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Article publicat per Vicenç Navarro a la revista SISTEMA DIGITAL el dia 14 de gener 2011

Aquest article mostra els errors que apareixen en la saviesa convencional que assumeix la inviabilitat del sistema públic de pensions resultat de la transició demogràfica. L’article mostra tals errors en un editorial recent de LA VANGUARDIA en el qual subratlla la imperiosa necessitat de retardar l’edat de jubilació a 67 anys basant-se en una sèrie de supòsits que l’article mostra són erronis i esbiaixats.

LA VANGUARDIA publicó este domingo (09.01.11) un editorial titulado “La inevitable reforma de las pensiones”, que refleja la sabiduría convencional sobre las pensiones ampliamente promulgada y reproducida en los medios de información y persuasión del país, que podría haberse publicado en cualquiera de los cinco rotativos más importantes de España. El editorial subraya que existe un consenso generalizado entre los expertos de que la bajada de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida hacen insostenible el sistema de pensiones públicas, a no ser que se retrase la edad obligatoria de la jubilación. El editorial añade que hay ahora 17.6 millones de afiliados a la Seguridad Social (es decir, personas que cotizan a la Seguridad Social) y 8.4 millones de pensionistas, resultando en un ratio de aproximadamente 2 cotizantes por pensionista. Dentro de cuarenta años –indica el editorial de LA VANGUARDIA-, los expertos señalan que el número de pensionistas se doblará, y ello tendrá como resultado que habrá sólo un cotizante por pensionista, lo cual es insostenible. Con estos datos y argumentos, el editorial insinúa, previsiblemente, que la testarudez de los sindicatos y su incapacidad de entender estos datos está proyectando una actitud irresponsable en su resistencia a retrasar obligatoriamente la edad de jubilación.
Hasta aquí el editorial. Valdría la pena analizar los supuestos que sostienen las postura del editorial, y ver quién es irresponsable, si los sindicatos o aquellos que suscriben este editorial de La Vanguardia, que refleja la sabiduría convencional. Veamos los datos.
En primer lugar, no es cierto que haya consenso entre los expertos sobre la necesidad de retrasar obligatoriamente la edad de jubilación. Es cierto que hay consenso entre los expertos con los cuales cuentan LA VANGUARDIA y otros de los mayores medios de información y persuasión. Incluyen, por ejemplo, al Sr. José A. Herce y a sus colegas, de Fedea (la Fundación de Estudios Económicos financiada por la gran Banca y las grandes empresas del país), los cuales tienen escasa credibilidad, tanto en sus estimaciones como en sus proyecciones sobre el futuro de las pensiones. El Sr. Herce ha estado prediciendo el “colapso” de la Seguridad Social desde hace ya muchos años. Así, en 1995, el Sr. Herce había pronosticado que el sistema de pensiones público tendría en el año 2000 un déficit de nada menos de un 0,62% del PIB. Llegó el 2000, y tal sistema no sólo no tenía ningún déficit, sino que estaba en superávit. Ello no fue obstáculo para que el supuesto experto profetizara más tarde que el déficit vendría en 2005. El 2005 llegó, y el sistema continuaba en superávit. Unas estimaciones igualmente erróneas fueron hechas por otros supuestos expertos, como Piñera y Weinstein (quienes indicaron que el colapso del sistema de pensiones sería en el 2000, y más tarde, al no darse el colapso en aquel año, lo retrasaron al 2005), Barea (otro catastrofista que también señaló el 2000, y más tarde el 2005 como el año del colapso), Taguas y Sáez, y otros. (Para un estudio más detallado de las predicciones de colapso fallidas, ver Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón, “¿Están en peligro las pensiones públicas? Las preguntas que todos nos hacemos. Las respuestas que siempre nos ocultan”, Attac 2010, pp 30-37). Ahora bien, entre los expertos que conocen el tema no hay tal consenso. En realidad, hay más expertos que cuestionan las tesis de insostenibilidad de las pensiones públicas que expertos que la sostienen. Lo que pasa es que los primeros raramente aparecen en los medios, cuya orientación neoliberal explica que los expertos que cuestionan tal inviabilidad sean excluidos.
Veamos ahora el segundo error del editorial de LA VANGUARDIA, el de que en cuarenta años tendremos un cotizante por pensionista. Para llegar a este ratio se hacen una serie de supuestos altamente cuestionables. Se dice, por ejemplo, que el número de pensionistas actual se doblará, pero se asume que el número de cotizantes continuará igual, lo cual es absurdo. Ahora, el porcentaje de la población adulta que trabaja y cotiza es sólo del 59,8% (2009) de la población, y ello como resultado del bajo porcentaje de mujeres en el mercado de trabajo (uno de los más bajos de la UE-15). Es impensable que este porcentaje no aumente, pues es más que probable que el porcentaje de la mujer en el mercado de trabajo irá asemejándose más y más al porcentaje existente en el promedio de la UE-15 y con ello, el porcentaje de la población adulta que trabaja y cotiza en la Seguridad Social llegue a ser un 70 o un 75%. Ello quiere decir que el número de cotizantes por pensionista será mucho mayor de lo que el editorial y sus expertos vaticinan.
