Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamiento Crítico” al diari PÚBLICO, 3 de novembre de 2015.
Aquest article critica els treballs del Premi Nobel d’Economia d’enguany, que reprodueixen la saviesa convencional d’allò que és la pobresa i com es mesura.
El otorgamiento del mal llamado Premio Nobel de Economía (mal llamado pues no lo otorga la Fundación Nobel, sino un banco) al profesor escocés de la Universidad de Princeton, el Sr. Angus Deaton, debido a su trabajo sobre la pobreza mundial, se ha considerado (correctamente) como un indicador de la preocupación que un gran número de organismos internacionales están expresando sobre el crecimiento de la pobreza en el mundo, y su alivio de que, según la opinión optimista del Sr. Deaton, tal realidad es reversible, siendo posible que, incluso dentro del ordenamiento capitalista actual de los sistemas económicos vigentes en la mayoría de países donde se concentra la pobreza, esta puede eliminarse. Según el nuevo Premio Nobel de Economía, se necesitaría una transferencia de fondos –relativamente menor- de los países ricos a los países pobres, junto con cambios en estos últimos, con mayor número de campañas educativas dedicadas a su población, lo que sería suficiente para que millones de personas dejaran de ser pobres. En realidad, el Sr. Deaton considera que el aumento de la escolarización ha sido el mayor motor de progreso a lo largo de los siglos, y la mayor causa de la reducción de la pobreza y del mejoramiento del bienestar de la población. Un indicador de ello ha sido el aumento de la longevidad (años de vida que una persona vivirá), que él atribuye al crecimiento de la población que tiene educación, lo cual, según el Sr. Deaton, permite a los pobres conseguir lo que se llama el capital humano, que les permitiría salir de la pobreza y ascender en la escala social.
Esta visión y entendimiento de la pobreza es ampliamente aceptada en un gran número de instituciones internacionales (que incluyen el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como una gran parte de ONGs e instituciones gubernamentales y partidos políticos de sensibilidad conservadora y liberal -sin excluir partidos políticos de tradición socioliberal, como es el caso de varios partidos socialdemócratas europeos, incluyendo, por cierto, el PSOE-). En todas estas instancias, aumentar el gasto educativo se considera condición sine qua non para eliminar la pobreza.
¿Cuál es el problema con esta definición de pobreza?
Esta visión de la pobreza, sin embargo, tiene varios problemas. Uno es definir pobreza en función del número de recursos que el individuo tiene. Este nivel de recursos se consideró por mucho tiempo que era de un poco más de un dólar al día, y que ahora ha subido a 1,9 dólares al día. Por cierto, hay que aclarar que lo que se presenta como un dólar al día no es, en realidad, un dólar al día. Para muchísimos países de un bajo nivel de riqueza, el hecho de que una persona tenga un dólar al día se consideraría que tal cantidad es más que respetable para poder vivir sin ser pobre. Ahora bien, cuando el Banco Mundial habla de un dólar al día no quiere decir que la persona tenga a su alcance un dólar estadounidense, sino que tiene la cantidad de moneda existente en el país donde vive el pobre que este necesita para poder comprar los mismos productos que se pueden comprar en EEUU con un dólar. Si en EEUU con un dólar se puede comprar una barra de pan, pues el dólar por día en la India quiere decir la cantidad de moneda india, la rupia, que se necesita para comprar una barra de pan. Esta cantidad, como he dicho antes, ha ido aumentando, pasando de 1,25 dólares al día (1.200 millones de personas, de los cuales un tercio, 400 millones son niños) a casi 2 dólares.
¿Está descendiendo la pobreza en el mundo?
En base en este criterio, se asume que el número de pobres está disminuyendo, pues hay menos gente cada año que está en esta categoría. Pero se ignora frecuentemente que ello se debe al gran crecimiento económico de India y China, que juntos suponen algo más de un tercio de la población mundial. Pero en esta nota optimista se olvida que en otras partes del mundo, como en África, hay más personas que viven en extrema pobreza ahora que hace 30 años (no solo en números absolutos, sino también en términos proporcionales).
El mayor problema, sin embargo, en esta definición de pobreza, es la manera como se conceptualiza la pobreza, la cual se define como mera ausencia de recursos. Según esta conceptualización, el problema de la pobreza es la falta de recursos por parte del individuo que es pobre. Esta definición parece razonable, pero contiene un gran error, pues se centra única y exclusivamente en los recursos que la persona tiene, sin tener en cuenta los recursos existentes en la colectividad a la cual pertenece y de los cuales la persona se beneficia. El valor de subsistencia de un dólar por día para una persona es muy distinto en una sociedad que tenga sanidad pública, por ejemplo, que en una sociedad en que el individuo que tenga que pagar para acceder al sistema sanitario. El contexto en el que vive la persona es de especial importancia para saber qué recursos tiene una persona, pues a los recursos privados (el dólar por día) hay que añadir los recursos públicos. Ni Angus Deaton ni el Banco Mundial toman en cuenta los recursos públicos que pueden condicionar que un individuo teniendo los mismos recursos privados pueda o no ser pobre, dependiendo de otros recursos de carácter público existentes en su sociedad. La definición de pobreza que ellos dan da excesiva importancia a los recursos privados, excluyendo los públicos, fijándose solo en la cantidad de recursos que el individuo puede comprar con el dinero que tiene. Esta visión privatizadora y mercantil de la pobreza es una visión sesgada que dificulta la comprensión de la pobreza.
