Article publicat per Vicenç Navarro a la revista digital SISTEMA, 27 de setembre de 2013
Aquest article analitza els suposats majors èxits empresarials al món privat, como ara APPLE, assenyalant l’enorme contribució de la despesa pública a configurar aquest èxit.
Ha sido una constante en el pensamiento neoliberal dominante en los fórums económicos y financieros del país creer que el sector privado es el que aporta mayor eficiencia y creatividad en la actividad económica, considerando el sector público como una rémora para el desarrollo económico de un país. De esta creencia se deriva la conclusión de que a menor intervención pública y a menor el gasto y actividad públicos en el quehacer económico, mejor para la economía. Véanse las sesiones de E-Konomía de la Vanguardia.com y verá esta creencia en su expresión más pura.
Como toda creencia, esta se repite a base de fe y no a base de evidencia científica. Mariana Mazzucato, profesora de la Universidad de Sussex, Inglaterra, acaba de escribir un libro, The Entrepreneurial State, que presenta abundante evidencia del error de dicha creencia. En realidad, Mazzucato muestra que es al revés, es decir, que gran parte de los grandes éxitos de la industria privada, presentados como ejemplo del triunfo de la actividad empresarial privada – desde Apple a la industria farmacéutica, pasando por una gran gama de supuestos éxitos –, se basan en investigaciones públicas, es decir, financiadas con dinero público y realizadas en instituciones públicas. Así, Apple, el caso más exitoso de actividad empresarial en EEUU (y en el mundo), no hubiera sido posible (en realidad no hubiera existido) si no hubiera habido antes el enorme desarrollo de las invenciones electrónicas realizadas en la investigación pública (gracias a la inversión militar estadounidense). Mazzucato muestra, punto por punto, y pieza por pieza, como cada uno de los desarrollos de Apple se basan en conocimiento producido en las investigaciones realizadas en instituciones del estado federal así como en universidades financiadas públicamente (o privadamente con fondos de investigación públicos). Mazzucato no intenta desmerecer la creatividad de Steve Jobs y de su empresa en el desarrollo aplicado del conocimiento ya existente, que era conocimiento básico generado con fondos públicos. Ahora bien, lo que sí hace es resaltar la ingratitud de este señor y esta empresa, que después de beneficiarse enormemente de ese conocimiento público (parasitándolo en múltiples ocasiones), han hecho todo lo humanamente posible para evitar pagar impuestos, no pagando al Estado lo que le debían en su desarrollo.
Un tanto semejante ocurre con Google, cuya base de conocimiento estaba financiada por la National Science Foundation, (siendo todavía hoy subvencionada por el National Security Council, la agencia de seguridad e información del gobierno federal con la cual Google colabora y es cómplice en su búsqueda de información, en muchas ocasiones sin que sus clientes sean conscientes o hayan aprobado dicha acción).
Lo mismo ocurre con la industria farmacéutica, cuyo conocimiento básico procede en su gran mayoría del National Institutes of Health (NIH), que gasta anualmente 30.000 millones de dólares en investigación básica que la industria farmacéutica utiliza sin pagar un real. Lo que esta industria hace es utilizar ese conocimiento y desarrollar la parte aplicada, creando fármacos. Ahora bien, esta investigación la hace también subvencionada, pues el Estado le otorga una patente que determina unos precios excesivamente elevados, debido al monopolio en su distribución y producción. Sin este monopolio los precios serían muchísimo más bajos. En realidad, muchos economistas, como Dean Baker, han propuesto que el NIH haga también investigación aplicada, con lo cual se evitaría la necesidad de crear monopolios en su distribución, abaratando enormemente el gasto farmacéutico del país.
En realidad, los datos contundentes presentados por Mazzucato confirman lo que es conocido desde hace mucho tiempo. El sector público ha sido clave para el desarrollo económico y social de un país. Y su reducción ahora, resultado del dominio neoliberal en los centros de decisión, está contribuyendo al subdesarrollo del progreso, tanto económico como social.
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