En realidad, los famosos “expertos” ya habían predicho en 1995 déficits en el sistema de pensiones públicas en la primera década del siglo presente al subestimar el crecimiento de los cotizantes. Predijeron que habría en 2010 14.4 millones de afiliados (cotizantes a la Seguridad Social) y 8.7 millones de pensionistas. En realidad el número de pensionistas fue ya en 2007 de 8.4 millones (un número muy próximo al que habían estimado existiría en 2010), pero el número de afiliados fue de 17.6 millones, mucho mayor de lo estimado por los catastrofistas. Como consecuencia, la tasa pasó de ser 2.05 afiliados por pensionista en 1995 a 2.55 en 2010, y ello resultado de la entrada de la mujer y de la inmigración al mercado de trabajo.
Pero, además del incremento del número de cotizantes (que La Vanguardia ignora para poder llegar a su tesis de insostenibilidad) hay que considerar también el aumento de las cotizaciones (en caso de que se continúe financiando las pensiones con sistemas de reparto) o de los impuestos, como resultado del incremento de los salarios, resultado del incremento de la productividad, dato también ignorado por la sabiduría convencional reflejada en aquel editorial. En realidad, la riqueza (PIB) del país depende del número de trabajadores y de su productividad. El hecho de que los dos hayan aumentado explica que el PIB haya ido aumentando en España (excepto en estos últimos años de la Gran Recesión).
Pues bien, el aumento de la productividad implica que un trabajador produce cada vez más, y que puede sostener a más pensionistas que ahora. Si sumamos, pues, el incremento del número de cotizantes al incremento de la capacidad de cada cotizante para poder sostener a un pensionista, resulta claro que las cifras del editorial de LA VANGUARDIA son insuficientes para llegar a la conclusión a la que el editorial llega. Y tenemos evidencia de ello, si miramos lo que ha ido ocurriendo en los últimos 15 años. En 1995, la Secretaría General de la Seguridad Social distribuyó un Estudio Económico Actuarial titulado “La Seguridad Social en el umbral del siglo XXI”. En este estudio se hacían las siguientes proyecciones. Se calculaba que en el año 2009 habría 3.876.177 pensionistas, y en el 2030, 5.133.383. En el año 2009, en lugar del proyectado 3.876.177 pensionistas, hubo 5.182.747, cifra mayor que las que se habían calculado en 1997 para el 2030. Imagínese el ruido mediático si se hubieran proyectado las cifras que al finan resultaron ser las válidas. Seguro que los “expertos” de LA VANGUARDIA habrían asumido que la Seguridad Social colapsaría. Pues, no sólo no colapsó, sino que en 2009 tenía superávit. ¿Qué había ocurrido? Pues muy fácil. Aunque el número de pensionistas aumentó enormemente, el PIB aumentó también considerablemente, de manera que si en 1995 España se gastaba 8.3% del PIB en pensiones (y las cotizaciones alcanzaban el 9.4% del PIB), en el 2008 el PIB había subido mucho más, de manera que cubrir aquel número mucho mayor significó en realidad un porcentaje incluso menor del PIB, un 7.8%, mientras que las cotizaciones subieron un 9.6%. La Seguridad Social no sólo no había colapsado, sino que estaba en superávit.
Basados en estos datos podemos ver lo erróneo de predecir el futuro en tono catastrofista. Si el incremento de la productividad fuera de un 2% por año (la cifra que el nuevo Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, utilizó en su entrevista a EL PAÍS, 12.12.10), resultaría que el PIB dentro de cuarenta años sería 2.2 veces mayor que ahora. Si a ello se suma el incremento de la población, resulta que este porcentaje puede ser incluso mayor. ¿Cuál es, pues, el problema? El Sr. Valeriano Gómez, por cierto, erró de nuevo cuando indicó que incluso en el caso de que la productividad aumentara un 2%, España no podría sostener un 15% del PIB en pensiones en el año 2050. Esto no es cierto y es fácil de demostrar que el Ministro está equivocado. Eleve el crecimiento del 2% a 40 años y verá que en 2050 el PIB sería 2.2 veces mayor que el actual. Ello quiere decir que si ahora el PIB es 100 (con un 8 a pensiones, y 92 a no pensionistas), en 2050 el PIB sería 220, con lo cual un 15% (33) sería para pensionistas y 187 para los no pensionistas. Tanto los pensionistas como los no pensionistas tendrían muchos más recursos que ahora. El hecho de que en el año 2050 el 15% fuera a pensiones, no quiere decir que los no pensionistas tuviesen menos recursos. Habría más que ahora. El Sr. Rubalcaba decía que no le salían los números al gobierno. Si al gobierno no le salen los números, sería aconsejable que mejorara sus calculadoras.

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