La pobreza es un concepto relacional
Pero a este error hay que sumarle otro, consecuencia también de centrarse en el individuo sin analizar su relación con los otros individuos en la misma colectividad. Dos personas con el mismo número de recursos monetarios pero viviendo en dos países distintos pueden catalogarse como pobres en una sociedad y dejar de serlo en la otra. Que se definan como pobres o no depende de la cantidad de dinero que el individuo tenga en relación con los demás individuos en aquella colectividad. En otras palabras, la pobreza es un concepto relacional. En realidad, si todas las personas del mundo fueran pobres, no habría pobreza en el mundo, pues al no haber otras personas con otros niveles de recursos, la persona no se sentiría ni sería pobre. La pobreza, pues, depende del contexto en el que vive la persona definida como pobre. Veamos los datos.
Una persona pobre en el barrio pobre del Bronx en Nueva York, EEUU, tiene más recursos físicos y monetarios (televisión, dólares, coche, móvil, mayor espacio de vivienda, transferencias públicas de tipo asistencial, etc.) que una persona de clase media en Ghana (África). Si el mundo fuera una sociedad, el pobre del Bronx, Nueva York, EEUU, pertenecería a la clase media mundial, y la persona de clase media de Ghana pertenecería a la clase pobre mundial. Y, sin embargo (y esto es de una enorme importancia), utilizando incluso el mismo indicador que utiliza Deaton (la esperanza de vida –longevidad- para definir progreso) nos encontramos con la situación paradójica de que el pobre a nivel mundial (la persona de clase media de Ghana) vive 15 años más que la persona de clase media a nivel mundial (el pobre del Bronx). Parece paradójico que el que tiene más recursos (la persona del Bronx) y es menos pobre a nivel mundial, tenga menos años de vida que el otro (el africano de clase media) que tiene menos recursos. Y es ahí donde fallan las teorías de Deaton y de la mayoría del establishment antipobreza, que cree que pobreza es un problema individual de falta de recursos que además se puede resolver a base de educación.
La pobreza no es un concepto absoluto, sino relativo
La pobreza no es un concepto absoluto, sino relativo. Que seas pobre o no y que se te defina como que seas pobre o no, depende de dónde estés ubicado en la estructura social de un país. No se puede tomar al individuo fuera del contexto económico, político y social donde vive. Y ello nos lleva a la raíz del problema que no es la falta de recursos sino la manera como están distribuidos. La distribución de los recursos a nivel nacional, así como a nivel internacional es el tema fundamental que la sabiduría convencional sobre la pobreza reproducida por el Banco Mundial y el Sr Deaton no toca.
Una persona pobre del Bronx en EEUU está en el fondo de la sociedad, una sociedad profundamente desigual y enormemente polarizada en la que existe poco apoyo colectivo (el Estado del Bienestar en EEUU es muy deficiente, como lo muestra que el 48% de pacientes con enfermedades terminales -es decir, que se están muriendo- estén angustiados por saber cómo pagarán –ellos o sus familias- sus facturas médicas). Es más, este pobre del Bronx está enormemente frustrado, pues la distancia social y económica de él o ella con el promedio de la sociedad estadounidense es enorme, con lo cual se ve abrumado y con pocas posibilidades de salir del fondo del pozo, lo cual crea una gran frustración y patología, responsable de su menor longevidad. La persona de clase media en Ghana, por el contrario, no está por debajo, sino por encima del promedio de la sociedad en la que vive, y por lo tanto, no tiene esta frustración y alienación frente al resto de la sociedad como resultado de la ausencia de una distancia difícil de corregir, algo que sí le ocurre al pobre del Bronx.
Es ahí donde el énfasis en transferir rentas a los pobres para resolver la pobreza es insuficiente. Es conocido entre los expertos en política social que gran parte de las medidas antipobreza que están basadas en la transferencia de fondos públicos de carácter asistencial tienen escasa eficacia en resolver dicha pobreza. Toda la evidencia existente muestra que tales transferencias públicas a las poblaciones pobres, aun cuando necesarias para aliviar la pobreza, son ineficaces para resolver esta en un país. Un tanto parecido ocurre con el énfasis en la educación como medida para salir de la pobreza. Son medidas necesarias, pero insuficientes. Lo que se requiere para eliminar la pobreza son medidas públicas altamente redistributivas, que reduzcan las distancias económicas, financieras, políticas, mediáticas y sociales, que son las causas de la pobreza. La evidencia es abrumadora en este sentido. A mayor desigualdad en un país, mayor es su pobreza. De ahí que lo que se requiere para eliminar la pobreza es la redistribución de los recursos en un país, encaminada a reducir las desigualdades, el tema que es precisamente tabú de los organismos internacionales.
De lo dicho hasta ahora, se debe concluir que enviar dinero de los países ricos a los pobres no ayuda a disminuir la pobreza, a no ser que estos recursos se dedicaran a medidas redistributivas, que raramente tienen lugar. En realidad, si los países ricos quisieran ayudar a eliminar la pobreza en los países pobres, lo podrían hacer fácilmente, ayudando a redistribuir la enorme concentración de la riqueza que existe en aquellos países. Que no lo hagan es porque muy frecuentemente son los mayores aliados de aquellas estructuras de poder que controlan y se benefician de la concentración de la riqueza en dichos países. El lector entenderá también porque las tesis expuestas en mi artículo no tienen la visibilidad que tienen las del Sr. Deaton o del Banco Mundial, pues las primeras, con su énfasis en la redistribución, amenazan a los grupos de mayor riqueza en un país que tiene gran influencia, cuando no control, de los mayores medios de información y persuasión del país. Así de claro.