Article publicat per Vicenç Navarro al diari digital EL PLURAL, 7 de maig de 2012
Aquest article critica el costum generalitzat en els grans mitjans d’informació d’Espanya de definir com extremistes aquelles postures que qüestionen els pilars de la saviesa convencional que ells reprodueixen. Un exemple d’això és com han cobert mediàticament els fets esdevinguts a França definint al partit Front d’Esquerres com extremista per negar la necessitat de realitzar polítiques d’austeritat que aquests mitjans han estat promovent durant aquests anys de crisi. Un fet semblant ocorre en la cobertura de les eleccions a Grècia, en la qual aquests mitjans defineixen com extremistes a aquelles forces polítiques que qüestionen aquestes polítiques d’austeritat.
En más de una ocasión he indicado que uno de los mayores problemas de la democracia española son los mayores medios de información del país, cuyo sesgo conservador y liberal (en realidad neoliberal) es abrumador. Con la desaparición de PUBLICO como rotativo, no hay hoy en España ni un medio de izquierdas en el país. Las consecuencias de este hecho son abrumadoras. Veamos ejemplos de este sesgo.
1. Desde que la crisis empezó, no ha habido ningún medio que a través de sus editoriales haya indicado que las políticas de austeridad que los sucesivos gobiernos han estado llevando a cabo eran innecesarias y erróneas. Sólo ahora, cuando el desastre de tales políticas es evidente, aparecen tímidas voces que, aún subrayando que son necesarias, alertan que son insuficientes. Por primera vez aparecen estos discursos en tales medios que acentúan que además de austeridad se requiere estímulo económico. Pero todavía no ha aparecido ninguna editorial entre los mayores rotativos del país que indique que las políticas de austeridad han sido un enorme error. Algunos de nosotros lo hemos estado subrayando desde el inicio de la crisis sin que tuviéramos la oportunidad de poner nuestros puntos de vista en tales medios.
2. Cuando en Europa aparecen voces subrayando que tales políticas de austeridad son profundamente erróneas (tal como señala Jean-Luc Mélenchon, candidato del Partido de Izquierdas de Francia), tales voces son definidas por el corresponsal de El País, Miquel Mora, como extremistas. Y cuando escribo una Carta al Director de tal rotativo preguntando por qué la propuesta de Mélenchon de terminar con las políticas de austeridad es extremista y la propuesta de continuarlas (tal como ha escrito El País en sus editoriales), se presenta como lógica, razonable y llena de sentido común, tal carta no se publica.
3. Un tanto semejante ocurre con la candidatura de Marine Le Pen, cuyas posturas en su totalidad son también definidas, no sólo por tal corresponsal, sino por todos los medios, como extremistas. No tengo ninguna simpatía por tal candidata o por tal partido, y muchas de sus posturas, anti-inmigrante entre otras, me repugnan. Pero es un error considerar todas las propuestas o todos sus votantes (la mayoría jóvenes de clase trabajadora) como “extremistas”, pues un punto movilizador para sectores importantes de estas bases es su antagonismo hacia las políticas auténticamente extremistas del establishment europeo responsable de la mayor crisis que ha tenido Europa en los últimos sesenta años. Estas últimas políticas se consideran sensatas, y aquéllas que las oponen como extremistas. ¿Por qué? Esto es lo que se pregunta Mark Weisbrott en The Guardian (27.04.12), ¿por qué salirse del euro es extremista y permanecer en él no lo es? Su respuesta es que la estructura de poder reacciona definiendo como extremistas (frecuentemente también utilizan el término “populistas”) a aquéllos que tienen la osadía de cuestionar la sabiduría convencional que promueven, mientras consideran razonable y de sentido común las políticas realmente extremistas, que están dañando enormemente a la población, y muy en particular a las clases populares. Son ellos, los talibanes neoliberales, los que son totalmente impermeables a los hechos y a los datos.
4. Las políticas llevadas a cabo por el Banco Central Europeo son extremistas y se sitúan fuera de las prácticas de lo que hace un banco central en cualquier país que tenga la sensatez de tener un banco central. Este mal llamado Banco Central Europeo es extremista en su defensa de la banca, habiendo gastado un billón de euros desde el pasado Diciembre para ayudar a los bancos privados (dándoles dinero a un ridículo interés de un 1%) a costa de los Estados que han tenido que venderles a estos mismos bancos una deuda pública a unos intereses claramente exagerados, forzándoles así a un endeudamiento insostenible. El fundamentalismo neoliberal del BCE es único en su extremismo. Ningún otro banco central osa llegar a estos puntos. Y nadie en los medios ha llamado al BCE extremista. En cambio, a las izquierdas que quieren cambiar este BCE, como Mélenchon, le llaman extremista.
Mientras, el extremista BCE está creando un daño enorme, como también lo está haciendo el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional con sus propuestas de continuar imponiendo austeridad a pesar de la enorme evidencia que está causando el colapso de la demanda y la recesión actual, siguiendo un dogma neoliberal que refleja casi un fanatismo en su ceguera frente a la evidencia científica. ¿Quién es realmente extremista?
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