial. Las famosas reformas del canciller Schröder se basaban en este objetivo: reducir la protección social y conseguir una reducción de las rentas del trabajo a costa del crecimiento de las rentas del capital. Hay que señalar que había otra alternativa: la favorecida por su Ministro de Economía, Oskar Lafontaine, que enfatizaba la necesidad de basar el crecimiento económico en el crecimiento de la demanda doméstica, subiendo los salarios y la protección social. Lafontaine perdió, y con ello no sólo la clase trabajadora alemana, sino todas las clases populares de la Eurozona, pues el crecimiento de la demanda doméstica alemana hubiera estimulado el crecimiento de la economía europea, mostrando que los intereses del trabajador alemán objetivamente coinciden más con los intereses de los trabajadores de los países de la Eurozona que con los intereses de la burguesía financiera y empresarial alemana.
La enorme acumulación de euros dio gran poder a la banca alemana, que invirtió extensamente en la banca española, siendo esta inversión un elemento clave en crear la burbuja especulativa inmobiliaria (de la cual consiguió grandes beneficios). Se creó así el enorme problema de la deuda privada, que está en el centro de la crisis. Este endeudamiento estaba facilitado, en parte, por la accesibilidad al crédito, pero también a la reducción de la capacidad adquisitiva de las rentas del trabajo, forzando a las familias a endeudarse para mantener su nivel de vida. Ahí está la raíz del problema. Éste está en el sector privado y no en el público. De ahí que el problema mayor no sea el llamado problema de la deuda pública, sino de la deuda privada. Y de ahí también la enorme vulnerabilidad del sistema bancario europeo. La manera como se intenta resolver es mediante la excesiva ayuda del BCE a la banca, que ha llegado a niveles absurdos. En realidad, la atención a la deuda pública es una manera de distraer la atención pública. Ahora bien, había otras alternativas, y que incluían que el BCE fuera un banco central (como lo es el Federal Reserve Board de EEUU), que comprara deuda pública y que ayudara a establecer bancos públicos que garantizaran el crédito, posibilidades nunca consideradas ni por el BCE, ni por la troika. Estas políticas hubieran resuelto el problema de la falta de crédito.
Pero el BCE no hizo ni lo uno ni lo otro. Es cierto que cuando los Estados estaban a punto de colapsarse (con unos intereses de los bonos prohibitivos para los Estados), entonces el BCE intervino para mantenerlos vivos, dejando de comprar bonos públicos cuando se reanimaban algo. Era el intento de mantener vivos a los Estados para que los bancos pudieran continuar chupándoles la sangre como sanguijuelas.
Pero la otra característica del BCE que imposibilita la resolución de la recesión es su objetivo de mantener la estabilidad de precios, que quiere decir mantener una inflación muy baja. Como dijo Jean Claude Trichet, Presidente del BCE hasta 2011, “la mayor labor del BCE ha sido mantener la inflación por debajo de un 2%. En realidad, el promedio de los trece años ha sido de 1,55%, que es mucho mejor que el record de los cincuenta años anteriores”. Pero para conseguir este objetivo se ha creado una recesión que ha significado que uno de cada dos jóvenes en España no encuentra trabajo. El BCE no tiene como objetivo ni estimular el crecimiento económico ni la creación de empleo, objetivo que existe en otros bancos centrales como el FRB de EE.UU. Es cierto que a instancias del gobierno socialista Jospin, de Francia, se añadió al título del Pacto de Estabilidad la expresión “crecimiento”. Pero no se le permitió al BCE que desarrollara las medidas para estimular la economía y crear empleo. Una de ellas hubiera sido bajar los intereses bancarios (que los define el BCE). Incluso en tiempos de recesión (2011) los intereses crecieron dos veces más que durante el periodo previo a la recesión. Hoy son del 1,5%, cuando en EEUU los intereses son prácticamente cero. Es más, las impresoras de moneda que controla el BCE trabajan mucho menos de lo que lo hacen otros bancos centrales. El FRB ha imprimido 2.3 billones de dólares, mucho más que el BCE (una cuarta parte de esta cantidad), ayudando, también mucho más que el BCE, a los Estados de EE.UU. y al gobierno federal. La ayuda del BCE a los Estados de la Eurozona ha sido mucho más limitada que en EEUU. De ahí que el crecimiento promedio de EE.UU. haya sido un 2,5% del PIB anualmente, y que en la UE haya sido sólo un 0,5%.
La malignidad del Pacto Fiscal
Pero la segunda medida que está impidiendo la salida de la crisis es el Pacto de Estabilidad, citado anteriormente. El requisito de que los Estado no tengan un déficit público superior al 3% ha significado un corsé que ha dificultado la recuperación. Durante la recesión del 2009, el déficit presupuestario del Estado de EE.UU. fue de un 9% del PIB, permaneciendo a este nivel hasta el año 2011. Si hubiera sido un 3%, el crecimiento económico y creación de empleo hubiera sido mucho menor. Y la situación ha empeorado todavía más con el nuevo Pacto Fiscal, que obliga a los estados a no tener prácticamente déficit, lo cual es un disparate. Condena a la Eurozona y a la UE a un crecimiento mucho menor e imposibilita la salida de la crisis.
Una vez más, el gobierno socialista francés, ahora presidido por Hollande, está presionando para que tal Pacto lleve también el título de crecimiento. Pero el dominio conservador de la troika no permitirá el desarrollo de los instrumentos para alcanzarlo, como también ocurrió cuando se aprobó el Pacto de Estabilidad.